Se teme una espiral de violencia en Irak, afirma el obispo latino de Bagdad

Tras la muerte de más de cien personas en el atentado de Nayaf

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BAGDAD, 1 septiembre 2003 (ZENIT.org).- El atentado que el pasado viernes sacudió la ciudad iraquí de Nayaf –a 150 kilómetros al sur de Bagdad– «hace temer un futuro aún más violento y una verdadera reacción en cadena», advirtió el obispo latino de Bagdad, monseñor Jean Benjamín Sleiman.

Se trata de un episodio que demuestra «el vacío político y de seguridad» que vive el país actualmente, declaró al día siguiente de la masacre el prelado de origen libanés a la agencia misionera Misna.

Aproximadamente 120 personas perdieron la vida cuando se activaron dos coches-bomba cargados con 700 kilos de explosivos ante la mezquita del imán Ali (yerno de Mahoma) –una de los lugares más venerados por los chíies– al término de la oración del viernes pasado.

En el ataque murió el ayatollah Mohammed Baqr al Hakim, líder chiíta al frente de la Asamblea Suprema de la Revolución Islámica en Irak quien, desde sus 23 años de exilio en Irán, dirigió la oposición al régimen de Saddam Hussein. Había regresado a su país el pasado mes de mayo.

La Hawza –máxima autoridad religiosa de esta rama del islam en el país– difundió el domingo un comunicado en el que advirtió de «consecuencias nefastas» si se descubren los verdaderos motivos religiosos que están detrás del atentado, según recoge «Ansa».

El Consejo de gobierno transitorio iraquí pidió ese mismo día a las autoridades militares británicas el cierre de la frontera con Irán, ante el temor de la llegada de fieles chiítas a Irak con el objetivo de vengar la muerte de su líder, situación que podría dar inicio a una guerra civil.

Tras «una matanza de estas características», la población «vive angustiada y teme por su propia vida», reconoció monseñor Sleiman, describiendo que en Bagdad por el momento la situación parece bajo control.

En cualquier caso, «la tensión está siempre en el aire, porque la violencia podría golpear a cualquiera en cualquier momento». «No necesariamente quien gana la guerra también gana la paz», constató el prelado.

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ZENIT Staff

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