''Tío Tom vive en las plantaciones de la República Dominicana en pleno siglo XXI''

»Esclavos en el paraíso o el precio amargo del azúcar en la piel de esclavos haitianos, un libro inspirado en la obra del misionero Christopher Hartley»

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Por Nieves San Martín

MADRID, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Es discípulo espiritual de la beata Teresa de Calcuta, ordenado sacerdote por el beato Juan Pablo II, alumno del Seminario de Toledo, bendecido por el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Christopher Hartley, misionero por vocación, recaló en los bateyes dominicanos y desde allí enviaba cartas a su conocidos. Ahora, un periodista español ha recorrido los itinerarios de la explotación en la isla de La Española. La discriminación entre mestizos y negros marca la frontera entre un país imposible, Haití, y otro que se cree superior, simplemente porque sus gradaciones de moreno son un poco más claras que las de los vecinos de la parte occidental. Haití fue el primer país de la región en lograr la independencia de Francia y será el último es desterrar la esclavitud de sus ciudadanos vendidos al otro lado, en el «paraíso».

«Esclavos en el paraíso», narra las peripecias de este sacerdote singular que ha acabado, misterio de las relaciones internacionales –ahora que nos visitan mandatarios iberoamericanos para sellar amistades en Cádiz, bajo el recuerdo de las libertades otorgadas por la Constitución de 1812–, siendo un ermitaño, orando solitario en Etiopía, como un hermanito de Foucauld.

La obra de la editorial madrileña LibrosLibres recoge la misión del padre Hartley, muy bien contada por Jesús García, que se ha recorrido con gran rigor profesional los escenarios citados en las cartas de este evangelizador que tuvo que improvisar todo, y acabó enamorándose de esos excluídos de la historia que, sin embargo, son los que mantienen el mundo. Su más preciado tesoro es que se sintió evangelizado por ellos.

Parte de los beneficios que se obtengan por la venta de Esclavos en el paraíso se destinarán a la Fundación Misión de la Misericordia, presidida por el padre Christopher Hartley Sartorius, cuya finalidad es la cooperación y el desarrollo en programas y proyectos que mejoren las condiciones de vida de las personas y sectores de la población más necesitados y marginados, todo ello de acuerdo con los principios establecidos por la Iglesia católica.

Christoper Hartley cuenta con un prologuista de lujo, nada menos que el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación vaticana para el Culto Divino.

«Este libro –dice el cardenal Cañizares- es un verdadero regalo para quien lo lea, como ha sido también para mí un verdadero don y gracia, que estimula, alienta y hace proclamar las maravillas que la misericordia de Dios realiza a favor de la Iglesia y de los hombres».

«Sin duda, el protagonista de esta historia no es tanto el padre Christopher Hartley, sino Dios. Sucede con este texto algo semejante a lo que pasa con el Libro de los Hechos de los Apóstoles: el protagonista es Dios. Nos encontramos en el entorno del Sínodo de los Obispos –2012- sobre la Nueva Evangelización. El padre Christopher Hartley Sartorius fue enviado allí, a San José de los Llanos, y allí no hizo en aquellos años (1997-2006) otra cosa que evangelizar. Evangelizar a tiempo y a destiempo, a toda hora y con todos. Con escasez y pobreza, pero en nombre de Dios y con la fuerza de Dios, que brota de la Eucaristía, de la oración y de la escucha y acogida de la Palabra, en la comunión con la Iglesia», afirma el purpurado.

«Es este un libro que rezuma esperanza, que genera alegría y gozo de vivir, que suscita el deseo vivo de hacer lo mismo: evangelizar. El periodista que introduce y sitúa esta historia, a través de unas cartas escritas desde la misión, hace de cronista y testigo. De guía que no condiciona, sino que nos sitúa ante una realidad y nos apercibe de lo que allí está sucediendo. Del acontecimiento de historia de salvación que allí ha acontecido. Hace un poco como Lucas, que en Libro de los Hechos relata aquella primera y gran misión de los apóstoles, siguiendo el mandato y el envío del Señor, con la fuerza del Espíritu».

«No debo seguir –concluye el cardenal–, tan sólo pedir que se lea este libro con apertura de corazón, con disponibilidad total, con alegría y gozo por las obras grandes y por la misericordia que Dios manifiesta con nosotros. Doy gracias a Dios, como también agradezco a Christopher Harley, porque ha sido servidor fiel del Señor en la misión, que siempre va acompañada de la Cruz. Del Señor, que no desplegará toda su fuerza sin la persecución y la cruz, manifestación del amor de Dios que es Amor».

Ofrecemos esta entrevista exclusiva concedida por el padre Hartley a ZENIT.

La historia de su vida es sorprendente y mucho más la de tantas personas en el “limbo” de los bateyes dominicanos. Un hecho conocido desde hace muchísimos años del que nadie habla ¿por qué?

–Padre Chritopher Hartley: La realidad de los bateyes, las condiciones de vida y laborales de los picadores de caña y sus familias, ha sido una realidad que durante siglos ha permanecido oculta a los ojos de la opinión pública. Lamentablemente esta ha sido una de las claves de su “éxito”.

La industria azucarera de la República Dominicana está en manos, tanto del Estado a través del Consejo Estatal del Azúcar (CEA) como de tres familias todopoderosas: Vicini, Fanjul y Campollo.

La industria azucarera Dominicana, se beneficia de la “cuota preferencial americana”, es decir, los Estados Unidos es el único comprador de todo el azúcar que se cosecha en la RD y lo paga a casi el doble del precio real en el mercado mundial (200.000 toneladas métricas).

El pueblo americano debería avergonzarse si supiera a qué precio le pone el azúcar al café cada mañana.

Los abusos fundamentales que hemos constatado en las plantaciones son:

1.- Tráfico de personas: todos los años por estas fechas (noviembre es cuando empieza la zafra) miles de hombres, mujeres y niños (30.000 aproximadamente) son traficados desde Haití. Reclutados por “buscones” de las empresas; llevados a campamentos clandestinos en las montañas de la frontera que separa ambos países y distribuidos a los cañaverales.

2.- Trabajo infantil: los campos de caña los siembran niños de 6 a 10 años; les pagan menos de 0,25 céntimos de euro por sembrar un surco de caña.

3.- Pesaje trucado: Es en los pesos donde más se le roba y defrauda al trabajador, los pesos están “calzados” (manipulados) de manera que no se le recompensa al trabajador el fruto real de sus esfuerzos.

4.- No les pagan con dinero sino en “vales” que sólo pueden ser cambiados en el colmado de la empresa. El colmadero se queda con el 10% del valor de dicho recibo. Otro fraude.

5.- Privación de libertad o de libre tránsito: Hombres armados custodian las plantaciones de modo que los picadores no puedan abandonar los cañaverales. Son como prisioneros de dichas plantaciones.

6.- Se les niega el derecho a congregarse y reunirse: La empresa no permite que los trabajadores se reúnan bajo ningún concepto o motivo.

7.- Se les niega el acceso al seguro médico y al fondo de pensiones: A pesar de que a los trabajadores se les descuenta un % por cada tonelada de caña picada para cotizar al seguro médico y al fondo de pensiones. Ni un solo trabajador después de más de cuarenta años picando caña (y cotizando) ha logrado que le den su pensión. Tampoco un solo trabajador ha logrado que le den asistencia médica apropiada a la que tiene derecho.

8.- Agua y luz: Ni un solo batey dispone de energía eléctrica y ninguno dispone de agua potable. Los trabajadores siguen bebiendo donde beben los bueyes.

9.- La empresa les niega un contrato de trabajo: Si contrato, la situación del trabajador es de máxima vulnerabilidad, ya que no tiene manera de probar su relación contractual con la empresa y por ende, no puede reclamar sus derechos.

10.- Un estado dentro de un estado: E
l Estado de Derecho no ha penetrado dentro de las plantaciones de caña de la RD. Ni la policía, ni fiscales, ni jueces, ni la Secretaría de Estado de Trabajo; ni la Secretaría de Estado de Educación; ni la Secretaría de Estado de Salud Pública. Es un mundo aparte donde sólo mandan ellos.

11.- Educación: Los niños o bien no tienen acceso a la educación, o los que la tienen la reciben en condiciones tan precarias que es como si no la tuvieran, dado que: deben andar muchos kilómetros para llegar a la escuela; son diminutas y están sobre pobladas; los profesores faltan a clase con frecuencia y están desmotivados… Además, los que van a la escuela superior viajan en condiciones de peligro: subidos en tractores, carretas de caña…

Una de las razones por lo que esta realidad aún existe es porque esta industria ha infundido terror en la sociedad, en las organizaciones internacionales y ONGs. Muchos han sido amenazados de muerte.

¿Desde su experiencia límite en la frontera con Haití, entiende mejor la muerte de tantos misioneros en Centroamérica, Brasil, Argentina, México, etc, en los años ochenta del siglo XX, y posteriores, a manos de emprendedores interesados en determinadas explotaciones, arrancando la dignidad ya sea a los indios, los negros, los campesinos?

Padre Christopher Hartley: Perfectamente, desgraciadamente en muchas ocasiones hemos hecho oídos sordos al grito de Cristo en los pobres y oprimidos de la tierra. La palabra de Dios nos ofrece, junto a los Padres de la Iglesia y el Magisterio Eclesial un cuerpo de doctrina riquísimo y enormemente luminoso para saber hacer presente el Reino de Dios en la tierra.

Cristo ama preferencialmente a los pobres; la Iglesia ama preferencialmente a los pobres. El Evangelio nos recuerda que “el buen pastor da la vida por la ovejas, no huye cuando viene el lobo, no es mercenario, no trabaja a sueldo…”

¿Qué tiene que decir de la teología de la liberación, usted que dice que es más carca que el Concilio de Trento, pero parece que sin pretenderlo se ha convertido en un revolucionario incómodo?

Padre Christopher Hartley: De la teología de la liberación no tengo nada más que decir que lo que dice la Iglesia a través de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (Declaración de 1986).

Sorprende su opción actual por la vida casi de ermitaño en Etiopía, parece usted un hermanito de Foucauld.

Padre Christopher Hartley: Yo no he optado por nada, nunca he ido a ningún lado, he ido a donde me ha mandado la Iglesia; yo no he “ido” a mí me han “llevado”. No voy en nombre propio, voy en nombre de Cristo y de la Iglesia.

Carlos de Foucauld fue un gran santo, humildemente quisiera caminar sobre sus huellas, para ser testigo de la Pascua de Cristo entre esta población musulmana entre la que vivo ahora, al sur de Etiopía junto a la frontera con Somalia.

¿Que cosas han cambiado para los haitianos y dominicanos esclavizados por la industria azucarera, desde que usted estuvo allí?

Padre Christopher Hartley: Creo que se ha reducido algo el tráfico de personas; se ha reducido un poco el trabajo infantil; normalmente ya no se encierra a los pobres picadores que tratan de huir de las plantaciones, en las casetas del abono para apalearles con planazos de machete…

¡Pero queda tanto por hacer!

¿Estamos ante una nueva “Cabaña del Tío Tom” en versión contemporánea? ¿En qué se diferencian las situaciones de la novela, y en qué se asemejan, a las vividas por usted?

Padre Christopher Hartley: Quitando los añadidos externos de la época, es básicamente lo mismo, los grilletes y cadenas pueden ser de muchas maneras: Es ponerle grilletes a una persona privarle de libertad, negarle la ciudadanía; tratarle como a una bestia; pagarle un sueldo de hambre… Tío Tom vive en las plantaciones de la República Dominicana en pleno siglo XXI.

Para conseguir el libro: http://www.libroslibres.info/ficha_libro.cfm?id=299&

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ZENIT Staff

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