Talleres sobre vida afectiva y sexual

Entrevista con la directora de la Fundación Desarrollo y Persona

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SANT CUGAT DEL VALLÈS, domingo, 4 febrero 2007 (ZENIT.org).- La vida afectiva y sexual se aprende. Una de las maneras es asistir a talleres en los que se explique desde una perspectiva cristiana en qué consiste la afectividad y la sexualidad.

En esta entrevista, la doctora Nieves Gonzáles Rico, médico sexóloga y drectora de la Fundación Desarrollo y Persona, relata los talleres de formación que impulsa su fundación y por los cuales han pasado más de 2.000 educadores y 5.000 jóvenes en España.

La doctora Gonzáles Rico cuenta a Zenit que los talleres se realizan «desde la fidelidad al magisterio de la Iglesia» y que entre las actividades de su Fundación está «un Proyecto de Materiales Educativos que faciliten y hagan efectivo a padres, profesores, catequistas, el planteamiento de la sexualidad desde la belleza de una perspectiva nueva y verdadera que responda a los deseos más hondos del corazón humano».

–¿Hablar de sexo a los chavales es algo que deban hacer los padres y educadores, o sólo los padres, según usted?

–Doctora González: Es verdad que la responsabilidad inicial y fundamental de la educación afectivo-sexual corresponde a los padres por ser éstos los primeros educadores del niño y por ser la familia el lugar más adecuado para la creación de un clima afectivo que difícilmente puede lograrse en otros ambientes.

Hablar de sexo que ha de integrarse en la educación para el amor se ha de concebir como todo un proceso que se desarrolla en la vida y se va dando de forma natural en el ambiente familiar.

Comienza con la vida misma, cuando empezamos a desarrollar la experiencia de «ser hijo» con la aceptación agradecida de la vida recibida, hasta que llegamos a la experiencia de la entrega definitiva de nuestra persona en el amor, que se realiza y concreta a través de la entrega del cuerpo.

Pero los padres confiamos desde una temprana edad a nuestros hijos a la catequesis en la parroquia y a un centro escolar del que formamos parte en la comunidad educativa, por eso junto con los padres, otras figuras fundamentales para educar la sexualidad son los catequistas y profesores.

–Si a los niños y niñas se les enseña historia, matemáticas, literatura.. ¿Por qué no se les enseñan las bases de la antropología humana, la relación, la convivencia… ya en la escuela?

–Doctora González: De hecho una de las indicaciones más audaces del Directorio de la Pastoral familiar de la Iglesia Española es el nº 93: «Como complemento y ayuda a la tarea de los padres, es absolutamente necesario que todos los colegios católicos preparen un programa de educación afectivo-sexual, a partir de métodos suficientemente comprobados y con la supervisión del obispo».

Es importante que la intervención escolar se haga por tanto desde una antropología adecuada.

Como indica el profesor D. Juan José Pérez Soba en el prólogo de un Proyecto de Materiales de Educación Afectiva y Sexual que será próximamente publicado, con esta expresión se quiere señalar la importancia de un marco de comprensión por el cual el amor esponsal está desde el principio inserto en los planes de Dios y es un camino específico por el cual el hombre es capaz de reconocer el lenguaje de Dios en su propia vida, porque se trata del lenguaje del amor verdadero.

En la escuela se puede acompañar al joven para que sea capaz de reconocer en sí ese lenguaje corporal del amor que Dios ha inscrito en su propio cuerpo, que comprenda la debilidad en la que lo vive y la necesidad de ser ayudado.

Hay que reconocer además que el centro educativo es para muchos niños y jóvenes la posibilidad de una esperanza de la que carecen en el seno de su propia familia inmersa en ocasiones en graves dificultades.

–¿Cómo se consigue explicar el dominio de las pasiones a los jóvenes, que están por definición en una época de hiperactividad y emociones a flor de piel?

–Doctora González: Es cierto que la pubertad y adolescencia es una época en la que se ven sorprendidos por los cambios físicos propios del desarrollo y la maduración sexual y por nuevas emociones y sentimientos que son difíciles de comprender e integrar muchas veces en la soledad en la que se encuentran.

Pero el joven tiene un inmenso deseo de ser feliz y de aprender a relacionarse adecuadamente.

Desea querer y ser querido y busca relaciones verdaderas en las que poder ser él mismo, y sentirse valorado y respetado.

Si se entra el diálogo sincero con ellos entienden que la pasión ha de ser juzgada por la inteligencia y gracias a la voluntad moverse para buscar el verdadero bien que no siempre coincide con «lo que más me apetece»

Sólo acompañados podrán ir madurando en el tiempo. Aprenden, observando a otros adultos y siguiéndoles.

–¿Qué respuesta están teniendo estos talleres para promover hábitos y conductas de vida saludables, el respeto al propio cuerpo y el conocimiento de los fenómenos relacionados con la sexualidad y la fertilidad?

–Doctora González: Si consideramos exclusivamente el pasado curso escolar, han participado de nuestros talleres 5000 jóvenes y casi 2000 educadores.

Viendo su acogida y la alta valoración que hacen del trabajo realizado, nos damos cuenta la inmensa necesidad de formación y acompañamiento que hay en este campo.

Esto es lo que nos mueve a promover los cursos de formación de monitores que se realizarán próximamente en Sant Cugat (Barcelona) , Valladolid y Tenerife y a publicar unidos a otras entidades que trabajan como nosotros profesionalmente en este campo desde la fidelidad al magisterio de la Iglesia un Proyecto de Materiales Educativos que faciliten y hagan efectivo a padres, profesores, catequistas, el planteamiento de la sexualidad desde la belleza de una perspectiva nueva y verdadera que responda a los deseos más hondos del corazón humano.

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ZENIT Staff

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