Saturnino López Novoa, pasión por los últimos

Casa-museo del fundador de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados

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HUESCA, viernes 25 noviembre 2011 (ZENIT.org).- La comunidad de Hermanitas de los Ancianos Desamparados inaugura la casa-museo de su fundador, el sacerdote Saturnino López Novoa, el martes 29 de noviembre. Monseñor Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y Jaca, presidirá una Eucaristía en la catedral, en la que participará la madre general de la congregación, María Purificación Castro Negro.

El sacerdote Saturnino López Novoa nació en Sigüenza, España, en 1830 y murió en Huesca, en 1905. En su infancia quedó huérfano de madre y fue acogido por unos tíos, residentes en Berlanga de Duero, Soria, desde donde marchó en 1854 a Barbastro, con un tío suyo, Basilio Gil y Bueno, que había sido nombrado vicario capitular de esa diócesis. Al ser nombrado su tío obispo de Huesca (1862-1870), se trasladó con él a esta ciudad y permaneció a su servicio como secretario.

Fue párroco de la catedral de Huesca, secretario del Obispado, profesor del Seminario y canónigo. Escribió la Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Barbastro y descripción geográfico-histórica de su Diócesis, que le valió el merecido nombramiento de académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

Fruto de una sólida formación eclesiástica iniciada en el seminario de Sigüenza, y la posterior obtención de los títulos de licenciado y doctor en Teología en el Seminario de Toledo, así como su entrega y generosidad en su vida sacerdotal, en Huesca dejó una destacada impronta en beneficio de las clases más necesitadas.

Fundó la Casa de Estudiantes Pobres, la Casa Asilo para Niñas, la rama femenina de las Conferencias de San Vicente de Paúl, propició la instalación en Huesca de las Hermanitas de los Pobres (francesas) y de las Siervas de María.

A petición del Ayuntamiento, realizó informes de la situación de pobreza y necesidad que sufrían numerosos oscenses.

Su puerta y su casa, en el nº 12 de la plaza Lizana, fue lugar de encuentro donde los pobres participaban de su generosidad y caridad sacerdotal.

Fue profesor del Seminario Conciliar y mecenas del mismo, confesor de órdenes religiosas, canónigo chantre de la santa iglesia catedral.

Ya en Barbastro, conoció a algunas jóvenes, procedentes de distintos lugares de España, que apuntaban la vocación religiosa y, desde Huesca, siguió tutelando su formación religiosa.

Con ese primitivo grupo, en el que estaba la que sería la primera madre general de la congregación de las Hermanitas, santa Teresa Jornet Ibars, fundó en Barbastro la gran obra de su vida, que con el carisma de la caridad, núcleo de la vida cristiana, esta congregación, extendida hoy por numerosos pueblos y ciudades de España y del mundo, acogen y sirven a los ancianos.

Escribió numerosas obras de carácter religioso y organizativo para la formación espiritual de las primeras comunidades de Hermanitas, que ya en vida del fundador fueron abriendo casas de acogida en bastantes poblaciones de España y América.

Con el tiempo, la Asociación de Católicos de Valencia, su arzobispo y el obispo Francisco García López facilitaron a Saturnino López Novoa medios y apoyos suficientes para que lo que inicialmente era un instituto de Hermanitas se convirtiera en congregación, que se establecería en Valencia, sede desde entonces de la casa general, a donde serían llevados desde Huesca los restos del fundador, en 1912.

En la casa-museo, recreación de la vivienda del fundador, de la plaza Lizana de Huesca, que se inaugura el próximo martes 29 de noviembre, es donde se fraguó la fundación de las Hermanitas. Numerosas visitas, viajes, encuentros de las primeras religiosas recibieron en estos espacios sus indicaciones, orientaciones, la fuerza de su fe y el impulso de su caridad, que junto a la generosidad de aquellas jóvenes hicieron posible el nacimiento y crecimiento de la congregación.

Para rememorar la fundación por el sacerdote Saturnino López Novoa de la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, se descubrirá una placa conmemorativa en la que fue su residencia en Huesca.

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ZENIT Staff

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