Sudán: Una mujer condenada a la lapidación por adulterio

Apelación al presidente para que conceda el indulto

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WASHINGTON, 5 febrero 2002 (ZENIT.org).- La organización de defensa de los derechos humanos «Human Rights Watch» pidió al presidente sudanés Omar Hassan Bashir, el pasado viernes, para que intervenga en favor de una joven cristiana embarazada, sentenciada a morir lapidada por adulterio.

La organización, con sede en Nueva York, pidió en un comunicado distribuido por la agencia UPI «evitar este cruel e inhumano castigo».
<br> La acusada es Abok Alfa Akok, una joven de 18 años de la tribu dinka, de Darfur, en la parte sudoccidental de Sudán.

Según la portavoz de HRW, Jemera Rone, en la carta a Bashir, la organización subraya que «el hombre con el que (la mujer) es acusada de haber mantenido relaciones sexuales no fue juzgado porque el tribunal carecía de suficientes pruebas para acusarlo».

El juicio tuvo lugar en un tribunal penal, no un tribunal religioso, en la ciudad de Nyala.

Según indica HRW al presidente militar de Sudán, Abok Alfa Akok «no tuvo representación legal durante el juicio».

«El juicio fue celebrado en árabe, que no es su lengua, y no había traducción del proceso con el fin de asegurar que ella comprendía plenamente la causa contra ella», sigue constatando.

Faith O´Donnell, coordinador de la Alianza Eclesial por un Nuevo Sudán, recordó que el Gobierno de Jartum prometió cambiar su comportamiento después de los atentados del 11 de septiembre.

«Esperamos que revise su posición en este caso», dijo en declaraciones la agencia UPI el viernes. Y añadió: «Hemos sabido que el acto sexual del que se acusa a esta joven fue realizado por la fuerza».

La causa está ahora en apelación. Según HRW, «el Gobierno sudanés afirmó en el pasado que la ley islámica (sharia) no sería aplicada a los cristianos pero este caso muestra lo contrario».

La sentencia está basada en el artículo 146 del Código Penal de Sudán, que a su vez se fundamenta en la interpretación gubernamental de la sharia.

«Este artículo –añadió HRW–, estipula que el adulterio podría ser castigado con «ejecución por lapidación cuando el infractor está casado; cien latigazos cuando el infractor no está casado»».

Mientras reitera su oposición a la pena capital, «Human Rights Watch» afirma en su carta a Bashir que «la lapidación hasta la muerte es adicionalmente dolorosa y brutal».

Según la sharia, no se deben arrojar piedras suficientemente grandes que causen la muerte a las primeras pedradas, ni tan pequeñas que no produzcan un grave daño.

Las ejecuciones por lapidación no se mencionan en el Corán, explica el experto legal islámico Tarik Abdul-Rahman, pero son parte del Hadith (colección de dichos y hechos de Mahoma).

En los países musulmanes radicales, la lapidación ha experimentado una restauración en los últimos años.

Abdul-Rahman confirmó que el profeta prescribió personalmente la muerte por lapidación para hombres y mujeres que tienen relaciones sexuales ilícitas pero que esta sentencia debería ser aprobada sólo si se cumplen estrictos criterios:

«El acto debe haber sido públicamente testimoniado por cuatro personas piadosas –aclara–. La persona debe estar sana y no bajo la influencia del alcohol».

«Por otra parte –concluye el experto en ley islámica–, a nadie se le permite invadir tu espacio privado. El profeta dijo que si alguno espía en tu casa, estás autorizado a golpearle en el ojo».

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ZENIT Staff

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