Retos y esperanzas de Año Nuevo

Ofrecemos el artículo de nuestro colaborador el obispo de San Cristóbal de Las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, sobre la nueva etapa que empieza.

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HECHOS

Estamos iniciando un nuevo año, y en estas ocasiones siempre se nos presentan retos, temores, preocupaciones, angustias. Nos preguntamos qué pasará, qué nos sucederá, podremos salir bien librados, o llegarán situaciones fuera de nuestro control. Sin negar los problemas, es necesario generar una esperanza que esté fincada en seguridades que nos dan certeza, confianza y alegría. Eso es lo que Dios nos ofrece.

Los retos son múltiples. Nos preocupa la persistente pobreza de muchas personas, sobre todo en los barrios marginales de las ciudades, en el campo y en las comunidades indígenas. La violencia y la inseguridad se presentan cuando y donde menos lo esperamos, sea por la ambición de unos desalmados que quieren tener mucho dinero fácil y rápido, sea por el combate entre organizaciones criminales por defender o ampliar sus territorios. La corrupción corroe personas e instituciones; la migración no se detiene por falta de mejores oportunidades en los propios lugares de origen; el desempleo, el subempleo y el multiempleo desgastan a las personas y las familias; las divisiones entre partidos, grupos, iglesias y organizaciones generan competencias desleales y destructivas; la desestabilización y la violencia intrafamiliar dañan gravemente a los hijos; las facilidades para el aborto parecen un derecho a matar inocentes. Hay desconfianza sistemática hacia cualquier autoridad; falta una evangelización más profunda que genere cambios en las personas y en la sociedad; duelen las divisiones entre mismos creyentes; aumenta la secularización y la dictadura del relativismo. Podríamos aumentar la lista, como acostumbran quienes sólo ven lo negativo, acusan a medio mundo y con ello se sienten satisfechos.

CRITERIOS

El Papa Benedicto XVI nos invita a aceptar a Dios en nuestra vida, porque sin El no hay esperanza ni amor; nos hacemos indiferentes a los demás, sobre todo a los pobres y a cuantos sufren; nos hacemos enemigos y nos destruimos: ¿Tenemos un puesto para Dios cuando él trata de entrar en nosotros? ¿Tenemos tiempo y espacio para él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos? ¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro pensamiento? No hay sitio para él. No tenemos tiempo para Dios. Tampoco hay lugar para él en nuestros sentimientos y deseos. Nosotros nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales y de nuestras intenciones. Estamos completamente «llenos» de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros.

Roguemos al Señor para que estemos vigilantes ante su presencia, para que oigamos cómo él llama, de manera callada pero insistente, a la puerta de nuestro ser y de nuestro querer. Oremos para que se cree en nuestro interior un espacio para él. Y para que, de este modo, podamos reconocerlo también en aquellos a través de los cuales se dirige a nosotros: en los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados y los pobres de este mundo” (24-XII-2012).

PROPUESTAS

No veamos a Dios como obstáculo para nuestra felicidad y realización. Es todo lo contrario. El nos ha creado por amor y quiere nuestro bien. Nos enseña el camino seguro para ser felices; nos ofrece su luz; nos ha entregado a su Hijo Jesús. Abrámosle el corazón y no nos sentiremos defraudados. Dios no es enemigo, sino Padre bueno.

Padres de familia: Es un sofisma decir que, para no violentar la libertad y el desarrollo de los hijos, es mejor dejarlos sin religión, hasta que ellos decidan cuando crezcan. Eso es privarlos de un punto de apoyo seguro, de una orientación firme para que sepan discernir la verdad del error, el bien del mal, los que les beneficia de lo que les perjudica. Si los dejan sin Dios, el mal se apodera de su alma y ustedes mismos sufrirán las consecuencias cuando los vean enredados en vicios, en la droga, en pandillas violentas y agresivas.

Dios es luz segura de esperanza. Es un camino cierto para que este año sea mejor.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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