Sicilia: Una comunidad eclesial viva y dinámica

El futuro cardenal Romeo, un experto en pastoral juvenil

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PALERMO, lunes 25 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Benedicto XVI en la persona del arzobispo Paolo Romeo ha reconocido la valentía, vitalidad, y martirio de una Iglesia antigua en Italia, Sicilia. Al margen de la mafia, gangrena social que atenaza no sólo a Sicilia sino al mundo, la Iglesia anima en esta Isla, cruce de culturas, una comunidad eclesial viva, comprometida con los pobres, empeñada en enseñar a los jóvenes el camino hacia la legalidad. Es también una Iglesia multicultural.

El arzobispo Paolo Romeo, de Acireale, Sicilia, nació el 20 de febrero de 1938, quinto de una familia de nueve hijos. Entró en el Seminario Episcopal de Acireale donde estudió Teología. Completó sus estudios académicos, desde 1959, como alumno del  Almo Collegio Capranica, con la licenciatura en Teología en la Universidad Gregoriana y la licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia Lateranense.

El 18 de marzo de 1961 fue ordenado sacerdote en la Capilla del Seminario Episcopal de Acireale. En 1964, entró en la Academia Eclesiástica Pontificia, y desde 1967, al servicio de la Santa Sede, estuvo en las representaciones pontificias en Filipinas, Bélgica-Luxemburgo y Comunidades Europeas, Venezuela, Ruanda y Burundi. Desempeñó para la Secretaría de Estado el seguimiento del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). En 1983, fue nombrado nuncio en Haití, recibiendo la ordenación episcopal de manos de Juan Pablo II, en la basílica de San Pedro, en 1984.

En 1990, fue nuncio en Colombia y, en 1999, pasó a serlo en Canadá. El 17 de abril, Juan Pablo II lo llamó a Roma como nuncio en Italia y en la República de San Marino. En un artículo, Vita Orlando, directiva, junto a otros colaboradores, de la Consulta de Laicos de la Conferencia Episcopal Siciliana, presenta al preconizado cardenal Paolo Romeo.

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Monseñor Paolo Romeo, empeñado en construir una nueva Sicilia

Por Vita Orlando*

Monseñor Paolo Romeo, pastor de la iglesia de Palermo y presidente de la Conferencia Episcopal Siciliana, lleva años comprometido con determinación, en el difícil camino del rescate de una región en la que, en los últimos decenios, se han acentuado graves formas de desigualdad social, de individualismo extremo y de secularismo, donde la fractura entre fe y vida ha asumido niveles preocupantes, tanto en el plano pastoral como en el ético-social.

Seguidor del Concilio Vaticano II, y gran apoyo del papel propio y específico de los laicos en la vida de la Iglesia, el arzobispo de Palermo ha animado a los jóvenes de Sicilia y a su familias a ser protagonistas de una nueva evangelización, favoreciendo en las comunidades cristianas la promoción de una cultura de comunión, capaz de hacer frente a fenómenos difusos e inhumanos, como los mafiosos y de extendida ilegalidad.

Y a este fin, no hay mejor testimonio de esto que lo que el mismo monseñor Romeo, dijo el Papa Benedicto XVI, con motivo de su visita pastoral a Palermo, el pasado 3 de octubre, ante una muchedumbre de 300.000 personas, venidas de todos los rincones de la Isla:

“Santidad, nuestras Iglesias de Sicilia son ricas en figuras que han construído el Reino de Dios entre los hombres gastándose, con heroica fidelidad, en un servicio incondicional y a tiempo pleno, conscientes de que a través de su apostolado han sido llamados a mostrar el rostro solícito de Dios que cuida a sus criaturas y la premurosa solicitud de la Iglesia hacia el hombre.

En este contexto, se me permita recordar el ejemplo del siervo de Dios don Pino Puglisi, que en su sacerdocio encarnó los rasgos de Cristo Buen Pastor. Aquél trágico 15 de septiembre de 1993, día de su bárbaro asesinato por mano mafiosa, dió el último testimonio de Cristo hasta ofrecer la vida por su rebaño, y concluyó así su trayectoria vital que, recientemente, los obispos italianos no han dudado en definir ‘eucarística’.

No podemos ocultar que esta nuestra Isla se caracteriza por heridas profundas, antiguas y nuevas, personales y comunitarias, que repercuten en el tejido social. Una cada vez mayor tasa de paro, el malestar de las capas sociales más débiles, los numerosos problemas administrativos y económicos, no cesan de condicionar de modo oprimente la vida en nuestra Isla, a menudo escenario de dramas de los que la criminalidad organizada, aprovechándose de este humus, es autora en perjuicio de todo el tejido social e –inevitablemente–, en perjuicio de cada conciencia.

Pero, ante Su Santidad, hoy, está sobre todo la riqueza del futuro en los jóvenes y sus familias, que, animados por la fuerza de la fe, se sienten impulsados a testimoniar con renovado empeño el amor de Dios hacia todos los hombres, especialmente en las actuales situaciones y coyunturas, tan problemáticas y dolorosas. Conocemos bien vuestra solicitud hacia la familia, definida por vos, “el ámbito privilegiado en el que cada persona aprende a dar y recibir amor” (V Encuentro Mundial de las Familias, Valencia 8 de julio de 2006).

No podemos callar que nuestra tierra de Sicilia, durante las generaciones pasadas, vió crecer familias arraigadas y fundadas no sólo en sólidos pilares como el trabajo, la honestidad, el amor a la propia tierra, sino especialmente en la fe y la práctica religiosa, y que, aún afrontando arduas desgracias de la vida, se han comprometido a transmitirla a los propios hijos. Y ¿cómo no recordar en este momento a cuántos, en el deseo de garantizar un futuro mejor a sus familiares, han tenido que buscar oportunidades de trabajo en otras regiones de Italia y el extranjero, y han sido sostenidos por la fuerza de su fe, en medio de las dificultades de vivir lejos de los afectos de su propia tierra?

Es obligado también subrayar el entusiasmo y la tenacidad de tantos cónyuges, su armonía y su afecto, su adhesión heroica al don de la vida, su testimonio de amor fiel y duradero, aún en circunstancias en verdad complejas y dificultosas. Estas familias nuestras advierten el empeño, recordado varias veces por vuestra santidad: ‘Los progenitores cristianos están llamados a dar un testimonio creíble de su fe y esperanza cristiana. Deben hacer de modo que la llamada de Dios y la Buena Noticia de Cristo lleguen a sus hijos con la mayor claridad y autenticidad’. (Valencia, 9 julio 2006).

Las familias de nuestras Iglesias de Sicilia están aquí para atestiguar hoy ante vos aquella fe que se proponen seguir transmitiendo a sus hijos, sobre la que han construído y desean aún construir una sociedad más humana y cristiana.

Junto a ellos, están hoy miles de jóvenes de nuestras Iglesias. ¡Vuestra santidad advierte ciertamente su calidez y su profundo afecto! Conocen bien cuánta y que importancia ocupan los jóvenes y sus problemas en el corazón del Pastor de la Iglesia universal. Saben bien con qué entusiasmo esta sigue impulsándoles a buscar el sentido más auténtico de su vida y a ir a la fuente viva de cada una de sus más altas aspiraciones: ‘Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y de la alegría’ (Mensaje para  la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011). Ciertamente, muchos elementos hoy les ponen en riesgo de no mirar con esperanza al futuro. Mucho inmovilismo social y cultural, así como una gestión política discontinua y poco atenta a los problemas del elevado índice de paro juvenil, les ponen en trance de dejarse invadir por el sentimiento de fracaso, el reconcomio peligroso del desánimo.

Nuestros jóvenes, ante vos desean manifestar su voluntad de mirar al futuro con esperanza y renovar el testimonio de la fe recibida, como el mayor recurso en el que volver a poner su confianza, y del que volver a empezar cada día para construir una nueva Sicilia”.

Para saber más sobre la Iglesia en Sicilia:

http://www.arcidiocesi.palermo.it/.

*Vita Orlando es dirigente de la Consulta Regional de Laicos de la Iglesia de Sicilia.

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ZENIT Staff

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