Saludo de los obispos de África y Madagascar a la Conferencia de Aparecida

APARECIDA, miércoles, 23 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el saludo a la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que dirigió en nombre del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar, su segundo vicepresidente, monseñor Francisco João Silva, obispo de Chimoio (Mozambique).

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Señor Cardenal Presidente del CELAM, Eminencias, Excelencias, Reverendísimas, Apreciados invitados especiales, Reverendos sacerdotes, Hermanos y Hermanas, caros todos que participáis en esta augusta Conferencia,

¡Traigo saludos fraternos de la Iglesia de África para la Iglesia hermana de América Latina y de las Islas Caribeñas! ¡Qué la gracia y la paz del Señor sean la palanca y el sustentáculo de toda la vida de sus respectivos pueblos!

¡La invitación que el Señor Presidente de la Conferencia Latinoamericana (CELAM) dirigió a su homólogo, Presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM/ SELLAN) fue recibido con júbilo y aceptado de todo el corazón!

Primero, porque la Iglesia en África vio en esa invitación no solo una señal, sino sobretodo una vivencia concreta de aquello que propiamente caracterizaba la Iglesia, a saber, la comunión.

Segundo, la Iglesia en África vio en esa invitación una voluntad de querer dar más un paso en la implementación de aquello a lo que nos propusimos en el año 2000, cuando SCEAM/ SELLAN y CELAM se reunieron en Maputo, Mozambique, para reflexionar sobre la «Paz como Fruto de la Reconciliación». Pues, decíamos en esa cultura, que había toda una necesidad del CELAM y SCEAM/ SELLAN intensifiquen entre sí una sólida y coordenada colaboración apostólica. Por eso, hoy decimos: «gracias al CELAM por el empeño que está demostrando en la búsqueda del ideal al que nos comprometimos hace siete (7) años».

Bien, quien debería estar aquí representando al SCEAM/ SECAM es su Presidente, su Eminencia el Señor Cardenal Policarpo Pengo, Arzobispo de Dar-Es-Salaam, Tanzania. A la última hora, recibí la noticia de que él me pedía, como uno de sus Vicepresidentes, que le representar en esta augusta Asamblea. En respuesta, dije que ya tenía un viaje a Brasil, pero para una misión diferente. Sin embargo, me ofrecí para representarlo en la Misa inaugural, en la sesión de apertura y en las otras sesiones, cuando el programa de la otra misión me lo permitiese. Por eso, pido a que no vengan a extrañar mis ausencias.

Quiero terminar, felicitando al CELAM por el tema escogido para ésta V Conferencia: «Discípulos y Misioneros en Jesucristo, para que en él nuestros pueblos tengan vida» – «Soy el camino, la verdad y la vida» (Jo 14, 16)

A la primera vista, el tema no parece tener nada de nuevo, pues por definición, todo el cristiano debería ser un discípulo y misionero de Jesucristo. Pero, quizá sea precisamente en este aspecto paradójico que el tema encuentra toda su fuerza. Porque, si por un lado, todo cristiano debería ser discípulo de Jesucristo, por otro, es también un hecho que ni todos los que hicieron parte de las multitudes que andaban detrás de Jesús eran verdaderos discípulos suyos. Unos, hallando demasiado duro el lenguaje de Jesús, desistieron y no anduvieron más con Él (cf. Jn 6, 60-66). El discípulo y misionero de Jesucristo es aquél que se empeña en la escucha de su Palabra, sigue sus pisadas, carga su cruz todos los días, busca romper radicalmente con todo lo que es efímero y se coloca a la entera disponibilidad de la Voluntad de Dios. Pero el discípulo no se queda ahí. La escucha de la Palabra y la experiencia de la vida de Jesús, lo impelen a transmitirlas a los demás. Por eso para mí, ser discípulo y misionero de Jesucristo, se condensaría en el resultado de aquel diálogo que Jesús tuvo con la mujer samaritana, junto al pozo de Jacob, pues constatamos en el Evangelio que, después de haber hablado con Jesús, la mujer dejó el balde, fue a la ciudad y dijo a las personas: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho ¿Será qué él no es el Mesías?… Los samaritanos entonces fueron al encuentro de Jesús y le pidieron que se quedase con ellos. Y Jesús se quedó ahí dos días. Muchas otras personas creyeron en Jesús al oír su Palabra. Y decían a la mujer: ‘ya no creemos a causa de aquello que usted dijo. Ahora, nosotros mismos oímos y sabemos que éste es, de hecho, el Salvador del Mundo'» (Jn 4, 29-42). ¡Ojalá qué vuestras ponderaciones permitan hacer con qué la evangelización en América Latina, en las Islas Caribeñas y, eventualmente, en el mundo entero pueda tener éxito semejante a aquel que tuvo el testimonio de la sencilla mujer samaritana! Éste, Eminencias, Excelencias, Reverendísimas y vosotros todos qué participáis en esta augusta Conferencia, es el grande voto de la Iglesia Hermana de África.

¡Qué Dios os asista a lo largo de todo el trabajo!

Aparecida, el 14 de Mayo de 2007
+ Francisco João Silva
Obispo de Chimoio y 2º Vice-Presidente de la SCEAM/ SECAN

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ZENIT Staff

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