Tras el terremoto, China hace concesiones a la política de un solo hijo

Un experto afirma que es sólo un atisbo de progreso

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PEKÍN, lunes, 2 junio 2008 (ZENIT.org</u>).- En el momento en el que las autoridades chinas están relajando su política de un solo hijo para las víctimas del reciente terremoto en el país, el experto Mark Miravalle constata la «triste brutalidad» de la norma.

El Comité de Población y Planificación Familiar de Chengdu, en la provincia de Sichuan, fuertemente golpeada por el terremoto del 12 de mayo, anunció el pasado 26 de mayo que las familias afectadas por el desastre pueden conseguir un certificado para tener otro hijo.

El terremoto, el mayor de China desde 1976, golpeó a la provincia de Sichuan con una magnitud de 7,9. La cifra de muertos supera los 69.000, pero se teme que aumente, dado que más de 20.000 están todavía desaparecidos.

«Pienso que tenemos que dar gracias a Dios y alegrarnos con él siempre que hay una nueva aceptación de valiosa vida humana, de cualquier forma o por cualquier motivo», dijo Miravalle, profesor de Teología en la Universidad Franciscana de Steubenville, y autor de «Los Siete Dolores de China».

«Al mismo tiempo –añadió–, esta excepción a la política de un solo hijo debería no distraer sino más bien hacer luz sobre la continua enormidad trágica y triste brutalidad de la norma en todo el país».

«Esperamos que esto sea una expresión de auténtica compasión y simpatía del Gobierno chino por la calamidad experimentada por su pueblo, y no algo más cercano a un concepto más utilitario del reemplazo humano», señaló Miravalle.

La anunciada exención de la política de un solo hijo beneficia a parejas que viven en la ciudad de Chengdu, que tiene una población de diez millones, así como a dos de las ciudades cercanas más duramente golpeadas, Dujiangyan y Pengzhou, informó Associated Press. Posiblemente podría también beneficiar a familias de Qingchuan.

La política de un solo hijo de China fue instituida en 1979 para controlar el crecimiento de la población, y a través de un sistema de recompensas y penalizaciones urge a las familias, principalmente en áreas urbanas, a tener un sólo hijo.

A las familias rurales se les permite generalmente tener un segundo hijo, cinco años después del primero, especialmente si el primero era una niña.

Según el Gobierno, la política ha evitado 400 millones de nacimientos.

Los críticos afirman que China viola habitualmente las libertades individuales implementando la política mediante multas y destituciones del trabajo, así como mediante abortos forzosos y esterilizaciones.

La exención pone de manifiesto algunos de los más estrictos elementos del establecimiento de la política. Por ejemplo, los padres que están pagando multas por haber tenido un segundo hijo ilegalmente no tendrán que responder de las multas pendientes. Las multas pagadas previamente sin embargo no serán reembolsadas.

Además, si un niño nacido legalmente murió en el terremoto, un niño ilegal podrá ser registrado como el hijo legal; a los hijos ilegales normalmente se les deniegan los beneficios gubernamentales así como la educación gratuita.

Para tener un segundo hijo, la pareja debe rellenar una solicitud.

Miravalle recordó, sin embargo, que «muchas mujeres chinas son esterilizadas inmediatamente después de dar a luz su primer hijo, sin su consentimiento», lo que lleva a preguntarse cuántas parejas podrán tener un segundo hijo.

El Gobierno chino ha dicho que no hay límites en el número que una familia puede adoptar, incluso si la pareja ya tiene, o tendrá en el futuro, su propio hijo biológico.

Una cifra estimada de cuatro mil niños quedaron huérfanos por el terremoto, informa Associated Press.

«Aunque otra vez podemos alegrarnos por este atisbo de progreso –añadió Miravalle–, algo permanece gravemente equivocado en esta lamentable denegación de respeto humano y libertad, aunque represente alguna forma de mejora parcial de una política general contra el segundo hijo».

Por Karna Swanson, traducido del inglés por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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