Tensión entre cultura y libertad

Recientemente, algunos sucesos ponen de manifiesto el conflicto entre la visión cristiana de cultura y sociedad y la actitud que mantiene que la libertad absoluta es el ideal.

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10 mar 2001 (ZENIT.org).- ¿Deberíamos ser libres de hacer cualquier cosa que quisiéramos? Recientemente, algunos sucesos ponen de manifiesto el conflicto entre la visión cristiana de cultura y sociedad y la actitud que mantiene que la libertad absoluta es el ideal.

El cantante de rap Eminem ganó varios premios en la última edición de los Grammy del pasado febrero. Ha vendido millones de álbumes con canciones cuyas letras profanas condenan con violencia a los homosexuales, exaltan el uso de la fuerza, el consumo de drogas, y describen carnicerías de mujeres.
Algunos grupos han protestado contra Eminem, sin embargo le apoyan figuras como Madonna y el cantante homosexual Elton John, quien cantó con Eminem durante la ceremonia de entrega de los premios.

Mientras tanto, en Nueva York, el Brooklyn Museum of Art se despacha con otra exhibición calculada para ofender a los cristianos. La muestra incluye una foto de una mujer negra desnuda en el lugar de Cristo en la Ultima Cena. La exposición fue condenada por el alcalde de Nueva York, Rudolph W.Giuliani,como «repugnante», «ultrajante» «anticatólica», según informaba el «New York Times» (16 de febrero).

En 1999, Giuliani intentó impedir la muestra «Sensation» en el mismo museo,la cual incluía un retrato de la Virgen María adornada con trozos de estiércol de elefante. En cualquier caso, el alcalde perdió esa batalla en los tribunales en noviembre del mismo año, cuando un juez federal sentenció que Giuliani violaba la garantía constitucional de libertad de expresión de la Primera Enmienda, al recortar fondos municipales al museo e iniciar medidas de desahucio.

Comentando la situación de Nueva York, el director del museo, Arnold L. Lehman, dijo en un comunicado: «A lo largo de la historia, la responsabilidad de los artistas ha sido hacernos pensar». Pero Roger Kimball explicaba en la edición on-line del «National Review» (20 de febrero) que detrás de todo el debate sobre la libertad de expresión subyace el tema de la situación del arte. «Se da por sentado hoy que llamar a algo arte automáticamente lo catapulta a una dimensión fuera del alcance de la crítica moral o de la censura legal», puntualizaba Kimball.

Las exposiciones de arte ofensivo no se limitan a Estados Unidos. Linda Chavez, en su columna de agencia (7 de marzo), informaba a los lectores sobre una muestra del anatomista alemán, Gunther von Hagens, el cual ha realizado obras con las partes de cuerpo conservadas procedentes de doscientos hombres, mujeres y niños fallecidos.

La exposición ya ha recorrido ciudades de Alemania, Austria, Suiza y Japón y ha sido vista al menos por 2,5 millones de personas sólo en el país del autor. Cuando se inauguró en Berlín, el mes pasado, la Iglesia Católica protestó enérgicamente. No pudiendo conseguir que las autoridades detuvieran la muestra, el día de la apertura la Iglesia celebró una misa de réquiem por los fallecidos expuestos.

Feminismo y familia

La libertad y su uso, o abuso, en relación al feminismo fue analizada por Angela Lambert en un reciente artículo del diario británico «The Independent» (1 de marzo). Ferviente feminista, reflexionaba sobre cómo había luchado por la igualdad de las mujeres durante los 70. Ahora está preocupada porque las chicas de hoy abusan de la libertad conseguida por las feministas de ayer.

Lambert indicaba que las jóvenes «han perdido la ternura, el juicio, el sentido realista de su propio lugar y valor, el decoro», así como todo modelo de conducta sexual. En su lugar, están «obsesionadas con su propio cuerpo, maquillaje, peinado y ropa». Los valores, sigue Lambert, «han sido sustituidos por una codicia de experiencias, excitación, riesgo, opulencia, drogas y alcohol».

Lambert declaraba que «no es infringir sus libertades decir a las jóvenes que se esperan de ellas ciertas formas de conducta en público y no es pequeña la razón de que actuar de otra manera les puede poner en grave riesgo». Concluía admitiendo que aunque las madres y abuelas de las actuales jóvenes lucharon por su libertad, «nunca les enseñaron cómo emplearla».

Mientras tanto, en España un artículo firmado por Vicente Verdú, publicado en El País (1 de marzo), examinaba cómo en familia ya no es posible dar una disciplina a los hijos apelando a la autoridad moral. Invocar la autoridad de Dios podría, observaba Verdú, ser algo como de ciencia ficción porque para muchos hoy Dios es simplemente una figura del pasado, ni siquiera digna del esfuerzo del ateísmo. Y aunque hay todavía una vaga conciencia del concepto del bien y del mal, la fuerza del relativismo moral es tal que no existe ningún punto de referencia firme.

En los años 70, la familia sufrió el ataque de muchos por imponer supuestamente los valores de la clase media y ser vehículo de la perpetuación de una cultura represiva. Hoy en día, sigue el artículo, la familia ha sido «liberada». Hay libertad en el área de la sexualidad, y el divorcio llevó la libertad al matrimonio mismo. Asimismo la libertad de la autoridad paterna ha sido alcanzada por los hijos de hoy. Y no sólo eso, hoy tenemos también libertad en el arte y la cultura. Pero la consecuencia, concluye Verdú, es que hoy esta misma libertad ha causado estrés, una falta de comunicación con los demás y en general el aislamiento de la gente.

Límites a la libertad

Mientras que algunos siguen proclamando la libertad de expresar cualquier opinión, aún ofensiva, o la libertad de hacer lo que quieran sin límites, el precio de una total falta de normas es cada vez más evidente. El descenso en espiral al denominador común mínimo en música, cine, arte y conducta social no sólo ha perjudicado a la familia y los valores morales, sino que ha llevado, casi inevitablemente, a la promoción de una cultura nihilista y violenta.

En su encíclica «Veritatis Splendor», Juan Pablo II indicaba que hoy la gente ha desarrollado de manera especial un fuerte sentido de libertad par. 31). Esto puede tener consecuencias positivas, tales como un alto sentido de dignidad personal y un gran respeto por el papel de la conciencia individual.

Sin embargo, comentaba el Papa, algunos elementos del pensamiento moderno han ido hasta el extremo de exaltar la libertad a tal grado que se convierte en un absoluto, siendo entonces fuente de valores. Cuando esto sucede, la conciencia individual se convierte para uno mismo en el árbitro supremo del bien y del mal y todo juicio moral se hace subjetivo.

La solución propuesta por Juan Pablo II es la de restaurar el nexo entre libertad y verdad: la verdad contenida en la ley moral dada por Dios. De este modo, la libertad se usa para elegir lo que es verdaderamente bueno para cada persona.

El conflicto entre libertad y verdad en el área de la cultura contemporánea ya fue señalado en el documento conciliar «Gaudium et Spes» (par. 57ss.).
La cultura, insistía el Concilio, «debe estar subordinada al desarrollo integral de la persona humana, al bien de la comunidad y del conjunto de la humanidad». La necesidad de libertad en el uso de nuestra inteligencia y vida social fue reconocida y defendida por el documento, pero dentro de los límites del bien común.

Las polémicas en torno a las citadas muestras de arte o los intentos de cambiar las normas sociales realmente son sólo manifestaciones secundarias de un problema más profundo: muchos no aceptan ya que su libertad debe tener el límite de algún principio objetivo. Se pueden librar batallas en los tribunales y protestar en los medios de comunicación, y es necesario hacerlo. Sin embargo no habrá una solución duradera hasta que la cultura contemporánea se sobreponga a su orgullo intelectual y admita que hay límites a la autonomía individual.

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ZENIT Staff

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