Sudán: Ciertas ayudas humanitarias pueden contribuir a la guerra

Según los misioneros combonianos presentes en Sudán

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ROMA, 5 feb 2001 (ZENIT.org).- Los misioneros combonianos, que trabajan en el sur de Sudán, reunidos en asamblea en Nairobi, han afirmado que las ayudas humanitarias en ocasiones no hacen más que prolongar la terrible guerra que azota el país. Como era de esperar, la denuncia ha creado sorpresa.

«Las ONGs y las Iglesias contribuyen a perpetuar la guerra con las ayudas humanitarias que, aunque no intencionalmente, terminan ofreciendo provisiones a las facciones en guerra».

«La guerra inmoral y trágica –dicen los combonianos declarándose contra las dos partes en conflicto–, no tiene nada que ver con la libertad, es una cuestión de poder, de negocios y de enriquecimiento a costa de los pobres».

«No es posible que, después de dos millones de muertos, 4 millones de prófugos internos y 600.000 prófugos fuera del país, los beligerantes gasten un millón y medio de dólares al día y otros tantos las organizaciones internacionales de socorro para mantener en vida a la atormentada población de la zona de conflicto».

«No podemos permitir que la guerra civil de Sudán continúe durante 18 años sin que se entrevea su fin. Viene la duda: los grandes recursos financieros en juego, ¿son un elemento para la continuación del conflicto?».

La guerra fue comenzada por las poblaciones africanas del Sudán meridional y de los Montes Nuba, en el Norte de Sudán. Su objetivo era obtener una Constitución «secular», de separación entre la religión y el Estado, en un régimen como el de Jartum, de totalitarismo islámico.

El objetivo era que la redacción de nueva carta magna del pueblo sudanés permitiese la convivencia en un plano de igualdad entre musulmanes, cristianos y seguidores de la religión tradicional africana (animistas, etc.).

A la inicial guerrilla, el Ejército Popular de Liberación del Sudán Meridional (SPLA), que decía defender los derechos de libertad religiosa de los cristianos, que son mayoría en el sur, se añadieron otras fuerzas: el Frente Beja, en el noreste, y el Frente Fur, en el noroeste de Sudán, ambos en lucha contra el predominio del régimen islámico de Jartum (en el poder desde 1989).

«El gran ausente, sin embargo –afirma el misionero comboniano G. Battista Antonini, en un artículo difundido por la agencia Fides–, es el interés de la gente del país».

En el Sudán meridional, afirma Antonini, los guerrilleros parecen haber perdido de vista el fin, no hay acuerdo sobre los modos en que tienen que perseguirlo y continúan dividiéndose en facciones y grupos que cambian continuamente de alianzas.

«Sus jefes –indica– se comportan como verdaderos «señores de la guerra», reclamando plenos derechos sobre sus «baronías»».

Los organismos internacionales hacen lo que pueden para disminuir los efectos devastadore de la guerra. «La crítica de los combonianos –afirma el misionero– recae sobre tales ayudas que apuntan a la sobrevivencia de la gente, pero no a la solución del conflicto».

El único camino que conduce a la paz, asegura el padre comboniano, es el de las negociaciones ¿ diplomáticas.

En tanto, Sudán Norte progresa en cierto modo y se esfuerza por instaurar estructuras para incrementar el nivel de vida de la gente. En Sudán del sur, por el contrario, está condenado a la despoblación, a la carestía y al subdesarrollo.

«La Iglesia católica y algunas Iglesias protestantes –informa el misionero comboniano–, desde hace unos años, están siguiendo un camino que estimula a la gente a redescubrir y poner en acción los métodos tradicionales no violentos para la solución de los conflictos y tensiones étnicas; a empeñarse en el desarrollo, prescindiendo de ayudas externas, inspirándose en la doctrina social de la Iglesia».

Como ejemplo, cita el Seminario Mayor Nacional de Jartum donde desde inicios de la década de los noventa se imparten cursos de formación a la solución pacífica de los conflictos, a la resistencia pasiva no violenta, a la defensa de los derechos humanos y a la organización de comisiones de «Justicia y paz».

«De tal modo –conluye Antonini–, los mismos sudaneses se convierten en protagonistas de la historia, creando las condiciones para llegar a la mesa de negociación, para abrir un diálogo de paz valiente y resolutivo».

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ZENIT Staff

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