Roma: Un congreso alerta sobre la falsa unidad europea

Sin sus raíces espirituales, culturales y artísticas, carece de identidad

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ROMA, 19 mayo 2003 (ZENIT.org).- La construcción de la Unión Europea no puede limitarse sólo a criterios económicos, sino que debe prestar atención a las raíces espirituales, culturales y artísticas, un contexto en el que la literatura de los países del Este se ha revelado como factor de unidad hacia el continente y todo el mundo.

Así lo ha recordado un congreso celebrado en Roma bajo el título «Catolicismo y literatura en el siglo XX. Un puente entre oriente y occidente», orientado a investigar las relaciones entre el catolicismo y la literatura europea del siglo pasado con especial atención a los países del Este, pero también a la literatura anglosajona

«En 2004, siete países europeos pasarán a formar parte de la Unión Europea, países de aquella que Olivier Clement llamó “Tercera Europa”, entre Rusia y los países occidentales», explicó Andrea Monda, organizador y moderador del encuentro, a la agencia Zenit.

«Nos ha parecido oportuno –subrayó– prestar atención a estos países porque, como subraya frecuentemente el Santo Padre, construir la Unión Europea no se puede hacer sólo sobre el factor económico; hace falta restablecer las raíces espirituales, culturales y artísticas de Europa».

De acuerdo con Andrea Monda, «el arte, la religiosidad y la cultura son dimensiones que van de la mano. Olvidar que Europa ya estaban unida en la Edad Media por la misma fe cristiana supone arriesgarse a no crear una verdadera unión, sino sólo resolver parcialmente problemas de mercado. Se trata de resoluciones parciales que no unifican Europa».

«Por estos motivos –añadió–, hemos optado por contemplar la literatura de esta tercera Europa, incluida la gran Rusia. Esta parte de Europa ha dado grandísimos autores incluso en el siglo XX, un siglo tan dramático. Los distintos ponentes han intentado hacer ver cómo hasta en situaciones de divisiones y oposición, los artistas mantuvieron el contacto con Europa y el mundo».

Durante el congreso –celebrado el «Palazzo Mattei di Paganica», sede de la Enciclopedia Italiana– se pudo conocer, por ejemplo, la historia de Tudor Arghezi, «un gran poeta y escritor rumano que vivió profundamente la dimensión religiosa incluso en un período en el que su país estaba bajo la dictadura comunista».

«Los regímenes marxistas intentaron sofocar no sólo la espiritualidad, sino también el espíritu artístico –explicó Monda–. Tudor Arghezi es un ejemplo de que el arte no tiene límites ni barreras; se trata de un canal privilegiado para devolver una identidad común a una Europa que parece privada de ella».

Juan Pablo II cobra relevancia en este debate, porque con él «emerge la centralidad de Polonia», recalcó Andrea Monda.

«La figura del Santo Padre asume aún más la autoridad del pontífice en el sentido de que tiende un puente. Wojtyla es poeta y filósofo polaco, pero su circunstancia humana y espiritual asume una dimensión universal, una figura unificadora que intenta recordar a los políticos
lo importantes que son las raíces espirituales cristianas», constató.

«La actual tendencia en Europa –advirtió finalmente Andrea Monda– es la de poner a Dios entre paréntesis, pero actuando así no se cae en la cuenta de que también se pone al hombre entre paréntesis».

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ZENIT Staff

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