Tercera semana de Sínodo: “Papelorum Progressio”

Por qué la Iglesia tolera el latín y ama el italiano

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 21 octubre 2008 (ZENIT.org).- ¡Sé lo que usted podría estar pensando! ¿Quién es éste que no tiene ni idea de latín? ¿Cómo ha dejado Zenit tal gazapo en el titular? Seguramente el padre Rosica quería decir «Populorum Progressio», la encíclica emblemática del Papa Pablo VI en 1967 sobre «el desarrollo de los pueblos».

No, lo que usted ve en el titular es una expresión exacta, oída en la sala del sínodo y dicha por uno de los más sabios y agudos cardenales europeos, que aseguraba el sábado que podíamos estar usando demasiado papel en este sínodo para los borradores, informes, documentos, etc.

Su humorística expresión podría ser contestada con estas expresiones: «Estamos haciendo un buen trabajo con la multiplicación de los papeles». «¡No más documentos!». ¡No me da tiempo a leer tanto! O, finalmente, «No olvidemos la ecología en todo este atracón de papeles».

Pero hay que admitir que la expresión contiene una verdad: «¡Papelorum Progressio!» ¡El latín puede dar realmente un cierto lustre a nuestro lenguaje!

En el aula no sólo hablamos latín y otros idiomas durante los debates serios, sino que hay también tiempo para un poco de humor y risas que hacen todo este trabajo soportable y humano.

La semana pasada un «padre sinodal» asiático, prácticamente echó el aula abajo dos veces con las risas cuando, en presencia de Benedicto XVI, se dirigió a esta imponente asamblea con su italiano: «Santo Padre, fratelli e fratelle in Cristo».

«Fratello» en italiano es hermano, y «fratelli es el plural. Tratando de decir hermanas, que en italiano es «sorelle», el obispo sencillamente puso un final femenino a la palabra.

Un delegado sinodal que estaba a mi lado me dijo en inglés: «¡Su excelencia estaba tratando de utilizar el lenguaje inclusivo, y creó nuevos miembros de la especie humana: ‘hermanoas'».

La expresión correcta sería «fratelli e sorelle». Sin embargo, lo que es notable en esta asamblea internacional es el notable esfuerzo que hacen los participantes por hablar italiano. ¡Es realmente curioso verlo y oírlo! No estoy seguro si esto podría funcionar con otra lengua que no fuera el italiano.

Aquí surge otra anécdota sinodal que lo dice todo sobre esta experiencia, y muestra la humanidad y el humor que son necesarios para que la Iglesia exista.

El sábado por la tarde, caminábamos todos hacia la Capilla Sixtina para la estupenda celebración de Vísperas, con el Santo Padre y el patriarca Ecuménico, Bartolomé I. Era una velada impresionante y una sesión espectacular.

Cuando nos acercábamos a las puertas de la Capilla Sixtina, dos prelados que llegaron antes contemplaban cuidadosamente la capilla sin las acostumbradas hordas de turistas empujando y dando codazos.

Saludándonos, antes de entrar en este espacio sagrado, había algunos de los distinguidos ujieres vaticanos, en sus trajes oscuros y con sus mejores modales diplomáticos.

Los dos prelados preguntaron al ujier: «¿Podría utilizarse?», señalando a la estufa y la chimenea. El ujier, confuso en un primer momento, respondió: «Pero, excelencia, ¡el Santo Padre está vivo y muy bien, y está haciendo un estupendo trabajo! ¡Estos aparatos no los necesitaremos en mucho tiempo! ¡Bienvenidos a nuestra capilla!».

¡Gracias a Dios que Pedro dejó Tierra Santa y vino a Roma! ¡Viva el Vaticano en Italia!

Los italianos tienen tal habilidad con el lenguaje que son maestros en matices. A menudo le doy gracias a Dios porque la sede de la Iglesia está en Italia, y no en cualquier otro lugar que podía haber sofocado su historia, humanidad, belleza y humor,  con una especie de profesionalismo, rigidez, perfeccionismo y eficiencia.

Una religión que no es capaz de sonreír, reír, reconocer el humor y humanidad de nuestra condición, perdería algo muy importante. Deberíamos aprender de algunos papas de nuestra reciente historia: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y ahora Benedicto XVI.

Nos enseñan que el cristianismo y el catolicismo significan ser alegre, un punto de exclamación y no un gran interrogante. En medio de nuestras serias deliberaciones teológicas y trabajo pastoral, por muy pesadas que sean, ¡no podemos olvidar que el mundo busca en nosotros, en medio de tantas sombras y tanta tristeza, una sonrisa amable, un bálsamo compasivo, un testimonio de alegría, y ¡algún indicio de nuestra redención en Cristo!

Esta reflexión debería llevarles a saber que este lunes era «Vacat Congregatio», es decir, día sin calendario normal de asambleas, «círculos menores» y actividades formales. 

Los encargados de la organización del sínodo, junto al cardenal Marc Ouellet, el «relator general», pasaron todo el fin de semana y el lunes compilando y dando forma a las proposiciones, preparándolas para presentarlas este martes ante la asamblea general. Han sido 53.

Y ya que estamos hablando del sínodo, quizá a usted le puede interesar el tratar de impresionar a alguno de sus parientes, profesores, abogados, pastores o cualquiera que no sea muy experto en el lenguaje de Cicerón. Saque a relucir estas expresiones del léxico vaticano y espere la reacción:

Si le gustaría tomarse un rato para un café, diga: «Fiat intervallum».

Cuando acaba de leer el último «best seller», diga a sus amigos que encontró un «liber maxime divenditus».

Si tiene algunos problemas en su carburador en la Ciudad del Vaticano, diga al mecánico de la gasolinera que tiene un «benzini aerisque migma».

Si le gustaría probar el último helado italiano, pida un «gelida sorbitio».

Si no le disgusta la «comida rápida» puede encargar un «pastillum botello fartum», literalmente un bollito relleno de salchicha. Puede pedir también patatas fritas: «globuli solaniani», o galletitas: «crustula».

Pero ha llegado la hora de hacer un «intervallum». ¡Hasta mañana!

Por el padre Thomas Rosica CSB,
portavoz para la lengua inglesa del Sínodo Mundial de los Obispos 2008, director del canal de televisión «Salt and Light» de Canadá.

Traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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