Se expande el juego legal

Pero las comunidades deben soportar el coste social

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HARRISBURG, Pennsylvania, sábado, 24 julio 2004 (ZENIT.org).- La promesa de grandes ganancias está incitando a los gobiernos a inclinarse hacia la legalización del juego de azar, incluso a pesar de que los críticos advierten sobre los problemas sociales que ocasiona.

A principios de este mes, los legisladores del Estado de Pennsylvania (Estados Unidos) aprobaron una ley, firmada por el gobernador al día siguiente, permitiendo hasta 61.000 máquinas tragaperras, informó el 4 de julio Associated Press. Los partidarios de la medida esperan que rinda más de mil millones de dólares al año en ganancias para el estado.

Un representante del Estado, Daryl Metcalfe, predecía que la legislación podría dar como resultado un incremento en el crimen, las bancarrotas, el divorcio y los abusos infantiles. «Nuestros nuevos ingresos podrían fácilmente quedarse en cero» por los costes que acarrea el afrontar estos problemas, advertía.

Antes, en California, el gobernador Arnold Schwarzenegger anunciaba un acuerdo con las tribus indias para permitirles extender las actividades de juego, a cambio de dar al estado una parte en los beneficios, informó el 22 de junio Los Angeles Times. La cuestión de cuánto dinero recibirá el estado es incierta. Pero se ha informado de que las tribus pagarán más de mil millones de dólares a las arcas del gobierno durante el presente año.

El estado necesita angustiosamente dinero, al estar en medio de una crisis presupuestaria alarmante. En los próximos años es probable que paguen anualmente entre 150 y 200 millones de dólares, según Schwarzenegger. Los Angeles Times explicaba que las tribus no tienen que declarar los ingresos de sus casinos. Pero los beneficios se estima que están entre los 4.000 y 6.000 millones de dólares al año.

Beneficios, a un precio
Los costes sociales de permitir el juego fueron puestos de relieve el 24 de febrero en el Wall Street Journal. Un artículo consideraba la experiencia de la ciudad de Riverside en Missouri, y hablaba de cómo la alcaldesa Betty Burch superó su oposición al juego cuando oyó hablar de las mejoras en la ciudad que podrían hacerse con los ingresos extraordinarios que atraerían los impuestos al juego de azar.

Así, en 1994, se abrió un barco fluvial para el negocio y desde entonces la ciudad ha recibido 50 millones de dólares de este establecimiento. La ciudad se benefició construyendo obras públicas gracias a los ingresos, pero la hermana viuda de la alcaldesa perdió su hogar familiar debido a las deudas de juego.

El Journal indicaba que cerca de una docena de gobiernos estatales esperan que los ingresos del juego resolverán sus problemas presupuestarios. En ese momento, 29 estados ya tenían casinos. El artículo observaba que la gente juega más cuando vive cerca de un casino. En Nevada, por ejemplo, el 43,7% de los residentes locales hacen una media de 22,8 visitas a un casino al año.

Y cuanto más se va a jugar, más bancarrotas hay. El Christian Science Monitor informaba el 19 de marzo de un estudio que demostraba que la media de bancarrotas es el doble de alta en los condados con casinos de juego que en aquellos en los que nos los hay.

El Monitor señalaba que la industria del juego niega su responsabilidad en los problemas de bancarrotas. Por el contrario, la industria defiende que el juego crea beneficios económicos para las comunidades locales. Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad Creighton de Omaha, Nebraska, muestra una imagen de luces y sombras.

Los investigadores examinaron las tendencias de las bancarrotas en los condados, en 1990 y de nuevo en 1999. Descubrieron que las bancarrotas de negocios son 35% más bajas en los condados con instalaciones de juego. Pero el índice de bancarrotas personales en localidades con juego era el doble del de las áreas sin juego.

El mayor reconocimiento de los problemas que trae el juego está detrás del rechazo de muchas propuestas recientes, afirmaba en su editorial del 23 de junio el Christian Science Monitor. Según el Monitor, de 46 medidas para establecer o extender el juego durante el año pasado, sólo cuatro fueron aprobadas.

En el 2003, una mezcla de ciudadanos, legisladores y tribunales bloquearon 20 propuestas de máquinas tragaperras en las pistas de carreras, afirmaba el editorial. Una oposición similar bloqueó seis nuevos casinos, la expansión de otra media docena de casinos, cinco loterías estatales, y la introducción de máquinas de lotería en las tiendas de seis estados.

En la línea del acuerdo hecho por California, el Los Angeles Times observaba el 7 de julio que los casinos indios en Connecticut han traído tanto problemas como beneficios económicos. El casino de Foxwoods paga cerca de 400 millones de dólares al estado. Pero las comunidades cercanas al casino no están felices con la situación. Ven pocos beneficios, y tienen que enfrentarse con el aumento de tráfico, el crimen y los problemas considerados asociados con el juego.

Problemas en Canadá
En Canadá, crece la preocupación sobre el número de adictos al juego, especialmente con aquellos que juegan con vídeo terminales de loterías. Según una nota de prensa del 12 de diciembre de Statistics Canada, más de 1,2 millones de adultos corren el riesgo de sufrir problemas de juego o ya están en apuros. De ellos, 120.000 personas tienen problemas financieros o sociales, están deprimidos o ansiosos, o son alcohólicos.

Estos 1,2 millones de individuos representan el 5% de la población total de adultos, y el 6% de todos los jugadores. Según el estudio, los que más probabilidades tienen de correr riesgos o tener problemas son hombres, aborígenes, quienes tienen una menor educación, individuos que juegan en las vídeo terminales de loterías, y personas que juegan con frecuencia.

Statistics Canada observaba que el juego continúa extendiéndose. En el 2002, se estima que 18,9 millones de adultos canadienses jugaron 11.300 millones de dólares canadienses (8.500 millones de dólares), más de cuatro veces los 2.700 millones de dólares canadienses de hace una década.

Pérdidas en Australia
Los apostantes son aún más entusiastas en Australia. La comisión del juego de Tasmania calculaba que, en el año económico 2002-2003, se jugaron en el país 128.300 millones de dólares australianos (92.900 millones de dólares estadounidenses), informaba el 9 de julio el periódico de Adelaida, Advertiser. En total los jugadores perdieron cerca de 15.300 millones de dólares australianos (11.000 millones de dólares).

La parte del león del juego va a las máquinas tragaperras, con más de 90.000 millones de dólares australianos (65.200 millones de dólares).

Los casinos recibieron más de 17.000 millones de dólares australianos. Las ganancias gubernamentales del juego alcanzaron los 3.900 millones de dólares australianos (2.800 millones de dólares) en el 2002-03.

Un artículo del británico Financial Times el 7 de mayo observaba que la industria del juego en Australia atrae cada vez más críticas. Tanto Mark Latham, líder del Partido Laborista en la oposición, como Peter Costello, ministro de hacienda federal y favorito para reemplazar al actual primer ministro John Howard, cuando se retire, han mostrado su preocupación y prometen ocuparse de la dependencia de los gobiernos estatales de los ingresos del juego.

Australia es el hogar de cerca del 21% de las máquinas de juego electrónicas del mundo, según el Financial Times. Hay una por cada cinco australianos, cinco veces más que en Estados Unidos.

Citando datos del Centro para la Investigación del Juego en la Universidad Nacional Australiana de Canberra, el artículo observaba que en el ejercicio económico 2002-2003, el Estado de Australia del Sur ganó 241 millones de dólares australianos (174 millones de dólares) de las máquinas de póquer, Queensland 3
73 millones, Victoria 825 millones y Nueva Gales del Sur 757 millones. En Victoria, los impuestos de todas las clases de juego se prevén que hagan más de un 14,8% de los ingresos estatales de este año. Para otros estados, el porcentaje está entre un 8% y un 12%.

En un artículo de opinión escrito por el periódico de Melbourne, The Age, el pasado 15 de octubre, dos profesores universitarios, Anne O’Casey y James Doughney, llamaban la atención sobre cómo los operadores de juego confían en los grandes jugadores. Un documento interno perdido de la división de marketing de los clubs Tattersalls revelaba que se probó un «programa avanzado» en 13 lugares de Tattersalls con máquinas de póquer al este de Melbourne en el 2002.

El comportamiento de los miembros de los clubs fue seguido cuando usaban sus tarjetas en las máquinas de póquer de cualquiera de los lugares. El análisis del documento sobre estos datos establecía que los clubs obtenían el 57% de sus ingresos de un grupo muy pequeño de clientes. Este grupo formado por el 15% de los jugadores pierde más de 100 dólares australianos (72 dólares) en cada visita.

O’Casey y Doughney argumentaban que las pérdidas de esta magnitud causan gran daño a las familias y a las comunidades locales. El apuntar deliberadamente a los grandes jugadores «representa una conducta inconsciente», afirmaban. Sin embargo, «esta conducta se ha hecho posible y legal gracias a la legislación estatal». Parece que los gobiernos son los grandes ganadores del negocio del juego.

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ZENIT Staff

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