Tres «dificultades» de los jóvenes de hoy para ser sacerdotes, según el Papa

La clave, concluye, está en suscitar la amistad con Cristo

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CIUDAD DEL VATICANO, 9 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que tras la crisis actual de vocaciones se dan tres «dificultades» que experimentan los jóvenes para decidirse a abrazar el sacerdocio: el miedo al compromiso; la falta de una visión clara de ese ministerio; y su relación con Cristo.

Al encontrarse este viernes con un grupo de obispos franceses que están cumpliendo con su quinquenal visita «ad limina apostolorum», el Santo Padre ofreció un análisis sumamente concreto de las causas que, según él, impiden a muchos jóvenes responder a su vocación.

«La primera dificultad es el miedo al compromiso a largo plazo, pues tienen miedo a asumir riesgos para un futuro incierto, ya que viven en un mundo cambiante en el que el interés parece fugitivo, ligado esencialmente a la satisfacción de un instante», comenzó constatando.

«Se trata ciertamente de un freno esencial a la disponibilidad de los jóvenes, que sólo se podrá superar dándoles confianza en una perspectiva de esperanza cristiana», respondió.

En este sentido, aclaró, «está en juego todo el trabajo educativo que ofrecen ante todo la familia y la escuela, y que se completa asimismo a través de las diferentes propuestas pastorales para los jóvenes».

«La segunda dificultad» para que los muchachos entren al seminario, según el Papa, afecta a «la propuesta del ministerio sacerdotal en sí misma».

«Desde hace varias generaciones, el ministerio de los sacerdotes ha evolucionado considerablemente en sus formas –reconoció el Papa–; en ocasiones se han sacudido violentamente las mismas convicciones de muchos sacerdotes sobre su propia identidad».

De hecho, reconoció, «con frecuencia se ha devaluado a los ojos de la opinión pública» el ministerio sacerdotal.

«Hoy día, los contornos de este ministerio pueden parecer todavía poco claros, difíciles de percibir por los jóvenes y carentes de estabilidad. Es necesario, por tanto, apoyar el ministerio ordenado, darle todo su lugar en la Iglesia, en un espíritu de comunión que respeta las diferencias y su auténtica complementariedad» con el laicado.

La «tercera dificultad» y «la más fundamental», según el pontífice, afecta a «la relación de los jóvenes con el Señor».

«Su conocimiento de Cristo es con frecuencia superficial y relativo, en medio de propuestas religiosas múltiples, mientras que el deseo de ser sacerdote se alimenta esencialmente de la intimidad con el Señor, en un diálogo verdaderamente personal, que se expresa ante todo como el deseo de estar con Él».

«Está claro que todo lo que pueda favorecer en los niños y jóvenes un descubrimiento auténtico de la persona de Jesús y de la relación vital con él, que se expresa en la vida sacramental, en la oración y en el servicio a los hermanos, será benéfico para el despertar de vocaciones», concluyó.

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ZENIT Staff

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