Subsecretario para las Relaciones con los Estados: Los últimos contactos Vaticano-Vietnam

Monseñor Pietro Parolin traza el estado de la cuestión y el rostro eclesial el país asiático

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 20 marzo 2007 (ZENIT.org).- Qué significan las visitas de la Delegación de la Santa Sede a Vietnam, cuál es la actitud de las autoridades vietnamitas hacia la Iglesia, qué perspectivas reales hay para el establecimiento de relaciones diplomáticas y cómo es la comunidad católica vietnamita: son cuestiones que ha explicado, de primera mano, el subsecretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados en «Radio Vaticano».

Por su interés, publicamos la traducción de amplios pasajes de la entrevista de monseñor Pietro Parolin difundida el sábado por la emisora pontificia.

Estuvo al frente de los representante vaticanos que visitaron Vietnam del 5 al 11 de marzo ( A HREF=»http://www.zenit.org/spanish/visualizza.phtml?sid=104359 «>Zenit, 12 marzo 2007).

–¿Nos puede hablar de esta misión?

–Monseñor Parolin: Desde 1989, año del viaje del cardenal Roger Etchegaray, hasta la fecha han tenido lugar 14 visitas de una Delegación de la Santa Sede a Vietnam, la mayor parte de ellas encabezadas por los Subsecretarios para las Relaciones con los Estados, monseñor Claudio Maria Celli y monseñor Celestino Migliore. Para mí ha sido la segunda visita, después de la de 2004. En 2005 vino a Roma una Delegación vietnamita, y en 2006 no pude acudir por razón de las rotaciones experimentadas en la Oficina. Me han acompañado monseñor Luis Mariano Montemayor, consejero de Nunciatura en la Secretaría de Estado, y monseñor Barnabé Nguyên Van Phuong, vietnamita, jefe de la oficina de la Congregación [vaticana] para la Evangelización de los Pueblos.

Como es sabido, estas visitas tienen sustancialmente dos objetivos, esto es, los contactos con las autoridades vietnamitas y el encuentro con la Iglesia local. En la práctica, la Delegación de la Santa Sede desarrolla, por una semana, las tareas que en los demás países están confiadas a los Legados Pontificios, dado que en Vietnam aún no hay un Representante del Papa. Dialoga, por lo tanto, con las autoridades sobre cuestiones que tienen relación con la Iglesia y las relaciones entre Iglesia y Estado, mientras que la visita a algunas diócesis se convierte en un modo de «hacer cada vez más sólidos y eficaces los vínculos de unidad que existen entre la Sede Apostólica y las Iglesias particulares».

Este año hemos estado en Quy Nhon y Kon Tum, en la provincia eclesiástica de Huê, en el centro del país, las últimas dos diócesis que aún no habían sido visitadas por una Delegación de la Santa Sede. La visita de una Delegación es ciertamente una forma válida de contacto y de diálogo que ha permitido, en casi veinte años, dar notables pasos adelante en esta dirección; por nuestra parte, deseamos que aquella pueda evolucionar hacia formas más estables y frecuentes de presencia en el país de un Representante Pontificio, hasta, obviamente, el establecimiento de relaciones diplomáticas con el nombramiento de un Nuncio Apostólico.

–En su opinión, ¿ha influido en la visita el reciente encuentro del primer ministro Nguyên Tân Dung con el Santo Padre?

–Monseñor Parolin: Puedo decir que, en esta segunda visita, he vuelto a encontrar la misma acogida cordial que experimenté la primera vez, en 2004. Con las personas con las que se han mantenido reuniones se ha procurado continuar construyendo esos vínculos de respeto, estima y confianza que son apreciados por la sociedad vietnamita y que hacen más ágil el diálogo, sobre todo en las cuestiones espinosas.

Por otro lado, creo que se ha querido dar una particular relevancia a esta visita precisamente en relación con el viaje al Vaticano, el pasado enero, del primer ministro Nguyên Tân Dung y su encuentro con el Santo Padre y los responsables de la Secretaría de Estado. Lo hemos percibido por muchos detalles, por el modo en que hemos sido tratados, hasta la cobertura mediática que ha recibido nuestra presencia. Creo justo manifestar también públicamente gratitud a las autoridades vietnamitas. De la visita del primer ministro, además, se habló expresamente en varios contextos, también eclesiales –recuerdo, por ejemplo, que hizo referencia explícita de ella el representante del laicado que nos saludó al final de la Santa Misa en la catedral de Hà Nôi- subrayando su importancia y expresando la confianza de aquella pueda de verdad suponer una etapa importante en un camino marcado por la voluntad de mirar hacia delante, hacia el futuro, superando las dificultades aún existentes.

–¿Se ha tratado la posibilidad de un pronto establecimiento de las relaciones diplomáticas?

–Monseñor Parolin: Se ha hablado de las relaciones diplomáticas sin, por el momento, fijar plazos. Tal vez alguien se esperaba progresos más sustanciales al respecto, dado que, durante la visita del primer ministro, el tema había sido expresamente mencionado por el cardenal Secretario de Estado y con anterioridad diversas personalidades políticas del país se habían declarado a favor, y la Iglesia local había expresado apoyo abierto.

Creo, en cualquier caso, que se ha dado un notable paso adelante, porque por parte vietnamita se nos ha referido que el primer ministro, como por lo demás él mismo había prometido en Roma, ha dado instrucciones a los organismos competentes para que examinen la cuestión y se nos ha propuesto dar vida, en los próximos meses, a un grupo de expertos encargados de estudiar tiempos y formas concretas para emprender el proceso de establecimiento de relaciones diplomáticas.

Al respecto desearía recordar que, para establecer relaciones diplomáticas, no se requiere que se resuelvan antes todas las cuestiones pendientes. Las relaciones diplomáticas no constituyen sólo un punto de llegada, sino igualmente más bien un punto de partida. Con ellas se da una señal fuerte de que se quieren afrontar de manera constructiva las relaciones recíprocas, eliminando también las dificultades. Y con ellas, gracias al intercambio de representantes, las partes se dotan de canales privilegiados para una mutua, correcta y oportuna información, lo cual es importante para poder alimentar buenas relaciones recíprocas.

–¿Podría compartir con nosotros sus impresiones sobre los progresos en lo relativo a la libertad religiosa?

–Monseñor Parolin: Sostengo que la situación de la libertad religiosa en Vietnam es la descrita en el comunicado de prensa difundido por la Santa Sede al término de la visita del primer ministro al Santo Padre. Se habla de «espacios que se han abierto» (Zenit, 25 enero 2007) y puedo asegurar, según el testimonio de los obispos, que algunos problemas se han resuelto y otros están en vías de solución. Me refiero por ejemplo al problema de la reconstrucción de las iglesias destruidas durante la guerra y de la construcción de nuevos edificios de culto donde hay movimientos de población. En cuanto a los problemas aún abiertos, alimentamos la esperanza de que, a través del diálogo y la buena voluntad, se llegue a encontrar un camino de salida satisfactorio.

Como sabemos, la política religiosa del gobierno vietnamita se ha fijado en la Ordenanza sobre creencias y religiones de 18 de junio de 2004 en torno a dos principios: que los creyentes –y por lo tanto los católicos- son parte integrante de la Nación y que el Estado se compromete a responder a sus legítimas exigencias. En los encuentros con el Comité de Asuntos Religiosos hemos sido informados del estado de aplicación de tal ley, respecto a lo cual se publicó también el librito: « Religion and policies regarding religion in Vietnam». Puesto que muchas de las competencias en materia religiosa han sido delegadas a las autoridades locales, es importante que se asegure cada vez más una aplic
ación uniforme de la ley, de manera que no resulten penalizadas las regiones rurales, lejanas y aisladas, respecto a las zonas urbanas y más desarrolladas. Considero también importante que se tengan en cuenta las observaciones de las comunidades religiosas sobre la aplicación de la ley, que nacen de la experiencia y que permiten mejorarla allí donde sea necesario, a fin de que la libertad religiosa, que es un derecho fundamental de los individuos y de las comunidades, pueda ser respetada cada vez más y traducida a la realidad. .

–¿Cuál es su impresión sobre la vida de la Iglesia en Vietnam?

–Monseñor Parolin: He comentado en diversas ocasiones, durante los encuentros con los fieles, que es mucho más lo que hemos recibido que lo que hemos dado. No se puede, de hecho, dejar de estar impresionados y edificados por el ejemplo y el testimonio de los católicos vietnamitas.

Aún tengo los ojos y el corazón llenos de las imágenes de las asambleas litúrgicas en Quy Nhon, Pleichuet, Hà Nôi, etcétera, de los numerosísimos fieles, en gran parte pertenecientes a las etnias minoritarias de los «montagnards», que se reunieron la tarde del 8 de marzo en la plaza de la catedral Kon Tum, de la ferviente comunidad parroquial de Ha Long, que ha sufrido mucho.

Me ha impresionado la forma de orar de las personas, atentas, devotas, y a la vez tan involucradas en el plano comunitario, porque todos, niños y adultos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, cantan y responden juntos.

No puedo dejar de mencionar el amor de los católicos vietnamitas hacia el Santo Padre, respecto a quien, durante la visita de la Delegación, dieron continuamente prueba de apego filial y de fidelidad.

Es una Iglesia valiente, dinámica, llena de vitalidad, de la que son signo, entre otras cosas, los numerosísimos candidatos al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa. Es una Iglesia, además, que se compromete a favor de la sociedad y atiende a cuantos están en necesidad, mientras desea poder dedicar mayor compromiso al ámbito educativo y social, para ofrecer una contribución cada vez más cualificada y eficaz al país y a todos sus habitantes, prescindiendo del hecho de que sean o no creyentes, o pertenezcan a uno u otro grupo religioso. Es una Iglesia, finalmente, que toma conciencia de los problemas ligados a la rápida industrialización del país y al tumultuoso desarrollo económico (Vietnam, con una tasa de crecimiento del 8,4% prevista para 2007, es la segunda economía del mundo que crece con mayor rapidez) y que intenta preparase para responder a este desafío, para seguir siendo sal y levadura e iluminar a todos con el gozoso anuncio del Evangelio.

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ZENIT Staff

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