Santa María en Pompeya, destinataria de la máxima distinción pontificia

La “Rosa de Oro”, regalo de leyenda y don de reinas

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MADRID, martes, 14 octubre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI entregará la “Rosa de Oro” a la Virgen de Pompeya, durante su visita pastoral de este domingo al conocido santuario italiano situado en Nápoles, según el programa hecho público por la Santa Sede.

La Rosa de Oro es un reconocimiento del Papa a personalidades católicas prominentes, que ha experimentado una evolución significativa. Primero lo recibían reyes y dignatarios, luego casi exclusivamente reinas. Y últimamente Nuestra Señora en algunas de sus advocaciones. La distinción fue creada por el Papa León IX en 1049.

La distinción clásica es en realidad no una rosa sino un rosal de oro con flores, botones y hojas. Entre las reinas que la recibieron están María Cristina de Austria, reina regente de España (León XIII, 1886); Isabel I de Brasil (León XIII, por liberar a los esclavos en 1889); Victoria Eugenia, consorte de Alfonso XIII en 1914, por Benedicto XV.

En tiempos más recientes, después del Concilio Vaticano II, la condecoración pontificia pasó a ser regalo de los papas a Nuestra Señora: Fátima en 1965 por Pablo VI; Aparecida en Brasil, en 1967 por Pablo VI; de Luján en 1982 por Juan Pablo II; de Guadalupe; de Loreto; de la Evangelización en Lima, Perú, en 1988, por Juan Pablo II; de Jasna Gora en Czestokowa, Polonia, en 2006 por Benedicto XVI; Aparecida en Brasil, en 2007 por Benedicto XVI.

La rosa de oro que actualmente tiene en su mano derecha Nuestra Señora de Covadonga es regalo de la Institución Teresiana, en agradecimiento a la Madre de Jesús porque, en aquella cueva san Pedro Poveda recibió la inspiración para crear la asociación internacional de fieles. Covadonga, lugar venerado por todos los miembros de esta asociación, es escenario todos los años de un regalo a la Santina en recuerdo de este hecho.

Sobre la “Rosa de Oro” hay un bello relato romántico, escrito en el siglo XIX, por el escritor español Leopoldo Alas (Clarín), centrado en este regalo papal y en el robo que sufrió la iglesia de San Mauricio y de Santa María Magdalena, en Hall (Europa Central), donde se guardaba, como el tesoro que era, una “rosa de oro” (gemacht vonn golde, dice un antiguo código) regalo de León X a la Iglesia que se extendía por aquellos lugares.

Según este relato que probablemente se basa en leyendas del lugar, la rosa fue robada de la iglesia por un joven para regalarla a la dama de sus amores. Esta, cuando se dió cuenta de la locura del joven, peregrinó a Roma para devolverla al Papa. El Obispo de Roma retuvo la rosa, tranquilizó a la joven y la devolvió a su país con una generosa limosna para el viaje y para aquella iglesia. Años después, la rosa llegó como regalo del Papa a María Blumengold, que así se llamaba la peregrina.

El Papa bendecía antes de Pascua, en el domingo de Laetare (el Domingo de las Rosas), las de oro, que luego enviada con sendas embajadas a reinas y otras damas ilustres que se habían distinguido en la protección a la Iglesia o la defensa de los débiles; también a las iglesias predilectas y a las ciudades amigas.

Esta vez es Nuestra Señora de Pompeya, y por tanto la Iglesia de Nápoles, la que recibe la distinción de Benedicto XVI.

Por Nieves San Martín
 

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ZENIT Staff

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