Rezar con el cuerpo, según santo Domingo

Entrevista con sor Catherine Aubin OP

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ROMA, domingo, 20 marzo 2005 (ZENIT.org).- «Rezar con todo su cuerpo es amar con todo su corazón», afirma sor Catherine Aubin OP, religiosa dominica francesa, autora de un libro dedicado al argumento en esta entrevista concedida a Zenit.

Licenciada en psicología y doctora en teología, sor Catherine que abrazó la vida religiosa en 1984, acaba de publicar «Rezar con el cuerpo según Santo Domingo» («Prier avec son corps à la manière de saint Dominique», 2005, Cerf).

Actualmente es profesora en Roma de Teología Sacramentaria y de Teología Espiritual en el Instituto Pontificio «Regina Mundi», en el Instituto de Teología de la Vida Consagrada «Claretianum» y en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino («Angelicum»).

Zenit : ¿Cómo le vino la idea de hacer un libro así?

–Sor Catherine: Durante diez años viví en la calle Saint Denis de Paris donde hay una comunidad de dominicas. Allí pude encontrarme con personas en búsqueda de unidad interior y de paz, que practicaban técnicas o ejercicios corporales como el zen, la meditación trascendental, u otros. Al mismo tiempo, como joven religiosa, yo iba descubriendo la espiritualidad dominica y experimenté un auténtico «flechazo» por los nueve modos corporales de oración de santo Domingo. De ese modo, me vino la idea de escribir un libro en el que uno de los mensajes es el de decir a aquellos que practican estas técnicas que «en la tradición católica, también tenemos una pedagogía de la oración con el cuerpo, que puede responder a vuestra búsqueda».

–¿Qué entiende usted por «rezar con su cuerpo»?

–Sor Catherine: Cuando se ama, se manifiesta el amor con gestos, palabras, sonrisas… Lo mismo sucede con la oración. Ante mí, en mí, está presente Cristo vivo, entonces, ¿cómo le voy a manifestar mi amor? En ese libro, el maestro es santo Domingo. Su oración era tan fascinante, que sus primeros hermanos transcribieron lo que decía y hacía con nueve imágenes en las que aparece rezando. Cada actitud del cuerpo corresponde a una actitud espiritual y permite que ésta se manifieste: los gestos representan lo escondido e ilustran los movimientos del corazón. Por ejemplo, al gesto de la inclinación corresponde la humildad; al ponerse de rodillas, la confianza.

¿Podría explicarnos cuáles son estos nueve modos de oración?

–Sor Catherine: La primera manera de rezar es la inclinación. Santo Domingo se humilla ante el altar en el que Cristo está vivo sobre la Cruz, con el costado que mana sangre para darnos a entender que nos comunica su vida. La disposición interior de Domingo es la humildad del corazón.

La segunda manera es la postrarse. Domingo está postrado sobre el suelo y llora, compungido de corazón, traspasado por la conciencia de su pecado.

En la tercera manera de orar, Domingo se da disciplina de rodillas, su deseo es el de ser como Cristo en su Pasión.

Según la cuarta manera de orar, santo Domingo se arrodilla y se alza y aparece entonces en su alma una gran confianza en la misericordia de Dios por él, por sus hermanos y por los pecadores.

En estas cuatro primeras maneras de rezar, el cuerpo de Domingo se dirige hacia el suelo. Nosotros procedemos de la tierra, es el lugar de los orígenes, el lugar de nuestros límites. Las cuatro disposiciones correspondientes, la humildad, la compunción de corazón, la disciplina, la confianza, son disposiciones espirituales que reconocen una dependencia y la primacía de Dios. Se pueden reagrupar estas cuatro primeras maneras de rezar en torno a una actitud: la acogida, la acogida de la condición de criatura ante Dios, acogida de Dios como Creador y Salvador, acogida de los propios límites ante Aquél que es infinito.

En la quinta manera, el santo se yergue y se eleva, sin apoyarse en nada, como un profeta o como el mismo Jesús. Su actitud es la de la resurrección, está de pie en su cuerpo y su corazón. Sus brazos y sus manos manifiestan la escucha de la Palabra. Progresivamente se calla para escuchar y dejarse llevar por Aquel que le habla a través de las Escrituras.

A continuación, sus brazos se abren majestuosamente en la sexta manera, para abrazar e imitar a su Amigo que ha entregado su vida por él en la Cruz. Su gesto con los brazos en cruz significa la vida entregada por Cristo y la vida recibida por el santo. Gesto de crucificado-resucitado, que lleva a santo Domingo a volver a dar vida al pequeño joven caído del caballo y a los peregrinos ingleses.

En la séptima manera continúa su movimiento de brazos tendiéndoles decididamente hacia el cielo, con las manos ya sea unidas ya sea abiertas, como si fuese a recibir algo del cielo. La tensión de todo su ser muestra su deseo de estar con Aquél que está en el cielo y con nosotros cada día. Su cuerpo, al igual que su corazón, testimonia su súplica que se eleva, que surge como una flecha: conoce a Aquél a quien se dirige y sabe que su oración será escuchada, pues corresponde a la de Cristo: la promesa de enviarnos al Espíritu Santo.

Es el momento del encuentro con Dios en un diálogo cara a cara. Estas tres maneras de rezar giran en torno a una actitud, la del encuentro con Dios, cara a cara, como con un amigo.

En la octava manera de rezar, santo Domingo está sentado en una mesa, lee y escucha lo que el Señor le dice a través de su Palabra, y en la última manera se le ve con un compañero saliendo de viaje por los caminos del mundo para transmitir lo que ha contemplado. Santo Domingo ilustra de este modo la amistad de Jesús con sus amigos. Una amistad en la que no sólo se toma el tiempo de sentarse juntos, sino también de caminar por las sendas para compartir. Estados dos últimas maneras están ordenadas en torno al don: el don de Dios en su Palabra y en su vida, el don de Dios lleva a dar y a darse.

Las nueve maneras de rezar se dividen, por tanto, en tres etapas: la acogida, el encuentro, el don. Nos permiten entrar en un camino de salvación para curarnos de la devaluación sobre nosotros mismos y escuchar que el Señor nos dice: te recibo como eres; tú eres mi amigo, sé fecundo, da fruto.

–La oración con el cuerpo, ¿puede crear una mayor intimidad con Dios?

–Sor Catherine: Es el recorrido que propone este libro, es decir, entrar en un camino de interioridad y el cuerpo es una ayuda preciosa en esta pedagogía. Nos damos cuenta de que la antropología bíblica da a las diferentes partes del cuerpo funciones específicas, dinámicas, que simbolizan también las intenciones del corazón. Por ejemplo, el cuello puede simbolizar el lugar del honor, del peso, pero también el afecto o la humildad. De este modo se pasa del «cuello del cuerpo» al «cuello del corazón».

[«Los nueve modos de orar» están explicados con sus imágenes en la página web http://www.dominicos.org/op/modosorar/]

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ZENIT Staff

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