Roma despide a Giotto, maestro de la representación de la fe encarnada

En la recta final una exposición de las principales obras del artista toscano

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ROMA, jueves 16 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Giotto, el gran pintor del siglo XIV, maestro de la representación de la fe encarnada, es el protagonista de una exposición sin precedentes acogida por el Complejo Victoriano, ubicado detrás de la Plaza Venecia de Roma, que se clausurará el 26 de julio.

«Giotto y el siglo XIV» («Giotto e il Trecento») presenta 20 obras del autor y una antología de más de un centenar de pinturas y esculturas de los muchos discípulos que tuvo no sólo en Italia sino también en Alemania, Francia y España. A causa del éxito de público la exposición tuvo que prolongarse un mes.

El curador de esta muestra es Alessandro Tomei, profesor de Historia del Arte Medieval en la Universidad G. D’Annunzio en Italia, quien hizo una delicada selección y recolección de pinturas, fragmentos de frescos y mosaicos, manuscritos y  esculturas en bajorrelieve que hacen parte de la muestra.

Innovación que marcó una época

La representación tridimensional del espacio, la recuperación del naturalismo de la imagen de la figura humana, la introducción de una dimensión afectiva…, son algunos de los aspectos que resaltan en las obras de Giotto y que fueron decisivas para la llegada del Renacimiento, como lo demostraron discípulos como Simeone Martini, Pietro Lorenzetti y escultores como Arnolfo di Cambio, Tino di Camaino, Andrea Pucci Stadi.

«La característica fundamental del arte figurativo de Giotto debe a la recuperación de cánones naturalistas y clásicos que de alguna manera el arte medieval había puesto en discusión a través de formularios lingüísticos diversificados», explica a ZENIT la historiadora del arte, Claudia d’ Alberto.

Aunque se desconoce la fecha exacta del nacimiento del Giotto da Bondone, se cree que fue alrededor de 1267 en Vespignano, Vicchio, cerca de Florencia. Son pocos los datos que se tienen de su juventud. Estudió pintura con el maestro, Cimabue, cuya obra «Madonna con il bambino», forma parte de la muestra expuesta en el Vittoriano.

Luego viajó a Roma donde aprendió nuevas técnicas pictóricas con maestros como Pietro Cavallini, Jacopo Torriti e Filippo Rusuti, quienes representaron en la pintura la monumentalidad del arte clásico.

Sesenta años después de la muerte de san Francisco de Asís, el entonces superior general de los franciscanos, Giovanni da Murlo, lo llamó para que pintara los frescos de una basílica construida en honor del santo.

En la hoy monumental basílica gótica de San Francisco, principal punto de referencia del pueblo natal del santo, Giotto pintó una de sus obras maestras: las principales escenas de la vida de san Francisco: su conversión, el abandono de sus bienes, un momento en éxtasis, la canonización de san Francisco, entre otras.

Giotto se inspiró la biografía del santo de Asís escrita por san Buenaventura. Sus escenas son tan vivas que parecen hablar por sí mismas. Miles de fieles que durante años han pasado por este templo, han podido acercarse a la vida de este santo y conocer detalles de su vida contemplando los frescos de Giotto.

Pinturas recreadas con diferentes escenas del ambiente propio del siglo XIII, que representan por primera vez a San Francisco como un hombre, entre la gente, en la naturaleza y en espacios arquitectónicos.

Estos frescos muestran también el desarrollo de la orden franciscana, la muerte, las exequias así como la canonización del santo. Al ser tan compleja esta serie, se puede apreciar asimismo la evolución pictórica que adquiere Giotto hasta llegar a la madurez, con el pasar del tiempo.

Giotto pasó así del estilo bizantino a uno más realista e innovador. Alcanzó su máximo esplendor en respuesta a los encargos del Papa Bonifacio VIII.

La gran riqueza del artista se debe a la recuperación del naturalismo, dejando de lado la tradición clásica medieval del arte sacro. En sus obras comienzan a verse los pilares del arte renacentista como el volumen y la profundidad.

Supo representar no sólo a las personas, las cosas y los paisajes sino también, por primera vez en muchos siglos, el estado psicológico de los personajes por medio de las posturas y expresiones de los rostros.

«Esta recuperación del naturalismo y del clasicismo implica un estudio atento y cuidadoso de los principios de la óptica», dice Claudia d’ Alberto.

Arte para ateos y creyentes

Con su arte, Giotto abrió las puertas a la perspectiva que surgió como disciplina matemática en el renacimiento, para lograr conseguir un mayor realismo en la pintura.

«Hablamos de una pseudo-perspectiva que no tiene todavía un cálculo exacto, como sucederá en el siglo XV, pero en cierto modo logra reproponer la definida ‘medida encontrada'», asegura d’Alberto.

Un arte que influyó fuertemente en su época:  «Giotto logra reunir a su alrededor a un grandísimo número de colaboradores y logra sobretodo elaborar grupos de trabajo según su estilo que dejaba en manos de sus discípulos más talentoso. Así promovieron la difusión de su arte y de su grandísima fama», comenta la historiadora del arte.

Para Claudia d’Alberto la obra de Giotto sigue causando admiración por la «búsqueda del dato humano en la historia sacra».

La historiadora considera que esta es una lección para creyentes y ateos: «Su más grande fuerza es la humanización del sacro».

Por Carmen Elena Villa

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación