Sudán, una masacre amordazada

Entrevista a monseñor Macram Max Gassi, obispo de El Obeid (en exilio)

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ROMA, 11 mayo 2003 (ZENIT.orgAvvenire).- La guerra en Irak ha estado en las pantallas de televisión durante meses. «¿Quién se acuerda de la de Sudán?», pregunta el obispo Macram Max Gassi, pastor en exilio de El Obeid, en los Montes Nuba.

«¿Quien ha hablado de los más de dos millones de muertos de Sudán en 14 años y de la sistemática violación de los derechos humanos?», sigue preguntando el pastor, nacido en Jartum hace 65 años, en esta entrevista, concedida en una visita realizada a Italia.

La crisis sudanesa se hizo particularmente aguda en 1983 con la imposición de la «sharia» (ley islámica) y con el proceso de islamización forzada impulsado en 1989 entre las poblaciones del sur, que en su mayoría son cristianas o animistas.

–¿Cómo se explica este silencio?

–Monseñor Macram Max Gassi: Los motivos son varios. El primero es la astucia del régimen de Jartum. Cuando llegan los periodistas, les hacen ver lo que quieren. No les dejan entrar en las zonas en las que realmente se sufre. Además, el mundo cristiano no tiene el valor de denunciar que los fundamentalistas islámicos están persiguiendo a los cristianos. Esto no sucede en otras situaciones.

–¿En cuáles?

–Monseñor Macram Max Gassi: Nosotros, cristianos, hemos levantado la voz para defender a los kurdos, a los kosovares. Pero no lo hemos hecho con Sudán. No se ha dado un movimiento masivo para venir y ver lo que pasa. A los Montes Nuba, han venido poquísimas personas. Casi nadie se acerca a visitar a esa Iglesia, presente con sus sacerdotes y seminaristas. Mi puerta está abierta para cualquier delegación del mundo de la comunicación: ¡venid para ver la situación!

Es verdad que las cosas se han mejorado algo tras el alto al fuego firmado en Ginebra en enero de 2002. Hay más apertura. Menos miedo de ser bombardeados o atacados por tierra. Pero han hecho falta cinco años de llamamientos desoídos a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra.

–¿Quizá Occidente no habla de Sudán pues tiene la conciencia manchada por la cuestión del petróleo?

–Monseñor Macram Max Gassi: El petróleo es un problema que vino después. Entraron los canadienses y también los estadounidenses, que lo dejaron pues se dieron cuenta de que era un petróleo «maldito». De hecho, el régimen del norte se arma con el dinero que procede del petróleo del sur.

–A causa del exilio impuesto, usted pasa largos períodos de tiempo en Estados Unidos y Europa. ¿No le ayuda esto a dar a conocer la situación de su país? ¿Nos encontramos en una situación de «racismo mediático»?

–Monseñor Macram Max Gassi: Tengo mi base en Nairobi, pero soy como un «globetrotter». He formado, especialmente en Estados Unidos, grupos de abogados especializados en derechos humanos para continuar mi obra, mientras yo estoy de viaje.

Hay indiferencia. La Escritura dice: porque no eres frío ni caliente, tibio, te he vomitado. Me parece que los medios de comunicación sólo buscan el sensacionalismo. ¿Cuántas personas han muerto en Sudán? Dos millones y medio desde 1989. Y, ¿nadie dice nada?

Cinco millones de sudaneses se han refugiado en el extranjero. Nos hemos convertido en un peso para los países vecinos: Uganda, Kenia, Etiopía. E incluso para Inglaterra. Y, ¿nadie dice nada?

–¿Occidente se olvida de esta parte de la humanidad que tanto sufre?

–Monseñor Macram Max Gassi: Como le decía, visito en Occidente países en los que es común el considerarse cristiano. Hace falta mucho valor para compartir el camino de estos hermanos que recorren su Vía Crucis, convirtiéndose en cireneos. Nosotros sólo queremos paz y justicia. Hoy se habla mucho de paz, pero no de la que nace de la justicia.

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ZENIT Staff

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