Sudáfrica: Razones para salvaguardar el matrimonio natural

Según el cardenal Napier

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CIUDAD DEL CABO, viernes, 17 noviembre 2006 (ZENIT.org).- Contraría la ley natural, mina la familia y los fundamentos de la sociedad, contradice el bien común y el bien de los niños: es la reflexión del presidente de la Conferencia Episcopal de Sudáfrica ante la aprobación del «matrimonio homosexual».

El Parlamento sudafricano aprobó el martes la ley del «matrimonio» entre personas del mismo sexo -al término de un fuerte debate- por 230 votos a favor, 41 en contra y 3 abstenciones.

La ley afirma que el matrimonio es una «unión voluntaria entre dos personas, solemnizada y registrada como matrimonio o como unión civil». El gobierno afirma que la nueva disposición se enmarca en su intento por combatir toda forma de discriminación.

En octubre, el cardenal Wilfrid Fox Napier OFM –arzobispo de Durban- difundió una declaración explicando por qué la Iglesia mantenía una postura opuesta a tal norma, entonces en debate, a petición de un Comité de Asuntos Internos del parlamento.

«Estamos de acuerdo en que la ley civil y la ley moral son cosas diferentes», pero «las leyes hechas por manos humanas no pueden legitimar lo que es contrario a la ley moral natural», explicaba el cardenal Napier.

La legalización de las uniones entre personas del mismo sexo mina además la familia, apuntaba el purpurado: «A través de las culturas y de diferentes credos religiosos, el matrimonio es el fundamento de la familia» y se contempla «como una relación permanente de amor entre un hombre y una mujer, una relación abierta a la nueva vida y el futuro de la raza humana».

Pero es que también, en los diferentes credos religiosos y culturas, «la familia se contempla como la unidad básica de la sociedad» y ésta «debe su continua supervivencia a la familia, fundada en el matrimonio», y el «matrimonio como lo conocemos es reconocido por el Estado porque contribuye al bien común», mientras que «las uniones homosexuales no ejercen esta función», observaba el purpurado sudafricano.

Tales uniones también contrarían el bien de los niños, pues al cuidado de una pareja del mismo sexo se verían privados de la experiencia de la paternidad y la maternidad, «una grave injusticia a estos niños que serían forzados a crecer en un entorno que no conduce a su desarrollo humano pleno», añade.

Tal norma igualmente transmite un mensaje erróneo. Y es que «la ley juega un papel educativo»; «cuando algo está permitido por ley, los patrones sociales de pensamiento y conducta cambian», porque «lo que es “legal” se convierte en permisible, aceptable», alertaba el cardenal Napier.

Estos razonamientos están lejos de cualquier discriminación, recalcaba el purpurado: «la Iglesia católica deplora la discriminación contra las personas homosexuales», quienes «tienen derecho a ser tratadas con respeto por los individuos y la sociedad».

«El reconocimiento legal del matrimonio, incluyendo los beneficios asociado a él, no es cuestión sólo del compromiso personal que realizan el esposo y la esposa para el bienestar de la sociedad. La justicia misma demanda que sería erróneo redefinir el matrimonio para proporcionar beneficios a quienes no pueden estar comprendidos dentro del matrimonio», proseguía.

Y «algunos de estos beneficios -añadía- se pueden obtener de otras formas» o podrían extenderse mediante medidas que no impliquen una redefinición del matrimonio.

[La declaración íntegra del cardenal Napier está disponible en la página de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, en el enlace http://www.evangelizatio.org/portale/adgentes/chieselocali/chieselocali.php?id=338]

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ZENIT Staff

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