Tras la captura de Saddam Hussein, Irak puede afrontar su reconstrucción

Obispos iraquíes analizan la caída del dictador

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BAGDAD, 15 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Sorpresa y alivio ha experimentado la población iraquí al conocer la noticia de la captura, el pasado domingo, de Saddam Hussein, según relatan dos obispos católicos caldeos de Irak.

«Por fin se suprime el temor. Todo el peso que llevábamos sobre nuestras espaldas, todos los muertos y los asesinatos», además de la «sospecha de que hubiera aún espías, de que Saddam reapareciera…», reconoció monseñor Rabban Al-Qas Al-Qas –obispo caldeo de la diócesis de Amadiyah, al norte de Irak– a «AsiaNews.it».

Con la detención del ex líder iraquí «el miedo ha terminado», «la cabeza de la serpiente está aplastada y el régimen verdaderamente ha acabado». Ahora, «para nosotros en Irak se abre de verdad el período de la reconstrucción», subrayó.

Bajo el régimen dictatorial de Saddam Hussein, «Iglesia y pueblo han sufrido juntos», explicó monseñor Al-Qas: «todos hemos sido perseguidos: cristianos, chiíes, árabes, kurdos, siro-caldeos». «Todo la gente ha sufrido mucho. Ahora, todos ellos esperan un porvenir más seguro y más estable», recalcó el prelado.

«Como obispo –añadió– digo que es justo que [Saddam Hussein] tenga un proceso ante un tribunal iraquí», sin olvidar que «tiene siempre una dignidad que hay que respetar».

«Pero es necesario que confiese sus crímenes, los millones de personas que ha asesinado u ordenado asesinar. También el perdón cristiano supone la confesión y la expiación», aclaró.

Por su parte, monseñor Shlemon Warduni –obispo auxiliar caldeo de Bagdad– reconoció ante los micrófonos de «Radio Vaticana» que la detención del ex dictador iraquí había «sido una sorpresa para todos».

Su captura «es una buena noticia para todo el pueblo iraquí», ya que «se decía y se temía que muchas acciones de los terroristas partieran» de Saddam Hussein, una «persona sedienta de poder».

«Las fuentes terroristas son muchas –advirtió monseñor Warduni–; no existe una sola procedencia», de ahí que sea necesario una «cooperación entre todos para devolver la paz y la tranquilidad» a Irak, empezando por «custodiar sus fronteras» ante la eventual «infiltración de terroristas».

El prelado manifestó igualmente su confianza en la capacidad del país para gobernarse democráticamente: «Pienso que en Irak hay mucha gente inteligente, también en política, y ciertamente podrán surgir personalidades capaces de dirigir el país sin recurrir a una dictadura».

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ZENIT Staff

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