Solo una Iglesia pobre y humilde puede irradiar la bondad de Dios

Los laicos hoy tienen una inmensa “nostalgia de Dios”

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CASTEL GANDOLFO, martes 30 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Otto Neubauer, director de la Academia para la Evangelización de la Comunidad Enmanuel en Viena, habló el pasado sábado en presencia del Papa Benedicto XVI en el encuentro del “Ratzinger Schülerkreis” sobre las dificultades en el proceso de aprendizaje que la Comunidad Enmanuel ha afrontado en su compromiso por la nueva evangelización.

Precisamente el tema de la nueva evangelización, que fue el centro de esta reunión, guiará las reflexiones de la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos de octubre del próximo año. También será objeto del encuentro del Papa, en las próximas semanas, con los representantes de la Iglesia que operan en el ámbito de la nueva evangelización en Occidente.

El encuentro celebrado la semana pasada en Castel Gandolfo es tradición cada año desde 1978, y reúne a los exalumnos que obtuvieron con el entonces profesor Ratzinger el doctorado o la suficiencia investigadora en las universidades de Bonn, Münster, Tubinga y Ratisbona.

En su intervención, Neubauer describió el rápido progreso de la secularización que tiene lugar actualmente en Europa como una oportunidad para difundir libremente el Evangelio y comprender nuevamente la “kenosis” (abajamiento) del Señor hacia los pobres y abandonados.

El director de la Academia para la Evangelización en Viena explicó que la pobreza podría convertirse en el eslabón necesario entre los no creyentes llamados “laicos” y los cristianos. Por un lado, de hecho, la negación de Dios puede sacar a la luz el hambre inmensa de Dios. Porque “la verdadera y más grande pobreza en Europa, es la dramática imposibilidad de ser aceptados y amados, la falta de la experiencia de la bondad de Dios”.

Hoy las personas mueren por el hambre de testimonio personal de Dios por parte de los cristianos. Buscan un modo aparentemente pobre, pero honrado y apasionado de contar el propio camino con Jesucristo. Para este tipo de predicación en el “espíritu de adopción”, la “Iglesia más adulta, madura y vieja” debe liberarse de sus propios límites.

Por otra parte los cristianos en particular y la Iglesia están afectados por la tendencia a tener una mirada condescendiente y “de condena del mundo”, de la que deriva una falsa confianza en sí mismos y la falta de comprensión de la propia pobreza ante Dios. Esta mirada es el obstáculo que está en la base de la obra de predicación de la Iglesia, y revela un tipo distinto de pobreza, es decir, la falta de comprensión de la dependencia de la misericordia divina. Por esto es indispensable una profunda conversión y auto-evangelización de los cristianos mismos que deben ser capaces de ofrecer un testimonio humilde y apasionado de Cristo como Salvador.

Neubauer describió a continuación el proceso de aprendizaje de la Comunidad Enmanuel en su intento de llevar adelante las misiones parroquiales en modos nuevos en las áreas de lengua alemana. En una primera fase, la comunidad tuvo que aprender que “la hospitalidad del Señor lo transforma todo”. Se debe ir a la parroquia a preparar el camino para la misión. Los miembros de la comunidad que dejaron su ambiente para aventurarse “por las calles, en las plazas, en las casas, en los cafés” pudieron experimentar – como shock saludable – su pobreza y su dependencia del Espíritu de Dios. Al mismo tiempo, pudieron constatar como su “balbuciente” testimonio era acogido prontamente por las personas.

Los evangelizadores salieron al encuentro de las heridas y de las aspiraciones de las personas comunes y tuvieron que aprender a escuchar “para proclamar a través de la escucha”. Entrando en contacto con las necesidades y el deseo oculto de los hombres por Dios, se transformaron de amos de la casa a huéspedes que se miraban a sí mismos ya no como “poseedores” sino más bien como “quien recibe como don” de forma inmerecida la “verdad de la vuelta a casa”. De este modo su testimonio se hizo más humilde y apasionado.

Y precisamente las personas menos queridas y más despreciadas les acogían con mayor amabilidad. El propio Jesucristo había hablado con los pobres y con los más necesitados de evangelizadores. Neubauer resumió así el primer “paso del aprendizaje”: “La nueva evangelización necesita sobre todo un contacto auténtico, y a través de este contacto, la experiencia y el testimonio del sí incondicional de Dios a los hombres. ¡Y esto sí es Cristo!”.

El segundo paso de aprendizaje para una comunidad misionera es el de “adorar a Cristo en las personas que encontramos en la misión”. La invitación a la adoración eucarística – una parte integrante de la vida de la Comunidad del Enmanuel – ha llevado a nuevas formas de culto, dirigidas de forma particular a los jóvenes.

Los evangelizadores deberían aprender “a interceder por las personas en la adoración y en la alabanza ante el Señor, de modo que puedan habitar cada vez más en nuestro corazón”. De este modo, a través del “ser habitados”, aprenderían – dijo citando el discurso de Benedicto XVI a los miembros de la Curia romana del 21 de diciembre de 2009 – cómo de esta misión adorante y de esta compasión vivida “los hombres pueden de alguna forma agarrarse a Dios, sin conocerlo”. Neubauer citó como ejemplo la importancia desempeñada por el círculo de amigos y parientes para esas personas no creyentes, que en su corazón han sentido a menudo como una “nostalgia” secreta por Dios. El dialogo y la compasión son indispensables para sufrir junto a ellos las consecuencias negativas de la negación de Dios y, por tanto, prepararlos a la catequesis.

Como tercera fase, Neubauer habló de la experiencia según la cual sólo una comunidad que vive de forma fraterna y cultiva amistades humanas y espirituales es capaz de llevar adelante un trabajo misionero. Los grandes acontecimientos como la Jornada Mundial de la Juventud pueden dar fruto sólo si se viven “en pequeños grupos de amigos”. Porque “todos nosotros necesitamos este alimento sencillo de amor, es decir, de la fraternidad concreta, de la amistad entre nosotros y con el Señor. Necesitamos estas pequeñas células, estas pequeñas comunidades cristianas en las que la Palabra de Dios es rezada, compartida y traducida en el mundo concreto. Existen comunidades orantes y comunidades narrantes. Que no son lugares a los que retirarse para ser mimados, sino célilas plantadas en medio del mundo”.

El director de la Academia para la Evangelización deploró el hecho de que en algunas diócesis el haber querido crear encorsetamientos en estructuras demasiado rígidas ha hecho que muchos jóvenes misioneros fuesen dejados atrás mientras que los movimientos han salido envueltos en una ‘ola de clericalismo’ en la nueva evangelización. En la Iglesia, laicos y clero deben colaborar en un clima de estima recíproca y fraternidad humilde. Neubauer aludió a la decisión de la archidiócesis de Viena de instituir “escuelas de discipulado” de vario tipo que pueden ser gestionadas también por laicos y desarrollar así nuevas fuerzas misioneras”.

El cuarto y último paso, según Neubauer, es aprender que las “humillaciones y heridas deben ser la materia de la nueva evangelización”. La Iglesia debe admitir las propias culpas y los propios fracaso con humildad, sin intentar defenderse de manera precipitada. Al mismo tiempo, la Iglesia en Europa debe aceptar el hecho humillante de que ella misma está empequeñeciendo y está “envejeciendo” cada vez más.

Dios, prosiguió, “eligió a los llamados paganos para hacer surgir nuevamente su palabra – afirmó –. Por esto rezo al Señor para que podamos acoger las humillaciones de nuestro tiempo de cara a ser puertas de entrada de Su presencia. Tengo casi la impresión de que esta sociedad puede conocer la luz de Su bondad sólo a partir de un grupo pequeño, humillado y miserable”.

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ZENIT Staff

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