Estaminales y líquido amniótico: un «descubrimiento reconfortante y seguro»

Habla el neonatólogo Carlo Valerio Bellieni

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 17 enero 2007 (ZENIT.org).- El descubrimiento hecho público el pasado 7 de enero sobre la posibilidad de obtener del líquido amniótico células estaminales, con capacidades regenerativas iguales a las de las de los embriones, pero aparentemente tan seguras como las estaminales adultas, ha suscitado un intenso debate.

El descubrimiento se debe a los esfuerzos de los científicos de la Universidad de Harvard, junto a investigadores de Padua (Italia) y del Instituto de Medicina de la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte.

Al día siguiente del anuncio, el cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, lo recibió con esperanza, a condición de que se respeten las condiciones éticas propias de todo trasplante (microscópico o macroscópico).

Reconociendo ante los micrófonos «Radio Vaticano» que él no es científico, pidió por tanto la contribución de los científicos para comprender el alcance ético del descubrimiento. Según los primeros datos, afirmó, parece que este procedimiento respeta la vida humana (algo que no sucede con la experimentación con embriones).

Zenit ha planteado la cuestión al neonatólogo Carlo Valerio Bellieni, del Departamento de Terapia Intensiva Neonatal del Policlínico Universitario «Le Scotte» de Siena, quien considera que «el descubrimiento de la presencia de células estaminales en el líquido amniótico es reconfortante».

Antes de afrontar el tema a nivel ético, el científico aclara que, según el estudio, estas células «son de fácil disponibilidad y parece que se encuentran en cantidad elevada», aclara el miembro correspondiente de la Academia Pontificia para la Vida.

«Seguramente este descubrimiento es un fuerte mensaje a quien gestiona la investigación en este campo: hacen falta fondos para la aplicación de los estudios a estas células y hacen falta fondos para los ‘bancos’ que conservarán este precioso líquido», añadió.

Bellieni subrayó que, «como sucede con la sangre del cordón umbilical, ya en el nacimiento el líquido amniótico está disponible en gran cantidad». A este respecto, subrayó la necesidad de crear «una red de recogida y conservación bien estructurada».

«Obviamente esto lleva a preguntarse si sea razonable que por el cambio muchos fondos sean destinados a la obtención de células sustraídas a embriones humanos, con la consiguiente muerte de los mismos, sin que se haya obtenido ni se entrevea ningún resultado clínico», observó.

«Obviamente estos últimos son fondos que podrían ser usados para la recogida de las células estaminales adultas, eficaces y útiles», afirmó.

A la pregunta sobre los riesgos éticos ligados a este descubrimiento, el neonatólogo de Siena hizo dos consideraciones: «la primera es que del líquido amniótico no se haga un uso privado: como sucede en el caso de la donación de sangre para hacer trasfusiones, es oportuno que quien dona lo haga libremente y sin restricciones hacia quien recibe».

«Esto hay que tenerlo en cuenta porque, lamentablemente, vemos una cierta tendencia hacia la privatización del material biológico que podrá ser de utilidad común, como sucede en varios países con el caso de la sangre del cordón umbilical, que puede ser conservada para uso personal en lugar de meterlo en un banco público: muchas sociedades científicas internacionales se han levantado contra este derroche y esta actitud que discrimina a quien no puede conservar el material estaminal por motivos de patrimonio», explicó.

«La segunda consideración –añadió Bellieni– surge al constatar que no habría ningún peligro para el nascituro de la recogida del líquido amniótico, si se realiza después del parto, cuando ‘se rompen aguas’, como se dice popularmente».

En efecto, «no hay necesidad de realizar una amniocéntesis (es decir la extracción de líquido amnitótico con una jeringa a través de la pared abdominal materna) para obtener, además, una cantidad irrisoria», aclaró.

En conclusión, el experto neonatólogo sostuvo que «una vez más son los hechos los que hablan: la investigación científica es una cosa seria. Querer forzarla por motivos ideológicos, como puede sucede en el caso de quien ve el único camino en el uso de los embriones humanos, lleva a derroches de dinero y pérdidas de tiempo precioso».

«Y una vez más se ve que el respeto de la vida humana, unido a la capacidad de investigación, lleva en el sentido correcto de la curación y la salud», concluyó.

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ZENIT Staff

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