Tailandia: Una Iglesia nacida de una grano de mostaza

Entrevista con un obispo redentorista sobre la caridad y la misión en Tailandia

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ROMA, domingo 19 de diciembre de 2010 (ZENIT.org). – Los cristianos constituyen menos del 1% de los 67 millones de habitantes de Tailandia. Y aún así contribuye eficazmente en la educación de la nación – incluso el rey y la reina han pasado por colegios católicos – y en la atención a los tailandeses enfermos y a los que sufren: niños con sida, víctimas del tráfico de seres humanos, pobres.

Monseñor George Yod Phimphisan es redentorista y obispo emérito de Udon Thani.

El prelado de 77 años ha hablado para el programa de televisión “Dios llora en la Tierra”, sobre la labor de la Iglesia en Tailandia – así como de su esperanza de que los asiáticos se conviertan en los misioneros del tercer milenio cristiano.

– En Tailandia se dice que un verdadero tailandés es budista. ¿Qué ocurrió con usted? Usted nació en Tailandia, ¿cómo puede ser cristiano y tailandés al mismo tiempo?

Monseñor Phimphisan: Tengo una mezcla de orígenes – escocés, alemán, portugués, japonés y tailandés. Nací en una familia católica. Mi padre era de origen portugués y tailandés y el padre de mi madre, mi abuelo materno, era de Escocia. Mis padres se encontraron en Tailandia y es por lo que nací católico.

– Usted mismo es misionero. ¿Lo es porque fue tocado por la labor misionera?

Monseñor Phimphisan: Soy sacerdote redentorista, y los sacerdotes llegaron a Tailandia hace 60 años. En aquella época había un sacerdote misionero francés de la Sociedad de Misiones Extranjeras que nos enseñaba el catecismo y, en una ocasión, le mencioné que estaba pensando convertirme en sacerdote en el futuro. Me dijo que yo era la clase de persona a la que le gusta estar en compañía de otros, por lo que debería unirme a una orden religiosa para poder vivir en comunidad.

Me sugirió la orden salesiana; llevaban un tiempo en Tailandia. Le dije que no quería unirme a ellos porque no quería enseñar. Me dijo que había otra orden religiosa que acababa de llegar, los redentoristas, que llevaban unos dos o tres años. Así que me fui con él a verlos y me sentí atraído por ellos, especialmente cuando me hablaron del espíritu de su fundador, San Alfonso. Así que fui enviado a Filipinas durante dos años al seminario menor y un año en el noviciado.

Después hice mis votos, y fui enviado a Norteamérica, porque los primeros redentoristas llegaban de Estados Unidos. Debe haber notado mi acento norteamericano. Fui ordenado sacerdote en Estados Unidos en el décimo aniversario de la llegada de los redentoristas a Tailandia. Así que soy misionero por haberlo escogido.

– ¿Se siente misionero en su propio país?

Monseñor Phimphisan: Sí, y la Santa Sede confió la diócesis de Udon Thani a los redentoristas. Mi predecesor, monseñor Duhart, fue el primer obispo de la diócesis.

Durante la guerra de Vietnam, el presidente Eisenhower de Estados Unidos alertó de la “teoría del dominó” que los comunistas habían puesto en marcha en los países del río Mekong. Tailandia sería el siguiente objetivo pero esto nunca ocurrió. Esto provocó que los obispos de aquella época – la mayoría de ellos eran extranjeros – presentaran su renuncia y dejaran su lugar a sacerdotes locales, sacerdotes tailandeses.

La razón, creo, de por qué el comunismo no enraizó en Tailandia fue una táctica muy eficaz del gobierno. Al comunismo le pusieron la etiqueta de “colonizador” y convocaron a los tailandeses diciéndoles que Tailandia nunca había sido colonizada por nadie y que los comunistas quieran “colonizar” Tailandia. Esto fue lo que dijo el gobierno y la gente tomó las armas y luchó contra los comunistas que eran etiquetados como “colonizadores”. Creo que nosotros somos el único país del sureste asiático que nunca ha sido colonizado.

En segundo lugar, la división entre ricos y pobres en Tailandia está siendo “cerrada” por su majestad el rey y la familia real. Siempre está con los pobres. Así que la influencia comunista fue insignificante y lejana, aunque tuvimos alguna infiltración. Pero nunca tuvo lugar una toma del poder y se lo agradecemos a Dios. Así que en el lado tailandés del río Mekong es donde se paró el comunismo y nunca pasó a Tailandia.

– Los redentoristas tienen una clara opción por los pobres. ¿Qué hacen por los pobres en su diócesis?

Monseñor Phimphisan: Una de las cosas que intentamos hacer es ayudar con programas de desarrollo social. Tenemos varios proyectos sociales para pobres y, tras ayudarles, intentamos establecer una continuidad con ellos para que se ayuden unos a otros. En el pasado, la gente en las aldeas, por ejemplo – el cultivo del arroz es muy común en Tailandia y la gente cultiva su propio arroz – se reunía durante la cosecha del arroz para ayudarse unos a otros y el campesino que cultivaba el arroz y pedía ayuda proporcionaba la comida. Esta es una práctica común en las aldeas. No hay necesidad de contratar trabajadores temporales. Es este espíritu de ayudarse unos a otros. Intentamos que se conserve vivo este espíritu.

Otro proyecto es nuestra labor con los discapacitados. En el pasado, las familias con un hijo discapacitado encadenaban a este hijo dentro de la casa mientras trabajaban en el campo, porque no quería de los demás descubrieran que tenían un hijo discapacitado. Al tener un hijo discapacitado se piensa que has vivido o has hecho algo erróneo en tu vida anterior, por lo que tener un hijos discapacitado es una forma se castigo según sus creencias. Hemos establecido un grupo de apoyo para estas familias con niños discapacitados y las animamos e intentamos que estas familias se unan y ayuden durante la época de la cosecha.

Ahora, un programa muy importante es el que tiene que ver con niños cuyos padres tienen Sida. Tenemos dos centros, uno de ellos con cerca de 160 niños.

– ¿Es muy frecuente el Sida en Tailandia?

Monseñor Phimphisan: Está muy extendido. La gente se sirve de servicios de prostitutas en los bares y apenas saben cómo se contrae y se transmite el Sida.

– ¿Es este un problema de la sociedad tailandesa en general o tiene que ver con los turistas?

Mons. Phimphisan: Es de ambos, pero el problema lo tienen los tailandeses. No se tomaron en serio la amenaza del Sida. Durante una época ha habido un porcentaje muy alto pero está retrocediendo porque han visto los resultados. La gent ahora tiene tanto miedo al Sida que cuando nace un niño de padres con Sida se vuelve un estigma social. En mi diócesis la mayoría de la gente vive en las aldeas y muchos de ellos tienen mucho tiempo libre debido a que el trabajo en las granjas depende de las estaciones, o no hay bastante trabajo. Van a las grandes ciudades a trabajar. Los hombres, especialmente después del trabajo, utilizan los servicios de prostitutas y contraen el Sida. Estos mismos hombres vuelven luego a su casa y tienen relaciones con sus esposas: nace un niño con Sida.

Una vez que descubren que su hijo tiene Sida temen que el niño infecte a los demás. Rechazan a estos niños y nos los envían.

– ¿Son ustedes los únicos que lo hacen? ¿Los budistas hacen algo similar?

Monseñor Phimphisan: Hay un monasterio muy grande y un monje en Tailandia que está acogiendo a gente con Sida. Pero no están en nuestra zona. Estamos en el noreste de Tailandia y tenemos a un sacerdote redentorista norteamericano, el padre Michael Shea, que cuida a 160 niños con Sida. Ha construido tres casas separadas, para los chicos más mayores, las chicas y los más pequeños. Lleva con esto más de 15 años. Algunos niños han sobrevivido. No han muerto. Con los supervivientes, tras el tercer año, sabes si tienen Sida o no (El padre redentorista Michael Shea dirige la Casa Sarnelli para niños con Sida. Es un hospicio y orfanato en la aldea de Donwai, cerca de la ciudad de Nong Khai. La Casa Sarnelli proporciona un ambiente segur
o, sano y de cariño a niños de entre 8 meses y 15 años durante el tiempo en que vivan).

– Hay otro problema relacionado con el Sida, el tráfico de mujeres y niños. El Papa mismo ha mencionado este problema.

Monseñor Phimphisan: El tráfico no es sólo interior sino también de gente de fuera, por ejemplo, de Laos, Camboya y Myanmar. Vienen y acaban en la prostitución. Es el mayor problema que tenemos.

– ¿Como Iglesia católica en Tailandia, tienen algún proyecto especial para esto?

Monseñor Phimphisan: Sí, lo tenemos. Intentamos darles un tratamiento y asistencia apropiados porque muchas de estos refugiados, la mayoría, son ilegales. Muchas de estas personas son víctimas y se aprovechan de ellos, y muchos de los traficantes son de Tailandia. Últimamente se ha capturado a muchos de estos traficantes tailandeses, por lo que está habiendo un descenso. Ahora hay que lograr que las autoridades estén seguras de que esto no sigue. Les animamos y hacemos lo que podemos pero se tienen que implicar las autoridades.

– ¿La Iglesia católica en Tailandia es una minoría y, aún así, la Iglesia católica lleva adelante proyectos como la educación, la ayuda a los mujeres y a los niños, y la asistencia con el Sida, en nombre de la sociedad tailandesa?

Monseñor Phimphisan: Así es. Cuando los comunistas se hicieron con Laos, muchos laosianos cruzaron a Tailandia por el río Mekong como refugiados. Venían en decenas de miles. Muchas de nuestras religiosas se presentaron para ayudar. Las hermanas preparaban sin parar cada día comida para estos refugiados.

Tras un tiempo algunos refugiados se acercaron a las hermanas para preguntarles: “¿Por qué hacéis esto? ¿Queréis que nos hagamos católicos como vosotras?”. Las hermanas les respondieron: “Esa no es la razón por la que lo hacemos. La razón por la que os ayudamos es que nuestra religión nos enseña a amar a nuestros prójimos, y vosotros sois nuestros prójimos, por eso os ayudamos. Si queréis haceros católicos eso es un asunto vuestro, no os animamos a ello”.

Finalmente algunos de estos refugiados fueron admitidos por otros países. Algunos se establecieron en Tailandia. Este es un ejemplo muy bueno de la ayuda que proporcionan los católicos.

(…)

– ¿Qué puede aportar la Iglesia católica tailandesa a la Iglesia universal?

Monseñor Phimphisan: Todavía tenemos buenas vocaciones en Tailandia. Para darle una idea: somos 65 millones de personas y, de ellas, 350.000 somos católicas, lo que es menos del 1%. Tenemos 150 seminaristas en nuestro seminario mayor nacional para sacerdotes diocesanos. También tenemos órdenes religiosas masculinas y femeninas por todo el país. Cuando llegué a obispo hace 34 años, propuse, dado el número de vocaciones, que deberíamos comenzar una sociedad de misiones en Tailandia. Tres o cuatro años después nació la idea y ahora tenemos nuestra propia sociedad de misiones.

– ¿Así que ahora pueden enviarnos sacerdotes?

Monseñor Phimphisan: Sí, así es, y, pero actualmente los estamos enviado a nuestros países vecinos – Laos, Camboya, etc. donde, más o menos hay una cultura similar. Es como estamos empezando. Cuando propuse esto al principio, mi idea era: cuando los misioneros vinieron de Europa a extender la fe, no vinieron porque tuvieran un exceso de misioneros, no, necesitaban aquellos sacerdotes pero hicieron el sacrificio para traernos la fe. Así que también nosotros deberíamos hacer el sacrificio para devolver, para restituir. Hace poco hemos celebrado los 350 años de la Sociedad de Misiones de París y Tailandia, creo, fue el primer país de Asia al que llegaron estos misioneros, por lo que nuestra fe en Tailandia tiene unos 350 años. Ellos fueron los primeros en hacerlo.

– Si lo puede expresar en una frase, ¿qué esperanzas abriga?

Monseñor Phimphisan: Yendo como van las cosas, espero, como misionero, gracias a nuestra propia sociedad de misiones, que podamos ayudar enviando misioneros a otros países. Asistí al sínodo de los obispos de Asia y ayudé con la traducción al tailandés del documento Ecclesia in Asia. Todavía pertenezco al consejo postsinodal para Asia y vengo a Roma todos los años por ello.

Recuerdo una frase de aquel documento: En el primer milenio, la Iglesia se extendió por Europa. En el segundo por Europa, América y parte de África. En el tercer milenio: Asia es el futuro.

Tal como yo lo veo se trata más o menos de un desafío para nosotros y, al mismo tiempo, de una profecía, de que quizá ahora sea Asia la que pueda enviar misioneros a Europa, América y África. Esa es nuestra esperanza, y le damos gracias a Dios por ella.

* * *

Esta entrevista fue realizada por Marie Pauline Meyer para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Más información en www.ain-es.org, www.aischile.cl

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación