Derechos humanos e ideología radical de género

Habla el abogado Jorge Scala

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ASUNCIÓN (PARAGUAY), miércoles, 7 septiembre 2005 (ZENIT.org).- El abogado argentino Jorge Scala, experto en bioética, considera que la única institución que defiende de manera integral los derechos humanos es la Iglesia.

La Asociación de Profesores de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Diplomáticas y el Instituto Tomás Moro de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Diplomáticas de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción le ha invitado a hablar de Género y Derechos Humanos, y Zenit ha aprovechado para hablar con él de este tema.

Scala es profesor de bioética a nivel de maestría en la Universidad Libre Internacional de las Américas y es autor de 9 libros y 45 artículos en revistas especializadas, entre ellos «El aborto en preguntas y respuestas» o «Derechos humanos: 7 casos controversiales en América Latina».

Ha dictado más de 350 conferencias en 14 países y coordina Asociaciones Unidas por un Mundo Mejor.

–¿La Iglesia es percibida en América Latina como una de las mayores instituciones a favor de los derechos humanos?

–Scala: Me atrevería a sostener que la Iglesia católica es la única institución que defiende los derechos humanos en toda su integridad. La Iglesia es experta en humanidad –por seguir a Cristo, perfecto hombre, además de perfecto Dios–, y eso lo percibe cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.

Las otras instituciones defienden los «derechos humanos de algunos» que, por tanto, no son verdaderos derechos humanos… Me refiero a las corrientes marxistas, feministas, homosexualistas, etc.; para ellos los «derechos humanos» no pasan de ser una herramienta para obtener privilegios políticos o sociales. No son sinceros, y el común de la gente advierte esa doblez.

–¿Qué ha querido transmitir usted con la charla sobre «Género y derechos humanos»?

–Scala: Algunas ideas capitales: Los derechos humanos, son los derechos fundamentales, propios de cada ser humano, y comunes a todos; pues todos compartimos la común naturaleza. Tales derechos acompañan toda la vida del ser humano, desde el comienzo de su existencia (fecundación), hasta la muerte natural; sin que sea admisible ningún condicionamiento para su goce, como podría ser el haber nacido, o tener autonomía propia. En definitiva, son el reflejo jurídico de la dignidad humana.

Al depender de la naturaleza –inmutable de por sí–, son universales, es decir que siempre y en todo lugar deben ser reconocidos por el derecho; y, por ende, irrenunciables para el sujeto, e indisponibles para el resto de la sociedad. Al decir «reconocidos» quiero subrayar que pertenecen a nuestra condición humana y, por ende, son anteriores a las leyes y al Estado.

Luego analizo el cambio cultural surgido a fines de los años sesenta: el hombre deja de ser percibido como ser libre (capaz de autodeterminarse hacia el bien objetivo), para concebírselo como igual a libertad, y esta entendida como autonomía absoluta.

Dicho de modo sintético, el hombre actual piensa que él es libertad, en sentido de convertir en ley propia sus deseos y caprichos. Esta idea tiene un enorme atractivo, en especial para la juventud, pero su aplicación es funesta, como puede verse en el campo jurídico.

–¿Adónde conduce esta convicción de que las personas puedan convertir en ley sus deseos?

–Scala: Si el hombre es autonomía absoluta, se les niega la personalidad jurídica -capacidad de adquirir derechos-, a los seres humanos que no son autónomos, es decir, aquellos que no se valen por sí mismos. Por eso se les niega a las personas por nacer el derecho a la vida. Algo similar ocurre con la eutanasia. Y recién estamos comenzando…

La ideología de género es una radicalización de esta idea del hombre como autonomía absoluta. Sostiene que el sexo es un condicionamiento biológico, y que el género sería la percepción personal y social, de la propia sexualidad. El género se podría «construir» de modo absolutamente autónomo, sin ninguna limitante biológica.

Ahora bien, esto significa que ni hay naturaleza humana, ni puede haber reglas impuestas externamente, en cuanto al ejercicio de la sexualidad. Dicho de otro modo, el matrimonio es sólo una opción sexual más, de igual valor que el concubinato, las uniones homosexuales, la poligamia o la pederastia….

No podría imponerse límites a la satisfacción genital subjetiva de cada quien y, además, sería obligación del Estado fomentarla –«salud reproductiva»–, la que sería un «derecho humano», al igual que el aborto y las uniones homosexuales, entre otras aberraciones.

El género es una ideología, desmentida por las ciencias humanas y experimentales, que sólo puede triunfar si se la impone totalitariamente. Las herramientas para imponer esta ideología son: los medios de masas, la educación formal, y las normas jurídicas. La paradoja es que la democracia «relativista» se convierte, subrepticiamente, en el peor totalitarismo…

–Su labor contra la píldora del día después es conocida en todo el continente. ¿Cree que hay un buen conocimiento de lo que es esta píldora y lo que supone entre las jóvenes generaciones de América Latina?

–Scala: No hay un buen conocimiento. Muchos laboratorios ocultan la información sobre esos mecanismos de acción, y muchos médicos son cómplices al callar o mentir al respecto.

–Usted tacha de «genocidio» el aborto. ¿Tiene problemas, a nivel de libertad de expresión, cuando hace estas afirmaciones?

–Scala: Hasta el momento nunca los he tenido. Al margen de ello estoy plenamente dispuesto a tenerlos…

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ZENIT Staff

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