Santa Sede en Monterrey: La dignidad humana, objetivo del desarrollo

Monseñor Martino en la Conferencia mundial sobre Financiación del Desarrollo

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CIUDAD DEL VATICANO, 24 marzo 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede propuso a la comunidad internacional en la Conferencia Internacional sobre Financiación del Desarrollo en Monterrey (México) establecer programas que conciban la dignidad humana como valor central de la financiación del desarrollo.

El arzobispo Renato Martino, jefe de la delegación vaticana en la Conferencia, intervino el 21 de marzo para subrayar que «demasiadas familias en el mundo actual están obligadas a preocuparse de la supervivencia y no tienen el lujo de participar como actores en su desarrollo».

«Demasiada gente se ve forzada a emigrar –siguió constatando el representante del Papa en las Naciones Unidas de Nueva York–, demasiada gente sigue oprimida por la pobreza absoluta y vive en países donde el peso de la deuda hace imposible lograr el acceso a los servicios sociales básicos y protecciones sociales».

«En esta perspectiva –añadió–. La financiación del desarrollo debe tocar todos los aspectos de la vida, el individuo, la familia, la comunidad y el mundo».

El representante vaticano subrayó un criterio fundamental para los programas de desarrollo que surgieron de Monterrey: «el ser humano debe estar en el centro de un desarrollo sostenible».

Al día siguiente, 22 de marzo, la sesión plenaria de la Conferencia convocada por la ONU aprobó por aclamación el documento final que fue bautizado como «Consensus de Monterrey», que había sido preparado dos meses antes.

En su edición diaria en italiano del 24 de marzo, «L´Osservatore Romano» constataba las críticas al documento de siete páginas emitidas en la Conferencia por las delegaciones de algunos países en vías de desarrollo que pedían compromisos más serios para luchar contra la pobreza.

«La Santa Sede cree firmemente que cualquier esfuerzo a favor del desarrollo debe tener en cuenta las ramificaciones morales de la actividad económica y su financiación a la luz de una visión integral de la persona humana», siguió indicando en su intervención Martino.

«Hay una esencial interacción, un imperativo moral, que ha sido demasiado a menudo descuidado en el diálogo sobre la ética de la vida económica», denunció.

«Un verdadero interés por el desarrollo de los pueblos no puede permitirse ser reduccionista, sino que debe respetar las genuinas exigencias de la economía y de la ética. La dignidad humana debe ser el valor central de la financiación del desarrollo», insistió.

Recordó monseñor Martino que «uno de los principios éticos fundamentales de la enseñanza social de la Santa Sede es el principio del fin universal de los bienes creados».

«El mundo de hoy está ensombrecido por una frágil paz y marcado por promesas rotas. Demasiada gente vive sin esperanza, con muy pocas oportunidades de lograr un mejor futuro para sí mismos, sus hijos y las futuras generaciones», recordó.

En este escenario, recordó a las delegaciones presentes el compromiso que ellas mismas asumieron: «mejorar el desarrollo social del mundo de manera que todos los hombres y mujeres, especialmente los que viven en pobreza, puedan ejercer los derechos, usar los recursos y compartir las responsabilidades que les permitan llevar vidas satisfactorias y contribuir al bienestar de sus familias, sus comunidades y la humanidad».

Para ello, consideró, «los gobiernos no pueden permitirse que el documento de consenso de Monterrey y los resultados de las discusiones y deliberaciones sean olvidados o dejados de lado».

Subrayó que «la Familia de Naciones no puede permitir dejar pasar un solo día más sin que el intento concreto de cumplir los objetivos y hacer progresos mensurables hacia la erradicación de la pobreza sean perseguidos con toda la energía y resolución posibles».

El diario oficioso del Vaticano informaba además que el gobierno de Estados Unidos no respondió en Monterrey al llamamiento del secretario general de la ONU, Kofi Annan, a multiplicar por dos las ayudas al desarrollo, pasando de los 50 mil millones de dólares actuales a los 100 mil millones al año.

George W. Bush, sigue informando «L´Osservatore Romano», insistió más bien en la idea de promover el libre comercio y la inversión como factor decisivo de desarrollo y propuso una especie de pacto entre países ricos y pobres.

El diario oficioso subraya la diferencia de esta posición con posiciones de la Unión Europea. Cita en concreto las afirmaciones e Jacques Chirac, presidente francés, quien habló de «globalización humanizada y controlada» y propuso reflexionar sobre la creación de tasas internacionales, principio inspirador de la «Tobin tax».

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ZENIT Staff

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