Sin el monaquismo no puede comprenderse la historia de Europa

Habla el abad primado de la Confederación Benedictina

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ROMA, 11 julio 2002 (ZENIT.org).- En un momento en que se discute el papel histórico del cristianismo en la civilización europea, la figura de San Benito de Nursia, Patrono de Europa, de quien este jueves la Iglesia universal celebra su fiesta, vuelve a ser de actualidad.

Del papel del monaquismo en la Europa de ayer y hoy habla, en una entrevista concedida al Servicio de Información Religiosa SIR de la Conferencia Episcopal Italiana, Notker Wolf, abad primado de la Confederación Benedictina.

–¿Qué representa el monaquismo para la historia europea?

–Abad Wolf: Los monasterios han contribuido mucho a la historia europea. Entonces ciertamente no pensaban desarrollar una idea de Europa. Su actividad consistía en el trabajo, en la oración y la predicación: para dedicarse correctamente al Oficio divino, los monjes aprendieron a leer y a escribir creando una red de escuelas abiertas a todos. De esta forma unieron la tradición greco-romana con el cristianismo. Y esto fue un paso fundamental para Europa.

En los monasterios se hablaba una lengua común y se profesaba una fe común. Pensemos, por ejemplo, en San Anselmo. Piamontés de origen, monje en Francia y después obispo de Inglaterra. Los monjes han sido siempre más europeos que nosotros.

–Se habla mucho de raíces cristianas de Europa que hay que reconocer en la futura Constitución europea. ¿Cuál es el empeño del monaquismo al respecto?

–Abad Wolf: Desde luego no es político. El monaquismo no tiene una influencia de este tipo. Su importancia y también su aportación a la construcción de Europa son testimoniadas por la historia. Son la prueba de aquello que el cristianismo ha dado a Europa: la base de la democracia. Los conceptos de igualdad, de fraternidad y de libertad, propuestos nuevamente por la Revolución francesa, son conceptos de matriz cristiana. Pero añado también el respeto de la persona, de su dignidad, no sólo de los derechos. El pensamiento benedictino desarrolla una visión de hombres libres, disponibles y acogedores. La Regla de San Benito habla claro al respecto.

–Europa mira hacia el Este, tierra de grandes tradiciones cenobíticas. ¿Cree que la ampliación puede favorecer también el diálogo ecuménico?

–Abad Wolf: Espero que sí, aunque no hay que omitir las dificultades. Tenemos dos monasterios que se ocupan por tradición de ecumenismo. Uno en Bélgica y otro en Alemania. Estas dos grandes tradiciones monásticas pueden hacer mucho para volver a acercar las sensibilidades religiosas de los pueblos. Estoy seguro de que nos encontramos sólo en los comienzos de este diálogo que dará mucho fruto, especialmente después de un camino de conocimiento recíproco. El hecho de orar al único Dios es garantía de resultado. Y además existe un ejemplo iluminador…

–¿Cuál es?

–Abad Wolf: San Benito. La fiesta del «Tránsito» del santo, el 21 de marzo, es una de las pocas compartidas con los monjes de Oriente. En nuestros monasterios buscamos la experiencia de este conocimiento recíproco. Por ejemplo, en la comunidad de San Anselmo, en Roma, hay varios ortodoxos y también un estudiante del Patriarcado de Moscú. Sólo así puede haber acercamiento sin recelos. Una lección para la integración europea.

–¿La integración europea pasa también por la cultura, laica y católica?

–Abad Wolf: Ciertamente. Es más, puedo decir que los monjes europeos hace tiempo que están experimentando una «Unión» de las escuelas benedictinas en Inglaterra, Alemania, Hungría y otros países europeos. Es un modo de coronar el sueño de la unidad de la familia humana, a partir precisamente de los monasterios, lugar no sólo de espiritualidad, sino también de cultura, con una perspectiva absolutamente nueva que contempla la oración, el trabajo y el «libro» unidos.

Puede leer la carta que ha enviado Juan Pablo II al abad Wolf con motivo del L aniversario de fundación del Instituto Monástico del Pontificio Ateneo de San Anselmo en la sección «Documentos» de la página web de Zenit.

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ZENIT Staff

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