Ética económica en las finanzas y en las empresas

Por monseñor Héctor González Martínez, arzobispo de Durango

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MÉXICO, sábado, 14 de noviembre de 2009 (ZENIT.orgEl Observador).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Héctor González Martínez, arzobispo de Durango, con el título «Ética económica en las finanzas y en las empresas».

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La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento, pero de una ética amiga de la persona. Se habla mucho de ética en el campo económico, bancario y empresarial.

 Han surgido centros de estudio y programas formativos de business ethics; se difunde el sistema de certificaciones éticas; los bancos proponen cuentas y fondos de inversión «éticos»; se desarrolla una «finanza ética». Todo esto es apreciado y debe apoyarse. Sin embargo conviene elaborar un criterio de discernimiento válido, pues se nota un cierto abuso del adjetivo «ético», hasta el grado de pasar por éticas decisiones y opciones contrarias a la justicia y al verdadero bien del hombre.

La ética económica depende mucho del sistema moral de referencia. La Doctrina Social de la Iglesia ofrece una aportación específica, que se funda en la creación del hombre a «imagen de Dios» (Gn 1,27), algo que comporta la inviolable dignidad de la persona humana, así como el valor trascendente de las normas morales naturales. Una ética económica que prescinda de estos dos pilares, tendría el peligro de perder su propio significado y prestarse a ser instrumentalizada. Es necesario no recurrir a la palabra «ética» de una manera ideológicamente discriminatoria. Hay que esforzarse, no solo para que surjan sectores o segmentos éticos de la economía o de las finanzas, sino para que toda la economía y las finanzas sean éticas y lo sean por el respeto de exigencias intrínsecas de su propia naturaleza.

Relación entre empresa y ética

Han ido surgiendo una amplia zona intermedia entre los dos tipos de empresas (las que buscan el beneficio y las de sin ánimo de lucro), que está compuesta por empresas tradicionales que suscriben pactos de ayuda a países pobres; fundaciones promovidas por empresas concretas; grupos de empresas con objetivos de utilidad social; un vasto mundo de agentes de la economía civil de comunión. No es sólo un «tercer sector», sino de una nueva y amplia realidad de empresas. Lo más importante es que esta «zona» de empresas, se dispongan para concebir la ganancia como un instrumento para alcanzar objetivos de humanización del mercado y de la sociedad. Ojalá que estas nuevas formas de empresa encuentren en todos los países un marco jurídico y fiscal adecuado. Así, hacen evolucionar el sistema hacia una asunción más clara y plena de los deberes por parte de los agentes económicos.

Lo anterior hay que llevarlo a cabo en países excluidos o marginados de la economía global. Hay que implementar proyectos de subsidiariedad muy bien diseñados y gestionados que promuevan los derechos y donde también se asuman las responsabilidades.  En las iniciativas para el desarrollo debe quedar a salvo el principio de la centralidad de la persona humana. Los programas de desarrollo deben ser flexibles, y las personas que se beneficien deben implicarse directamente en su planificación y ser protagonistas de su realización. Es necesario aplicar criterios de progresión y acompañamiento, ya que no hay recetas universalmente válidas. «Constructores de su propio desarrollo, los pueblos son los primeros responsables de él. Pero no lo realizarán en el aislamiento». Las soluciones se han de ajustar a la vida de los pueblos y de las personas concretas, con la respectiva prudencia para cada caso.

La cooperación internacional necesita personas que participen en el proceso de desarrollo económico y humano mediante: solidaridad de la presencia, el acompañamiento, la formación y el respeto. Desde esta óptica, los organismos internacionales deberían preguntarse sobre la eficacia real de sus aparatos burocráticos y administrativos. En este punto se desea que los organismos internacionales y las organizaciones no gubernamentales se esforzaran por una transparencia total, informando a los donantes y a la opinión pública sobre los fondos recibidos, sobre el verdadero contenido de dichos programas y sobre los gastos de la institución misma.

 

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ZENIT Staff

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