Sólo el amor de Cristo hace posible evangelizar, aún con riesgo de la vida, advierte el Papa

Ante casi un centenar de nuevos obispos en tierras de misión

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 25 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Es el amor de Cristo lo único que impulsa a la evangelización, sin temor a la persecución ni a la muerte, recuerda Benedicto XVI.

Ordenados en los dos últimos años para países de misión en África, Asia, América y Oceanía, 98 nuevos prelados escucharon las palabras que les dirigió el Santo Padre el sábado.

La audiencia papal en el Palacio Apostólico de Castelgandolfo (Roma) fue el colofón del Seminario de Estudio que la Congregación para la Evangelización de los Pueblos organiza para estos prelados desde 1994.

«Llamados a ser pastores entre poblaciones que en buena parte no conocen aún a Jesucristo», como «primeros responsables del anuncio evangélico debéis por lo tanto realizar esfuerzos considerables para que a todos les sea dada la posibilidad de acogerlo», dijo el obispo de Roma a sus hermanos en el episcopado.

Y admitió que «sólo impulsados por el amor de Cristo es posible llevar a cumplimiento este esfuerzo apostólico, que reclama el ardor intrépido de quien por el Señor no teme ni la persecución ni la muerte».

Fue un momento en que Benedicto XVI quiso recordar a los «numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que en siglos pasados y en nuestros tiempos han sellado en los territorios de misión con su sangre su fidelidad a Cristo y a la Iglesia».

Y recordó, una vez más, el último sacrificio que se ha añadido recientemente «al número de estos heroicos testigos del Evangelio», el de «sor Leonella Sgorbati, misionera de la Consolata, bárbaramente asesinada en Mogadiscio» (Somalia), haciendo hincapié en que «la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos».

Cómo ser obispo en tierra de misión

Subrayando al casi centenar de nuevos prelados que a ellos se les confía «el mandato de custodiar y transmitir la fe en Cristo, depositada en la tradición viva de la Iglesia y por la cual muchos han dado su vida», el Papa les apuntó las claves para llevar a cabo tal tarea.

«Es esencial que en primer lugar vosotros seáis “ejemplo en todo de buenas obras, pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable”», dijo citando a San Pablo.

Y es que «el hombre contemporáneo atiende con más agrado a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos», recalcó apuntando palabras de su predecesor, Pablo VI.

De ahí la necesidad «de que deis importancia primaria en vuestro ministerio episcopal a la oración y a la incesante tensión hacia la santidad», insistió el Papa a los nuevos prelados.

Además les pidió que mantengan «la unidad de la fe en la diversidad de sus expresiones culturales», lo que exige estar unidad permanente con los fieles a ellos confiados.

«Como centinelas del Pueblo de Dios, evitad con firmeza y valor las divisiones, especialmente cuando sean debidas a motivos étnicos y socio-culturales», alertó.

Finalmente subrayó ante los obispos la importancia de que se preocupen «de una seria formación de los seminaristas y de una permanente actualización de los sacerdotes y de los catequistas».

Y es que el seminario «es el corazón de la diócesis», y debe ser preocupación del obispo dotarlo «de un número suficiente de formadores, elegidos y preparados con atención, los cuales sean ante todo ejemplos y modelos para los seminaristas».

«De la preparación de los futuros sacerdotes y de todos los demás agentes de pastoral, en particular de los catequistas, depende el futuro de vuestras comunidades y el de la Iglesia universal», concluyó, asegurándoles su permanente unión espiritual en la misión que tienen encomendada.

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ZENIT Staff

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