Roma se llena de jóvenes: «Es nuestro Papa y se lo debemos»

Chicos y chicas de todas las latitudes han rendido el último homenaje a Juan Pablo II

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 8 abril 2005 (ZENIT.org).- Han llegado de todas partes del planeta. Quieren acompañar en el viaje decisivo a su “amigo” Juan Pablo. No les importan ni las horas de viaje, ni pasar la noche, en medio de la fría humedad de la primavera romana. Están ya cogiendo su lugar.

Un grupo bullicioso de adolescentes. Vienen de Murcia. Chicas del colegio Nelba. Han hecho un viaje de 27 horas en autobús y están dispuestas a pasar la noche en blanco para poder entrar en la plaza, apenas se abran las vallas a las siete de la mañana.

«Lo hemos hecho con muchísimo gusto, todo por el Santo Padre. Queremos agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros. Si duda ha sido un personaje histórico, un personaje que nos ha marcado. Es nuestro Papa y se lo debemos. No podía ser de otra manera», dice una improvisada portavoz. La más pequeña, Marta, de once años, asiente y se dice dispuesta a pasar toda la noche al relente.

Un poco más allá, un grupo de chicos y chicas, acompañados de un joven con clergiman. Es su capellán, el padre Francisco Lázaro, argentino. Pertenecen a la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomas de Aquino (FASTA). Un movimiento de jóvenes dedicado a la educación. La fraternidad tiene colegios en España y han venido desde allí en una furgoneta. Han hecho doce horas de cola para entrar en la Basílica y buscan un lugar en el asfalto para pasar la noche: «Estamos aquí para agradecer este papado de Juan Pablo II, todo lo que nos dio y nos enseñó, lo que se sacrificó por nosotros y para pedir que seamos fieles a la doctrina y al magisterio que nos ha legado», dice el padre Lázaro.

«¿Le gustaría un papa que hablase español?», le preguntamos.«No, a mí me gustaría el Papa que Dios quiera y ya está. Me da igual. El Papa que el Espíritu Santo designe por medio de los cardenales, ese es el que me gustaría».

Al padre Lázaro le gustaría que el próximo Papa sea «santo, sabio y con fuerza para defender las verdades de nuestra religión».

Muy cerca, se encuentra el Grupo Familia Misionera, de Madrid. «He perdido la cuenta de las horas que han hecho los chicos para entrar», comenta el hermano Javier Cereceda, seminarista. «Vamos a ver si podemos acampar aquí para mañana», añade.

Lejos del jaleo de San Pedro, el barrio de Santa Maria delle Fornaci está semidesierto. Los habitantes de Roma que no están en San Pedro siguen su vida normal. No hay mas filas en el supermercado, ni en las tiendas de ropa, o de regalos. Aquí parece que no sucede nada. La señora que saca a pasear al perro, el vecino que viene con la compra, el mecánico que revisa un coche.

Delante de la iglesia, un coche con matrícula de Polonia. Han viajado sin parar durante 24 horas. Son una familia completa: el padre, Jansek, la madre y tres hijas. Han estado en la basílica y ahora no saben que harán para pasar la noche. Mandan a la niña mayor, que ha estudiado en Italia con una beca Erasmus, para enterarse de las novedades. Jansek es anticuario. A la pregunta de por qué toda Polonia se ha puesto en movimiento responde la hija: «Porque es el primero y el último. El próximo ya no será lo mismo».

Al subrayar el papel del Espíritu Santo, el padre asiente: «Todo depende del Espíritu Santo pero la persona de este Papa es irrepetible. Por eso hemos venido. Vinimos también otras veces para participar en audiencias generales, y en Polonia hemos ido a encontrarlo cuando ha ido. La primera vez que vine fue en 1979».

Jansek abre el maletero y regala a Zenit dos enormes manzanas de Polonia, maduradas en el árbol, de las que ya no hay por estas latitudes.

Rani viene del sur de la India. Está en Roma estudiando para ser religiosa de la Sagrada Familia de Spoleto. «Me gustaría que el próximo Papa fuera como éste», dice muy convencida. Lo que más admiraba de Juan Pablo II era «la serenidad del corazón».

Cuatro chavales scout, Mateo, Marco, Davide y Valerio, han llegado de Calabria y las Marcas. Van a coger sitio para la misa. Describen a Juan Pablo II con adjetivos contundentes: «Grande», «De todos», «Amigo», «Humano». Y desean que el próximo: «Sea tan bueno como éste».

Mateo reflexiona muy serio: «Es difícil para el Papa que venga. Tiene que recoger la herencia tan fuerte de este Papa. No quiere decir que no lo logre, o puede que lo haga mejor, o peor, no lo sé. Seguramente será un Papa distinto».

«Estoy de acuerdo –añade Marco–, pero esperamos que el Señor nos mande otro sucesor de Pedro digno de este nombre. Normalmente, a su modo, cada Papa es grande en algo, por lo tanto, siendo elegidos del Espíritu Santo no podemos sino confiarnos a la Providencia. Esperamos y rezamos».

«¿No crees que los cardenales ayudan un poco al Espíritu Santo?», les preguntamos. «Yo prefiero creer que no. Prefiero que se abandonen a Dios y sea Dios el que elija».

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ZENIT Staff

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