Tras el Jubileo, el fardo de la deuda se hace más ligero

El Papa ha estimulado a las iglesias locales y a la sociedad civil

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CIUDAD DEL VATICANO, 9 ene 2001 (ZENIT.org).- El llamamiento de Juan Pablo II a aligerar el peso de la deuda de los países más pobres ha sido, como otros signo de este Jubileo, una pequeña piedra lanzada al estanque de la indiferencia que ha generado ondas de solidaridad.

Lo reconoce el mismo Pontífice en la flamante carta Novo Millennio Ineunte, donde hay todo un párrafo dedicado al tema.

Los Parlamentos de muchos estados acreedores «han votado una condonación sustancial». Ahora toca a los gobiernos dar cumplimiento «en tiempos breves a estas decisiones», y sobre todo hay que resolver la cuestión de la deuda multilateral, es decir, contraída con los organismos financieros internacionales. Este es, en síntesis, el balance escrito por el Papa.

Entre los Parlamentos que han adoptado medidas de reducción es justo recordar al italiano, inglés, noruego y suizo. Estados Unidos ha cancelado en noviembre pasado una cantidad doce veces menor que la italiana pero subordinando la medida a la adopción de políticas de control de natalidad.

Más masivo y capilar ha sido el movimiento de opinión y de iniciativas puesto en marcha por las Iglesias locales de todo el mundo y por la sociedad civil. La Conferencia Episcopal Italiana, por ejemplo, en una campaña para adquirir porciones de deuda de dos de los países más pobres (Zambia y Guinea Bissau) y convertirla en proyectos de desarrollo, ha logrado casi el doble de la condonación efectuada por el Parlamento italiano y la cifra es todavía provisional.

A nivel de opinión pública hay que recordar la campaña de sensibilización Jubilee 2000, promovida por estrellas del rock de todo el mundo (entre otros, Bono, de los U2, recibido también por el Papa).

Y en el plano político, la iniciativa global más destacada ha sido la moción aprobada el pasado 4 de noviembre por los parlamentarios de todo el mundo, venidos a Roma para celebrar su Jubileo. Se pide la inmediata aplicación de los acuerdos tomados por la cumbre G-8 de Colonia (Alemania), 1999.

Es justamente éste el nudo más intrincado que, si se deshace, podría abrir el camino a la resolución del problema, como también escribe Juan Pablo II. Los países del G-8 han previsto la cancelación de una deuda equivalente a 90.000 millones de dólares de los 33 países más pobres del mundo. Pero éstos deben presentar un documento en el que, implicando a la sociedad civil, indiquen los objetivos para un nuevo desarrollo. Diez estados ya lo han hecho por un total de 15.000 millones de dólares, otros diez están en ello por un total de 20.000 millones de dólares. A este punto, toca a los acreedores darse prisa.

Por el momento, el éxito más grande del Jubileo en este campo ha sido el haber convencido a las instituciones financieras del mundo rico a poner en relación las ayudas económicas con los programas de desarrollo que contemplan la participación activa de la sociedad civil, una labor promovida de manera intensa por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, presidido por el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân.

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ZENIT Staff

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