Musulmanes chinos: «No nos impedirán rezar»

Represión gubernamental contra la religión de la población uigur

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XINJIANG, 10 marzo 2002 (ZENIT.org).- En una visita del 22 de febrero al 22 de marzo a las dos principales ciudades de la Región Autónoma de Xinjiang-Uigur al noroeste de China, el Keston News Service constató fuertes restricciones de la práctica religiosa de la población musulmana.

Los controles comunistas de las mezquitas se renovaron en 1996, tras un periodo de una mayor libertad en la práctica musulmana, mientras que las autoridades centrales parecen haber aumentado su preocupación por los lazos entre el separatismo uigur y el Islam, constata el centro con sede en Gran Bretaña dedicado a estudiar la libertad religiosa en los países comunistas o postcomunistas.

El principal objetivo de la visita a Urumqi, la capital regional, y Kashgar, la segunda mayor ciudad de la región, a 1000 kilómetros al sudoeste de Urumqi, era reunir información sobre las relaciones entre el Estado y los creyentes (principalmente musulmanes) y comprobar si el movimiento separatista uigur tiene fundamentos religiosos.

Keston encontró considerables dificultades para reunir información. Casi todos los que hablaron dijeron que si las autoridades sabían que habían proporcionado «información negativa» a un periodista podían ser objeto de una larga condena a la cárcel.

«En China incluso las paredes tienen oídos. Sea muy cuidadoso si no quiere causarnos problemas», era el comentario más frecuente.

La región cuenta con 16,5 millones de habitantes, en torno a la mitad son de nacionalidad turcoparlante y de base musulmana (uigures 42%, kazajos 6,2% y kirguís 1%).

Las relaciones entre uigures y chinos han sido siempre conflictivas y tensas. El problema más serio de los últimos años tuvo lugar en febrero de 1997, en la ciudad de Yining. Una manifestación de uigures que pedía a las autoridades respetar los derechos de los musulmanes se convirtió en una rebelión abierta. La revuelta fue brutalmente reprimida por el ejército chino. Al menos 25 personas murieron y 200 fueron heridas.

Pekín mira al separatismo uigur como una amenaza a la seguridad del Estado. A primera vista, la represión de los musulmanes no parece evidente. Se ven numerosas mezquitas activas por todas partes. Pero las mezquitas están bajo el estricto control de las autoridades: por ejemplo todos los imanes son nombrados por las autoridades.

Una instrucción no oficial amenaza a los musulmanes que trabajan en empresas estatales con el despido si van a la mezquita.

Keston vio avisos en las mezquitas en los que se prohibe la entrada a los menores de 18 años. En Kashgar, Keston pudo saber que durante las vacaciones de invierno los profesores obligaron a los alumnos a ir a la escuela los viernes para evitar que fueran a la mezquita.

La educación religiosa fuera de la mezquita está estrictamente prohibida. En Kashgar las autoridades hacen registros periódicos en las casas para confiscar literatura religiosa. Al mismo tiempo las autoridades están tratando de secularizar a los uigures.

Entre los uigures existe gran indignación por la ley china de control de nacimientos (aunque a los uigures por ser minoría pueden tener un hijo más). «Según nuestras costumbres musulmanas, cuanto mas niños hay en una casa más felicidad hay en ella –dijeron los uigures a Keston–. Los chinos insultan a nuestra fe».

Mientras trata de reducir la religiosidad de los uigure, Pekín respeta su cultura nacional, siguen explicando los observadores del instituto británico. La enseñanza en las escuelas y universidades es en uigur y hay programas de radio, televisión y periódicos en esta lengua.

En el ejército chino hay cocinas especiales para los soldados musulmanes. Al mismo tiempo, Pekín está tratando de combatir el separatismo uigur invirtiendo en esta provincia atrasada. Los cambios han sido impresionantes.

Sin embargo, los intentos de Pekín de pacificar a los uigures no han tenido el efecto deseado. «Yo no puedo llevar conmigo el dinero a la tumba, para mí es más importante que los extranjeros en mi propio país no me impidan rezar a Dios y vivir según la leyes de mis antepasados», dijeron a Keston los musulmanes locales.

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ZENIT Staff

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