Se pierde el «sentido del pecado» y aumentan los «complejos de culpa», constata el Papa

Discurso a sacerdotes ordenados recientemente

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 16 marzo 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI constata que a la pérdida del «sentido del pecado», que caracteriza a la sociedad actual, le ha seguido un aumento de los «complejos de culpa».

Este fenómeno, añade, demuestra la necesidad que tiene el ser humano de recibir el perdón de Dios, que tiene lugar a través del sacramento de la confesión.

Así lo constató el Papa al recibir en audiencia a los participantes en el curso sobre el foro interno (es decir, todo lo que está ligado a las cuestiones de conciencia), ofrecido por el Tribunal de la Penitenciaría Apostólica a sacerdotes ordenados recientemente.

Al hacer un análisis de la realidad actual, explicó que en estos momentos puede percibirse «una humanidad que querría ser autosuficiente, pues muchos consideran casi pueden prescindir de Dios para vivir bien».

Y, sin embargo, reconoció, «¡cuántos parecen quedar tristemente condenados a afrontar dramáticas situaciones de vacío existencial, cuánta violencia hay todavía en la tierra, cuánta soledad pesa sobre el espíritu del hombre de la era de la comunicación!».

«En una palabra –dijo–, parece que hoy se ha perdido el “sentido del pecado”, pero en cambio han aumentado los “complejos de culpa”».

«¿Quién podrá liberar el corazón de los hombres de este yugo de muerte, si no es Aquel que al morir derrotó para siempre la potencia del amor divino?», se preguntó el Papa.

«El sacerdote, en el sacramento de la Confesión, es instrumento de este amor misericordioso de Dios», aseguró.

«El compromiso del sacerdote y del confesor consiste principalmente en esto: llevar a cada uno a hacer la experiencia del amor de Cristo para él, encontrándole en el camino de la propia vida».

Por ello, concluyó, «que el sacerdote, el ministro del sacramento de la Reconciliación, sienta siempre como una tarea propia la de reflejar, en las obras y en el modo de acercarse al penitente, el amor misericordioso de Dios».

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ZENIT Staff

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