Sudán: Secuestro en masa de mujeres y niños en aldeas del sur

Tras los bombardeos, nuevas incursiones de las milicias progubernamentales

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JARTUM, 11 ene 2001 (ZENIT.org).- Tras los recientes bombardeos contra la población civil, centros de ayuda y escuelas cristianas en el sur de Sudán, se han reanudado las incursiones en las aldeas por parte de grupos milicianos integristas islámicos, favorables al gobierno de Jartum.

La noticia fue revelada ayer en Jartum por funcionarios de la ONU en esa sede. Se ha podido saber que al menos 11 personas han sido asesinadas y los milicianos se llevaron consigo a más de 120 niños y mujeres.

Organizaciones no gubernamentales, como «Christian Solidarity International» (CSI), han denunciado en varias ocasiones que estos niños y mujeres son utilizados o vendidos como esclavos a las poblaciones árabes del Norte. CSI el año pasado compró la libertad de centenares de ellos.

El CSI pagó un rescate de 50.000 libras sudanesas (el precio de dos cabras) por cada esclavo. Desde 1995 han sido liberados al menos un total de 33.983 personas con este sistema.

Los funcionarios de Naciones Unidas indicaron en Jartum que los ataques tuvieron lugar a principios de enero en la región de Mariel Bai, en el estado meridional de Bahr el-Ghazal, a cerca de mil kilómetros al sudoeste de la capital.

Los autores de los ataques y secuestros son milicianos de las fuerzas populares de defensa, creadas por el régimen integrista islámico de Jartum para ayudar a Ejército en la lucha contra la guerrilla del sur de Sudán, en una guerra civil que dura décadas.

La prensa de la capital –controlada totalmente por el régimen del recién confirmado presidente Omar el-Bashir– ha indicado mientras tanto que las fuerzas rebeldes han sufrido importantes bajas, dejando «sobre el terreno al menos 60 combatientes en una ofensiva de las tropas gubernamentales» en el estado del Alto Nilo, en la región de Ayod».

Sudán es una dictadura militar de orientación integrista islámica. El poder ejecutivo es ejercido por el llamado Consejo de Mando Revolucionario, al frente del cual está el Presidente, que es el Jefe del Estado.

Sudán, desde los años de su independencia, 1956, se caracteriza por los conflictos entre el norte árabe-musulmán y el sur negro de religión animista y cristiana, que se ha sentido desde entonces marginado por el poder del gobierno central.

La guerra civil duró hasta 1972, año en que se firmaron los acuerdos de Addis Abeba por los que se concedió la autonomía al sur, aunque volvió a estallar en 1982 debido a la instauración de la sharia o ley islámica y a la división del sur en tres provincias.

El MPLS (Movimiento Popular de Liberación del Sudán) fue la fuerza que protagonizó este nuevo estallido violento y consiguió derrocar al dictador Numeyri en 1985, tras lo cual comenzó un breve período democrático que se ha visto de nuevo interrumpido en 1989, en que los militares islamistas han vuelto a tomar el poder. En la década de los noventa se han asentado en el poder los integristas islámicos, cuya política ha provocado el aislamiento internacional de Sudán.

En los últimos años se han deteriorado las relaciones con las potencias occidentales, lo que ha desembocado en la expulsión de Sudán del FMI y en la condena del régimen de Jartum por parte de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Además, Estados Unidos ha incluido a Sudán en la lista de Estados que fomentan el terrorismo internacional.

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ZENIT Staff

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