«Divina Misericordia», resumen del pontificado de Juan Pablo II

Explican los cardenales que inauguraron en Roma el Congreso sobre el amor de Dios

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ROMA, jueves, 3 abril 2008 (ZENIT.org).- No se puede comprender a Juan Pablo II sin comprender lo que significa la Divina Misericordia, coincidieron dos cardenales en la tarde de este miércoles, tercer aniversario de su fallecimiento.

Llegaron a esta conclusión, en la inauguración del primer Congreso Apostólico Mundial sobre la Divina Misericordia, los purpurados Camillo Ruini, obispo vicario de la Diócesis de Roma, y Christoph Schönborn, arzobispo de Viena.

La experiencia que Juan Pablo II hizo de la Misericordia le llevó a escribir una de sus primeras encíclicas, en 1980, con el título «Dives in misericordia» (Rico en misericordia), a beatificar a sor Faustina Kowalska (1905-1938), la religiosa polaca mensajera de esta devoción del amor de Dios, y la dedicación del segundo domingo de Pascua a la Divina Misericordia.

Además, quiso que la iglesia del Espíritu Santo de Roma, que se encuentra a unos pasos del Vaticano, se convirtiera en el santuario romano de la Divina Misericordia, donde se venera la imagen del Jesús misericordioso que se manifestó a sor Faustina.

La Misericordia, explicó en el congreso, celebrado en la Basílica de San Juan de Letrán, el cardenal Ruini, «no es un amor cualquiera, sino gratuito, generoso», manifestado «en el Hijo encarando, muerto y resucitado por nosotros y por nuestra salvación».

Sintetizando el pensamiento de Juan Pablo II, Ruini confirmó que «el amor de Dios es siempre más fuerte que nuestras debilidades», pues «el amor misericordioso sale en búsqueda del hombre pecador y le lleva a la salvación».

El purpurado afirmó que el objetivo del congreso sobre la Divina Misericordia consiste en «estimular un nuevo empuje misionero en la ciudad de Roma y en todas las diócesis hermanas del mundo entero».

El cardenal Christoph Schönborn recordó que Juan Pablo II falleció precisamente cuando litúrgicamente comenzaba el Domingo de la Misericordia, proclamado por él mismo en el año 2000.

«Es difícil o más bien imposible no ver en esta coincidencia un signo del Cielo», reconoció el purpurado austríaco.

En 1997, en su viaje al barrio Lagiewniki de Cracovia, donde vivió y fue sepultada sor Faustina, declaró: «El mensaje de la Divina Misericordia en cierto sentido a formado la imagen de mi pontificado»

En este mensaje el pontífice polaco veía la respuesta ante las emergencias de nuestra época. Ante la falta de respeto por la vida y la dignidad del hombre, ante el odio y la sed de venganza, Juan Pablo II invocaba la misericordia de Dios.

«¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy!», dijo en Lagiewniki el 17 de agosto de 2002.

De hecho, estaba convencido de que «en la misericordia de Dios el mundo volverá a encontrar la paz y el hombre la felicidad».

El arzobispo de Viena concluyó con palabras del diario de sor Faustina: «Ayúdame, Señor, para que mi corazón sea misericordioso de manera que participe en todos los sufrimientos del prójimo. A nadie negaré mi corazón. Me comportaré sinceramente incluso con aquellos que sé que abusarán de mi bondad, mientras yo me refugiaré en el Corazón misericordiosísimo de Jesús».

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ZENIT Staff

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