Ser como san Francisco, acoger las diferencias evitando la confusión deletérea

Entrevista al obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino

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Por H. Sergio Mora

ROMA, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- Mañana viernes 5 y el sábado 6 de octubre tendrá lugar en Asís, Italia, una nueva edición de El Atrio de Gentiles, un espacio neutro abierto a la reflexión también con los no creyentes, organizado por el Pontificio Consejo de la Cultura.

En esta ocasión, denominado El Atrio de Francisco, incluye una serie de iniciativas diferentes, entre ellas el diálogo entre y el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, y el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, proveniente del Partido Comunista.
 
Zenit ha conversado con el obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino, sobre el carisma de san Francisco, en particular respecto al evento El Atrio de Francisco, en la entrevista siguiente.
 
Uno tiene la impresión de que todos, independientemente de la corriente o pensamiento al que pertenecen dicen: «¡San Francisco es mío y pensaba como yo!»
 
–Mons. Sorrentino: San Francisco es de Jesús y del Evangelio, es necesario tener esta percepción profunda y clara de su identidad. Apenas se llega a las fuentes que hablan sobre él, apenas uno se acerca a él y ve desde su interior, uno se da cuenta de esto. Por supuesto, es también un santo que ha influido en la cultura y se presta a consideraciones de tipo social, incluso en una política sana. Pero lo que el nos da y que se renueva continuamente, es que eligió a Jesucristo, también la radicalidad de su vida y su pasión eclesial.

Por un lado se podría pensar que llegaba a todos gracias a un cierto «relativismo», pero en realidad era un santo muy radical.
 
–Mons. Sorrentino: San Francisco tenía un amor apasionado por Jesús y quería conformarse plenamente a Él y lo hizo de la manera más evangélica, aquella de la Cruz. Cristo es anunciado en la medida en que se hace siervo y se convierte en alimento: Francisco fue esto y nos enseña esto. 
 
En San Francisco existía una gran universalidad, si bien lo denominaron «el más italiano entre los santos»
 
–Mons. Sorrentino: Su universalidad expresa del mejor modo posible una de las dimensiones de nuestro carácter nacional italiano y de nuestra historia: Italia siempre en su configuración histórica se ha distinguido como tierra de integración.

Francisco desde el punto de vista de su experiencia evangélica también expresa lo mejor de esta característica nacional, y en este sentido no están contradicción su universalidad –que se expresa también en la frecuente utilización de otro idioma, el francés–, y su ser misionero siempre abierto a otros pueblos y culturas, con el retornar a su ciudad Asís, y tener raíces en la propia visión y horizonte de la cultura italiana.
 
El santo de Asís estaba abierto a la inmigración pero no a todo… 

–Mons. Sorrentino: Un modelo que nos ayuda a mantener nuestro punto de gravedad, el ser fieles a nuestra cultura, a defender los valores inalienables y al mismo tiempo hacerlo abriendo el corazón a los diversos que llegan entre nosotros, de manera que la apertura no nos conduzca a una confusión que sería perjudicial para nuestra vida y nuestra sociedad.
 
San Francisco en el
Atrio de los Gentiles, ¿cuáles son las expectativas hacia El Atrio de Francisco
 
–Mons. Sorrentino: Grandes porque el tema que se coloca en el centro es básico: «el misterio de Dios». Es un signo de este misterio que no ha sido superado en la cultura contemporánea, y además de máxima relevancia. Esperamos que a la sombra de san Francisco, una reflexión entre creyentes y no creyentes pueda llevarnos a interesarnos en este punto focal,  que además es el centro de energía vital de toda nuestra existencia. 
 
¿Cuántos son los invitados al Atrio de Francisco
Unas treinta personalidades. Será una gran experiencia como laboratorio de reflexión coral, también porque los participantes estarán de alguna manera implicados en las reflexiones. Por lo tanto será importante no sólo escuchar a los oradore sino para participar y sentirse llevados a una reflexión profunda.

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ZENIT Staff

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