Gracia (Grace Kelly) antes que belleza; raíces que se marchitan

Roma acoge una exposición sobre la princesa de Mónaco

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Por Elizabeth Lev

ROMA, 4 de noviembre de 2009 (ZENIT.org). – La nostalgia del verano que traen los primeros días fríos del otoño romano encuentra un eco en una conmovedora exposición que se abrió el pasado 16 de octubre. “Los Años de Grace Kelly” estará en el Palacio Ruspoli hasta el 26 de febrero y ofrece fotos, vídeos, vestidos y otros recuerdos de la extraordinaria vida de una querida actriz norteamericana que se convirtió en una princesa europea.

Grace Kelly nació en una familia católica irlandesa de Filadelfia el 12 de noviembre de 1929. Su padre, antiguo remero olímpico y exitoso fabricante de ladrillos, fue un importante miembro del Partido Demócrata, que sacó adelante su familia con valores cristianos.

El certificado de bautismo de Grace está enmarcado por fotos familiares de niños sanos y felices que gozan de placeres sencillos. A pesar de su riqueza y de sus frecuentes apariciones en las páginas de sociedad, los Kelly vivían modestamente con pocas muestras de su abundancia material.

De sus padres, Grace recibió el sentido del trabajo duro y la dedicación, mientras que su tío, George Kelly, dramaturgo ganador del Pulitzer, animó su lado artístico. Sus dibujos de joven revelan el amor por el color, la luz y la belleza que la impulsarían hacia el mundo del cine.

Tras algunos papeles y haber trabajado algo para televisión, Grace fue catapultada al estrellado. Con 11 películas desde 1951 a 1956, Grace Kelly comprimió la carrera de una vida en unos pocos años. Trabajó con leyendas del cine como Clark Gable y Cary Grant, que seguiría siendo su amigo de por vida.

En 1954, a la edad de 26 años, ganó un Oscar a la mejor actriz por su papel en The Country Girl. La exposición exhibe su Oscar, el vestido pastel y verde que vistió para la ocasión, y las ahora chistosas indirectas sobre su maquillaje y vestido que le envió la Academia junto al anuncio de su nominación al Oscar (Nota: Grace siguió sus consejos al pie de la letra).

Más llamativas que los recuerdos de Hollywood son las cartas y telegramas de amor y apoyo que llenan los expositores. Bing Crosby, coprotagonista en The Country Girl, escribe con espontáneo afecto y la alaba prediciendo su futuro. Familia y amigos le escribían con sincera alegría, por lo que Grace aparece entre estas páginas amarillentas como alguien capaz de lograr la amistad y el respeto verdaderos. (Una nota muy extraña advierte a Grace de los progresos de un pesado joven llamado Jack Nicholson, ofreciéndose a “echarle una reprimenda si se pasaba de la raya”).

En 1955, durante el festival de cine de Cannes, Grace hizo una foto en el Palacio Real de Mónaco donde se había encontrado con el príncipe Rainiero. Su vestido de flores estampadas, en la exposición, revive el día del trascendental encuentro tan claramente como las imágenes de vídeo.

En el momento del encuentro, Grace se relacionaba con Oleg Cassini, un diseñador ruso divorciado. Sus muchas cartas de amor y propuestas de matrimonio rodean una larga carta de su familia que describe el disgusto de sus padres por los planes de Grace de casarse con un hombre “que ya tiene una esposa”. Grace, de acuerdo con su fe y su familia, dejó de ver a Cassini.

Pero cuando se cierra una puerta se abre otra. El príncipe Rainiero fue a pasar las fiestas de Navidad con la familia Kelly en Filadelfia y le propuso el matrimonio. Grace dejó su carrera en la cima así como su patria para convertirse en la Princesa de Mónaco. Los apasionados telegramas y cartas del príncipe Rainiero se esparcen como el arroz en una boda alrededor del espectacular vestido que Grace visitó para casarse el 19 de abril de 1956.

Grace y su príncipe tuvieron tres hijos. Carolina nació en 1957, Alberto en 1958 y Estefanía en 1965. Las películas caseras de Grace destacan su papel como madre amorosa y atenta.

La exposición, sin embargo, se para en los elaborados trajes que encargó para sus sofisticados bailes y fiestas. Esta sección, titulada “La Reina de lo Efímero” por Fredric Mitterand, organizador de la exposición y ministro de cultura francés, deslumbra con la gran selección de vestidos y cartas de la jet-set internacional.

Aquí, Grace parece reducida de nuevo a una actriz, que viste trajes para los papeles menos importantes. De repente esta mujer de sustancia parece muy superficial. Pero entre la notas quedan testimonios de firme defensa y amistad con la artista negra Josephine Baker y su preocupación por la acongojada reclusa Greta Garbo.

Vi la primera encarnación de esta exposición en Montecarlo hace tres años, en la que había muchas más imágenes de la labor de la princesa como presidenta de la Cruz Roja de Mónaco. No sólo logró financiadores, sino que la princesa Grace ofreció voluntariamente su tiempo y sus esfuerzos, visitando enfermos y asistiendo a refugiados. La exposición de Mónaco también destacaba su fundación de AMADE, creada para proteger los derechos de los niños en el mundo. AMADE, nombrada así para “que suene como amor”, busca “crear, promover, coordinar y apoyar iniciativas que asistan a los niños más vulnerables”.

A pesar de los requerimientos de Alfred Hitchcock y otros para llevarla de vuelta a la gran pantalla. La princesa Grace sólo volvió a las cámaras poco antes de su muerte, para Family Theater, una empresa de producción fundada en 1947 por su viejo amigo, el padre de la Santa Cruz, Patrick Peyton.

La princesa Grace fue grabada rezando el rosario en la Basílica de San Pedro, un legado mayor que sus fabulosas joyas exhibidas en la exposición. Desgraciadamente, esta obra no es ni siquiera mencionada por los organizadores, a pesar del hecho de que fue su primera aparición en una película en 25 años.

Las fotos del Príncipe y la Princesa de Mónaco con el Papa flanquean imágenes de la pareja de visita con los Kennedy. Pero la exposición ignora la conexión católica entre Mónaco y la Santa Sede, que han mantenido relaciones diplomáticas desde 1861.

Ni cuenta tampoco cómo en 1954, el centenario de la Inmaculada Concepción, el príncipe Rainiero hizo un peregrinaje a Lourdes, para rogar a María por una esposa adecuada. Varios años después, la princesa Grace reveló que su nombre de confirmación fue Bernadette, la niña francesa a quien se apareció la Virgen en Lourdes. En el 25 aniversario de la peregrinación del príncipe, la princesa Grace también visitó Lourdes para dar gracias.

La princesa Grace murió en un accidente de coche el 14 de septiembre de 1982, y fue enterrada en la catedral de San Nicola en Montecarlo (también dedicada a la Inmaculada Concepción), la misma iglesia que la recibió para la “Boda del Siglo”, 26 años antes. La exposición evoca una nostalgia triste, no de la glamurosa reina de un cuento de hadas moderno, sino de una edad en la que los líderes recordaban que nobleza obliga, y que la vida de una persona pesaba más que las gasas y joyas.

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La llamada del glamour

La llegada del príncipe Alberto de Mónaco para inaugurar la exposición emocionó a los observadores de la realeza italianos, pero dejó a otros reflexionando sobre el sino de la minúscula nación católica.

Como Liechtenstein y Luxemburgo, Mónaco es un minúsculo principado soberano con una rica tradición católica y una larga historia de relaciones con la Santa Sede.

En 1861, el tratado de Mónaco con Francia reconocía formalmente la independencia oficial y la soberanía de Mónaco bajo la autoridad exclusiva de su soberano. El Papa León XIII estableció la primera diócesis independiente en el país.

El establecimiento de esta diócesis fue muy deseado por el príncipe reinante de Mónaco que quería aumentar su independencia de Francia. Antes de la instalación del obispo (hoy arzobispo), Mónaco caía bajo la jurisdicción de la cercana Niza. Las relaciones con la Santa Sede ayud
aron a este minúsculo país a dar sus primeros pasos como entidad soberana.

Mónaco sigue siendo confesionalmente católico y se dice que el príncipe gobierna “par la grace de Dieu”.

Esto significa que Mónaco tiene la obligación moral de asegurar que su sociedad actúa de acuerdo con sus obligaciones sociales, morales, políticas y diplomáticas católicas.

El príncipe Rainiero, un hombre debato, era muy cercano a los pontífices romanos, especialmente a Pío XII. Murió en el 2005, cuatro días después de Juan Pablo II, y su hijo, Alberto II, asumió el papel de príncipe de Mónaco.

Bajo el príncipe Alberto, el glamour secular ha comenzado a marchitar las raíces católicas del país. No obstante, hay muchos puntos comunes en los que la Santa Sede y el príncipe trabajan juntos para promover la enseñanza católica, y estos elementos fueron destacados durante la visita del príncipe al Papa Benedicto el 16 de octubre.

La “protección de los recursos naturales y del medio ambiente” son causas comunes para el príncipe y para el Papa “verde”. En 1998, Mónaco tomó el liderazgo en la diplomacia marino ambiental al albergar el Laboratorio Marino Ambiental de la Agencia Internacional de la Energía Atómica de Naciones Unidas (IAEA-MEL) en el Museo Oceanográfico de Mónaco. Da consejo y asiste a los estados miembros de las Naciones Unidas “para enfrentarse a amenazas en sus lagos, mares y costas”.

El príncipe Alberto también el patrón del Segundo Congreso Internacional sobre Investigación Responsable de Células Madres, que tendrá lugar en Mónaco del 26 al 28 de noviembre. Titulado “Células Madre Somáticas Adultas: Nuevas Perspectivas”, sigue al encuentro de Roma del 2006, que debatió la investigación terapéutica celular de células madre de adultos y del cordón umbilical. Esta postura de salvar vidas ante la investigación de células madre pone en práctica la enseñanza de la Iglesia.

A pesar de estos buenos esfuerzos, el reinado del príncipe Alberto ha sucumbido a la presión secular cuando firmó la ley de liberalización del aborto. Hasta ese año, Mónaco había prohibido toda forma de aborto.

La triste ironía es que el centro que levantará para los abortos es el Hospital Princesa Gracia. Una trágica caída de gracia.

* * *

Elizabeth Lev enseña arte y arquitectura cristiana en el campus italiano de la Universidad Duquesne y en el programa de estudios católicos de la Universidad de Santo Tomás. Puede contactarse con ella en lizlev@zenit.org

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ZENIT Staff

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