Hombre contra superhombre: las amenazas de la biotecnología

El consejo de bioética norteamericano analiza qué entendemos por felicidad

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WASHINGTON, 8 noviembre 2003 (ZENIT.org).- El 15 de octubre el Consejo de Bioética del presidente de Estados Unidos entregaba un informe bastante largo sobre la felicidad. A primera vista puede parecer un extraño tema para este organismo establecido por el presidente George W. Bush.

En su carta introductoria, el presidente del consejo, Leon Kass, explica que la biotecnología promete hacer a la gente «parecer más joven, realizarse mejor, sentirse más feliz, o llegar a ser más «perfectos»». Kass advierte por tanto que el significado de la vida humana no se debería reducir a términos médicos. Más bien, defiende, en nuestro disfrute de los beneficios de la biotecnología se deben también considerar términos psíquicos, morales y espirituales.

La biotecnología, dice el informe, ofrece una amplia variedad de procesos y productos que presentan el potencial de alterar y, hasta cierto punto, controlar los fenómenos de la vida, tanto en su forma no humana como humana. Sin embargo, como ocurre con otras tecnologías, los medios y los fines se separan fácilmente los unos de los otros, advierte el informe. Defiende una consideración cuidadosa sobre qué clase de «mejoras» deseamos para la especie humana.

Nuevas técnicas prometen ayudarnos a conseguir cuerpos más sanos, disminuir el sufrimiento, eliminar la enfermedad y extender la duración de nuestra vida, observa el informe. Pero también levantan los espectros de bebés de diseño, eugenesia, control del comportamiento y bioterrorismo. La biotecnología, por tanto, se mueve más allá del campo de la terapia y abre la posibilidad de un «futuro post humano», que va de la deshumanización a la super humanización.

De esta manera, este nuevo poder a nuestra disposición va más allá de los anteriores problemas de la utilización de la ciencia para matar a las personas de manera más eficiente. Ahora, la ciencia nos da el «poder de rehacernos a nosotros mismos según la imagen de nuestro propio ideal». El resultado, observa el informe, «da una urgencia práctica inesperada a las antiguas preguntas filosóficas: ¿Qué es una buena vida? ¿Qué es una buena comunidad?

Búsqueda de mejoras
Incluso una persona sana tiene limitaciones, observa el informe. «El alma tiene aspiraciones más allá de los que incluso un cuerpo sano puede realizar, y eso hace que se canse por la frustración». A lo largo de la historia, los humanos han soñado con superar sus limitaciones. En un análisis último, estos sueños van más allá de los campos de la medicina y la terapia. «Son sueños de perfección humana, en principio y al límite», dice el informe.

La satisfacción de estos sueños pudiera parecer loable. Sin embargo, surge la inquietud por diversos motivos. ¿Qué ocurriría en el ámbito social, por ejemplo, si muchas personas decidieran escoger el sexo de sus descendientes? ¿O qué sucedería en el ámbito individual si los medicamentos se usaran para transformar la memoria de alguien?

La manera en que llevemos a la práctica la biotecnología dependerá en buena parte de las opiniones, costumbres e instituciones de nuestra sociedad, observa el informe. Además, hace notar, en una sociedad libre y pluralista, hay una amplia diversidad de opiniones sobre las posibilidades que abren las nuevas tecnologías.

El informe explica que el Consejo de Bioética no quiere condenar ni el poder biotecnológico ni la búsqueda de la felicidad, de la excelencia o de la auto perfección. Pero, clarifica, «estos deseos pueden ser excesivos». Además, podemos educarnos mal con respecto a la naturaleza de los objetos que buscamos, persiguiéndolos de manera dañosa y con medios incorrectos, «a menudo al precio de deformar las mismas metas que buscamos».

Motivos de preocupación
El Consejo de Bioética subraya algunas causas de preocupación por la utilización de la biotecnología.

— Seguridad y daño corporal. No hay agente biológico, usado para fines de auto perfección o auto satisfacción, que sea enteramente seguro, advierten. Intervenir de modo parcial en el cuerpo, que es un organismo altamente complejo e integrado, sólo se puede hacer a riesgo del mismo.

— Injusticia. Poniéndola en práctica, sea para los atletas para un partido, o para los estudiantes ante los exámenes, se abre la cuestión de dar a algunos una ventaja injusta.

— Igualdad de acceso. Relacionado con el punto anterior está el tema de las divisiones en cuanto al acceso a las nuevas técnicas de mejoras. Sin ignorar los beneficios que las nuevas técnicas pueden aportar a todos, es un hecho de la vida que sólo los ricos pueden afrontar un cuidado médico más caro. Existe el peligro de que esta brecha se pueda ampliar en el futuro, creando así una «aristocracia» biotecnológicamente mejorada.

— Libertad. El Consejo de Bioética observa que pudiera haber una amenaza a la libertad del uso del poder biotecnológico utilizado por unas personas sobre otras. La alteración del comportamiento mediante medicamentos, los bebés de diseño, la presión a que se ven sometidos los atletas para consumir esteroides, son sólo algunos de los peligros. Además, advierten de que «muchas de las tecnologías de mejora del futuro serán muy susceptibles de ser utilizadas para una tendencia esclavista hacia ciertas nociones socialmente definidas y meramente de moda de «excelencia» o mejora, muy superficiales y conformistas».

— Orgullo. Una objeción común, comenta el informe, es que la biotecnología implica que los humanos asumen el papel de Dios, pero sin su sabiduría. La tentación orgullosa de rehacer la humanidad no sólo puede conducir a consecuencias malas y no queridas, sino que representa también una falsa comprensión del mundo naturalmente dado. La raíz de esta dificultad, explica el Consejo, es «la falta real de aprecio y respeto por «el carácter de don» del mundo. Al reconocer que nuestros talentos y poderes no son enteramente nuestros significa también que reconocemos que no todo en el mundo está abierto a cualquier uso que podamos desear o idear». Aunque en parte ésta es una sensibilidad religiosa, sus ecos van más allá de la religión, defiende el informe.

— Dignidad humana. La medicina ordinaria hace un uso intensivo de medios artificiales para tratar la enfermedad. Sin embargo, levanta dudas el utilizar la biotecnología para mejorar a las personas, en vez de hacerlo a través de la disciplina y el esfuerzo. El informe considera que el tema del carácter es importante. Las personas sanas, cuyo comportamiento erróneo se remedia mediante medicamentos correctores en vez de por su propio esfuerzo, no están aprendiendo autodominio. «Si ocurre con todo, se puede pensar que tal concepto es innecesario», advierte el informe.

Esto ocurre particularmente en el caso de las intervenciones que actúan directamente sobre el cuerpo humano y la mente de un sujeto pasivo. Esto va más allá de forjar un buen carácter, puesto que «la manifestación de una agente alerta y que tiene experiencia de sí mismo al tomar sus decisiones fluye intencionalmente de su alma con voluntad, conocimiento e incorporada». La prosperidad humana, continúa el informe, no es sólo la acumulación de logros externos.

— Fines. El consejo aconseja una reflexión cuidadosa sobre los fines que se buscan a través de la biotecnología. Los padres desean naturalmente que sus hijos estén sanos y prosperen. Pero existe el peligro de que logremos resultados superiores comprometiendo nuestra humanidad. Es un deseo natural también buscar curar y evitar las enfermedades, pero al hacerlo a través de la explotación de células madre levanta otras cuestiones éticas.

Cuestiones abiertas
Tras considerar estos peligros, el Consejo de Bioética concluye que «se necesita educar nuestros deseos humanos innatos para evitar los excesos y el error». Los individuos, al igual que la sociedad, necesitan encontrar f
ronteras que limiten los usos de la biotecnología. A este fin, el informe plantea algunas cuestiones a considerar.

— ¿Hasta qué punto el deseo de los padres de mejores hijos restringe su libertad o mina sus opciones a largo plazo de autodominio y genuina excelencia?

— ¿En qué momento la búsqueda de la mejora de uno mismo nos empequeñece o empeora?

— ¿Hasta qué punto la preocupación por cuerpos jóvenes y vida más larga compromete las perspectivas de vivir bien?

— ¿En qué momento la búsqueda de la alegría o autoestima nos puede conducir lejos de las actividades y los logros que parecen ser esenciales a estos fines cuando son correctamente entendidos?

Responder a estas preguntas no es fácil, observa el informe, y poner límites a las nuevas tecnologías es una tarea ardua. Pero sin fronteras de ninguna clase, la biotecnología podría terminar amenazando la identidad humana en sí misma.

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ZENIT Staff

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