"Ser una minoría religiosa no hace menos importantes"

Los católicos, fundamentales para el futuro de Moldavia, según el Primer Ministro

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CHIŞINĂU, lunes 1 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- “Al igual que un país no es más o menos importante según sea pequeño o grande, también una Iglesia minoritaria no es menos importante”.

Así lo afirmó el Primer Ministro de Moldavia, Vlad Filat, al intervenir durante el encuentro de Conferencias Episcopales del sureste europeo, que se ha celebrado este fin de semana en Chişinău, capital moldava.

«Los problemas en Moldavia son numerosos – admitió – pero en el origen de todos está la crisis moral. Por esto debemos volver a la raíz de los problemas. Sólo sabiendo de donde venimos, sabremos a dónde iremos. La Iglesia debe jugar un papel decisivo en el camino de Moldavia hacia Europa”.

«Somos conscientes del trabajo que debemos hacer y esperamos que la Iglesia se empeñe en el apoyo a la formación de un pueblo que tenga en su base los mejores principios morales sobre los que construir la nueva sociedad”, afirmó el dignatario, según recoge un comunicado del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE).

El obispo de Chişinău, monseñor Anton Cosa, afirmó a propósito de esto: “Nos sentimos parte viva de esta tierra por la que cada día consumimos nuestros recursos de fe y de caridad, para que el pueblo moldavo pueda crecer y volver a encontrar, en la solidaridad del mundo católico, motivo de gran esperanza”.

«La Iglesia, a través de sus estructuras, seguirá realizando cuanto sea necesario para que se supere toda situación de malestar social”, dando “su contribución determinante a la construcción de una sociedad reconciliada y solidaria, capaz de hacer frente al proceso de secularización en acto”.

Luces y sombras

En una entrevista concedida a la agencia italiana SIR, monseñor Cosa afirmó que Moldavia atraviesa una fase de crisis, como gran parte de los países europeos.

Aunque la economía local saca fuerza de las remesas de los emigrantes – la cuarta parte de la población está en el extranjero – “esto no ha servido para bajar el umbral de la pobreza, que somete a otra cuarta parte del país en condiciones de fuerte malestar social”.

Un grave problema, añadió el prelado, es “el fenómeno del tráfico de seres humanos, y en particular con fines sexuales” que ha visto a “tantas jóvenes víctimas de sistemas criminales y vendidas por las calles de Europa por parte de hombres sin escrúpulos”.

Gracias a la acción de la Iglesia católica, “el fenómeno se ha redimensionado mucho”. En todo caso, el prelado dirigió un llamamiento a Europa: “No esperemos a que estas chicas se conviertan en víctimas por las calles para acordarnos de ellas”.

“a la redimensión del fenómeno de la trata – lamentó – ha seguido el crecimiento del turismo sexual”. Frente a este problema, la Iglesia “está trabajando mucho sobre el concepto de la dignidad de la mujer y sobre la revalorización de su femineidad como valor”.

Desde el punto de vista de la fe, añadió el obispo, los moldavos hoy “quieren conocer el Evangelio y buscan la catequesis o el diálogo con curas preparados; quieren oratorios para que sus hijos no estén por las calles sino en ambientes seguros; quieren las acciones de caridad para encontrar en ellas pan y esperanza; quieren las escuelas con proyectos educativos y formas educativas nuevas; quieren certezas y saben bien que la Iglesia católica, con el compromiso constante de sacerdotes y religiosos, puede dar estas certezas, sin pedir necesariamente que abandonen el credo ortodoxo”.

Semilla que muere”

Los católicos en Moldavia representan apenas el 1% de una población de 4 millones de habitantes, pero esta condición de minoría “”es también una gran oportunidad y ciertamente un gran don de Dios, porque educa a la humildad de la pastoral, donde la eficacia de la acción es dada por la capacidad de hacer valer la credibilidad personal”, afirma el obispo.

“Quien se acerca a la Iglesia católica, y quizás elige ser parte de ella, lo hace por la novedad de la propuesta, por la concreción del compromiso, por la coherencia que se conjuga bien con las elecciones evangélicas”.

«No debemos tener miedo de ser minoría, porque este es un gran don que Dios nos ha hecho, pero debemos tener miedo de no ser la ‘semilla que muere’, es decir, de no dar al pueblo moldavo lo que es justo que reciba de nosotros, para crecer en la dimensión humana y cristiana», observó.

La Iglesia está oficialmente en Moldavia desde 1993 y tiene su obispo desde 2000. Los católicos están organizados en 17 parroquias y una eficiente “pastoral de la calle” hecha de disponibilidad hacia los necesitados, servicios socio-asistenciales competentes y diálogo con la gente común.

Los fieles son asistidos por 18 sacerdotes diocesanos y 16 sacerdotes religiosos. Los religiosos y religiosas son en total 422.

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ZENIT Staff

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