Texto completo del papa Francisco antes del Regina Coeli del V domingo de Pascua

Los frutos de esta unión con Jesús son maravillosos. La vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús

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El papa Francisco rezó este V domingo de Pascua la oración del Regina Coeli, desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico.

En este día de primavera en Europa, la Plaza de San Pedro estaba repleta de fieles y peregrinos que le escucharon, le acompañaron en la oración y aplaudieron calurosamente.

A continuación las palabras del Santo Padre:

«El evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la Última Cena en cuando sabe que la muerte está ya cerca. Ha llegado su hora. Por la última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en su mente una verdad fundamental: también cuando Él no estará más físicamente en medio de ellos, los apóstoles podrán quedarse aún unidos a Él de un modo nuevo, y así traer mucho fruto. Y todos podemos estar unidos a Jesús en un modo nuevo. ¿Y cómo es este modo nuevo?

Por el contrario si uno perdiera la comunión con Él, se volvería estéril, o peor, dañino para la comunidad. ¿Cuál es el modo nuevo?

Y para expresar esta realidad, Jesús usa la imagen de la vid y de los sarmientos. Y dice así: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”. (Gv 15, 4-5).

Y con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, aunque no esté físicamente presente. Jesús es la vid y a través de Él –como la linfa en el árbol– hace llegar a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús nos quiere hacer entender la importancia de estar unidos con Él.

Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en la cual se encuentra el manantial de la vida de ellos. Así es para nosotros los cristianos. Insertados con el bautismo en Cristo, hemos recibido de Él gratuitamente el don de la vida nueva y podemos quedarnos en comunión vital con Cristo.

Es necesario mantenerse fieles al bautismo y crecer en la intimidad con el Señor mediante la oración, la escucha y la docilidad a su palabra, la participación a los sacramentos, especialmente la eucaristía y la reconciliación.

Si uno está íntimamente unido a Jesús, se beneficia de los dones del Espíritu Santo que –como dice San Pablo– son ‘amor, alegría, paz, magnanimidad, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí’. (Gal 5,22). Y estos son los dones que nos vienen si permanecemos unidos a Jesús. Y como consecuencia una persona que así unida hace tanto bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho se reconoce que uno es cristiano, como de los frutos se reconoce el árbol.

Los frutos de esta unión con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque nosotros somos una unidad de espíritu y cuerpo.

Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid, y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de este pertenencia común a Cristo y a su Iglesia.

Confiémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y dar testimonio de manera coherente de nuestra fe, coherencia de vida y de pensamiento, de vida y de fe; conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular, participamos a la única misión salvadora de Jesucristo, el Señor».  

Oración del Regina Coeli.

Después de la oración el Papa saludó a los peregrinos presentes. Recordó que ayer sábado “en Turín fue proclamado santo el beato Luigi Bodrino, laico consagrado de la Congregación de San José Benedetto Cottolengo, quien dedicó su vida a las personas enfermas y sufridoras, y se dedicó sin detenerse hacia los más pobres, medicando y lavando sus llagas. Agradezcamos al Señor por este humilde y generoso discípulo”.

Envió un saludo especial a la Asociación Meter, en la Jornada de los niños víctimas de la violencia. Les agradezco por el empeño con el que se dedican para prevenir estos crímenes. Todos tenemos que empeñarnos para que cada persona humana, especialmente los niños, sean siempre defendidos y protegidos”.

Saludó también “a todos los peregrinos presentes, que realmente son tantos para nombrar a cada grupo”. Entre ellos nombró a los provenientes de Madrid y Lugo. A las asociaciones y escuelas y a los jóvenes que han recibido o recibirán la Confirmación. 

“A todos les deseo un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mi”. Y concluyó con su conocido: ‘Buon pranzo e arrivederci’.

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ZENIT Staff

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