Roma y la Ortodoxia rusa tras la visita del Papa a Ucrania

Habla el director de la Academia de Ciencias Humanas Mohyla de Kiev

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KIEV, 27 junio 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- «Los muros que nos separan no llegan hasta el cielo». Lo dijo un metropolitano ortodoxo a finales del siglo XIX y hoy lo repite, con gran optimismo, uno de los intelectuales más conocido de la Iglesia ortodoxa en Ucrania.

Kostantin Sigov, 40 años, filósofo y teólogo, es director del Instituto de Ciencias Humanas en la Academia Mohyla de Kiev, «faro de cultura humanística y cristiana», como la ha definido Juan Pablo II.

Sigov pertenece a la Iglesia Ortodoxa Ucrania del Patriarcado de Moscú.

«Este viaje ha acercado la colina del Areópago de Atenas, visitada recientemente por el obispo de Roma, con la colina de san Vladimiro de Kiev. Por tanto, esta vez podemos decir verdaderamente que la fe mueve las montañas», comenta al concluir los cinco días de visita del Papa.

Sigov participó en la misa que celebró el pontífice en Kiev. No era el único fiel ortodoxo que participaba en el rito de los greco-católicos, había muchísimos, reconoce él mismo. Cristianos de las dos confesiones se unieron para orar y esto ya es un pequeño milagro, añade.

–Profesor Sigov, ¿cómo se le ocurrió ir a una misa del Papa?

–Kostantin Sigov: Yo creo que la visita del obispo de Roma a Kiev es un acontecimiento extraordinario que dejará una profunda marca en esta parte del mundo. Es la irrupción de un elemento meta-histórico en la historia. Como filósofo además de como creyente, estoy profundamente conmovido: ver al Papa en Kiev es un espectáculo mucho más intenso y conmovedor de lo que imaginó Hegel cuando admiró la entrada en Alemania de Napoleón a caballo. No, no pienso que en Kiev haya llegado el espíritu absoluto en «papamóvil», pero estoy convencido de que algo grande se ha producido.

–El Papa, en Kiev, ¿aumenta las divisiones o abre camino a la reconciliación?

–Kostantin Sigov: El sentido profundo de este viaje, no hay duda, está en el diálogo y en la reconciliación. Hemos escuchado juntos el pasaje de la carta de san Pablo a los Efesios sobre el vínculo de la paz. En griego se dice «sindesmos» y me parece interesante que el organismo más universal que reúne a todas las Iglesias ortodoxas, la Fraternidad Mundial, se llame justamente así.

–Juan Pablo II ha vuelto a pedir y a ofrecer perdón a la Iglesia ortodoxa. ¿Y ustedes como responden?

–Kostantin Sigov: Es el método más adecuado para reencontrar la unidad. Recientemente el obispo Kalistos Ware de Oxford, del Patriarcado de Constantinopla, ha pedido perdón a los greco-católicos por el pseudo-sínodo de Lvov de 1946, con el que Stalin puso fuera de la ley a los uniatas. Algo se mueve.

–Y entonces, ¿cómo explica la cerrazón total del patriarcado de Moscú a la visita del Papa en Ucrania?

–Kostantin Sigov: Los verdaderos motivos hay que buscarlos en la confrontación con los católicos. Hay una profunda analogía entre la situación actual de la Iglesia ortodoxa y la vivida por el catolicismo al acabar el Vaticano II. Así como entre los católicos había integristas que se resistían al cambio, también entre nosotros hoy, tras la caída del comunismo y la libertad reencontrada, existe el peligro de un cisma. Por esto se alza el tono de la polémica contra el exterior, en especial contra los católicos, con el objetivo de cerrar filas entre los ortodoxos.

–El arzobispo metropolitano Vladimir, jefe de la Iglesia a la que usted pertenece, ha rechazado entrevistarse con Juan Pablo II.

–Kostantin Sigov: Estoy convencido de que lo ha hecho contra sus propias convicciones. Lo conozco bien es un hombre de gran fe y cultura. Cuando era exarca en Europa occidental, en París, realizó gestos de gran apertura y su tesis en teología ha sido una firme defensa de Vladimir Soloviev y de Serghei Bulgakov, es decir de la más grande tradición ortodoxa.

–Pero el cisma se ha dado ya en Ucrania, con Filarete ¿no le parece?

–Kostantin Sigov: Estamos buscando nuestra identidad y como a menudo acontece cuando se vive un periodo bastante turbulento surgen soluciones extremas. Todos saben que Filarete en un tiempo estuvo decididamente contra los «uniatas» (así llaman despectivamente los ortodoxos a los greco-católicos, ndr) y la «ucranización» de la Iglesia. Ahora ha pasado de un extremo al otro y lo siguen los extremistas. Tenemos que cambiar, pero con equilibrio y sabiduría.

–Profesor, ¿le crean problemas estas ideas en su Iglesia?

–Kostantin Sigov: Mi opinión la comparten muchos sacerdotes y laicos. El problema central de hoy es la formación. Hemos construido muchas iglesias en estos últimos diez años pero no hemos logrado construir un sistema de enseñanza a la altura de los tiempos y abierto a la realidad contemporánea. Piense que en Moscú ¡se han vuelto a poner de moda los manuales de dogmátca del siglo XIX!

–Tras esta visita seguirá un periodo de hielo ecuménico entre el Vaticano y el patriarcado de Moscú?

–Kostantin Sigov: Yo no excluyo una reanudación del diálogo, quizá sobre bases más consistentes. Si lográramos cambiar nuestro sistema de enseñanza creo que surgirá gente nueva y más abierta. Hará falta tiempo, pero este es el camino.

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ZENIT Staff

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