Tres imágenes de Ucrania que Juan Pablo II no olvidará

Recuerdo de los mártires, diálogo ecuménico y encuentro con los jóvenes

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CIUDAD DEL VATICANO, 4 julio 2001 (ZENIT.org).- El martirio de los creyentes ucranianos, el diálogo con la Iglesia ortodoxa y con las demás religiones, y el encuentro con los jóvenes, son las tres imágenes que quedarán grabadas para siempre en la memoria de Juan Pablo II como recuerdo de su último viaje a Ucrania.

Así lo confesó el mismo pontífice este miércoles al hacer un balance de su visita internacional número 94, que tuvo lugar del 23 al 27 de junio, ante más de 14 mil peregrinos que participaron en la tradicional audiencia general.

La herencia de los mártires
«Doy gracias a Dios que me ha dado la posibilidad de realizar esta peregrinación que tanto significaba para mí. Ha querido ser un homenaje a ese pueblo, a su larga y gloriosa historia de fe, de testimonio y de martirio», comenzó explicando el obispo de Roma.

Tras este viaje, el deseo del Santo Padre es que esa tierra «pueda sacar un nuevo entusiasmo apostólico del patrimonio de santidad dejado por estos ejemplares discípulos de Cristo y por todos los que en cierto sentido representan».

Diálogo con la Ortodoxia
A continuación, el Papa envió «un saludo respetuoso y fraterno a la Iglesia ortodoxa», que en el país se encuentra dividida por dos cismas. El patriarcado de Moscú, a quien obedecen el mayor número de fieles ortodoxos, se opuso a la peregrinación pontificia.

En su intervención de este miércoles, el Santo Padre consideró que Ucrania, país en el que conviven cristianos de tradición oriental y occidental, está «llamada a ser «puente» entre hermanos divididos». En este sentido, destacó el papel decisivo que tiene el Consejo Panucraniano de las Iglesias y de las Organizaciones Religiosas, con el que se encontró el pasado domingo, al que pertenecen también protestantes, judíos, musulmanes y miembros de otras religiones.

«Todos los creyentes en Dios, rechazando toda forma de violencia, están llamados a alimentar las imprescindibles raíces religiosas de todo humanismo auténtico», aclaró.

Los mandamientos, brújula para el futuro
La tercera imagen que no podrá olvidar nunca el Papa fue el encuentro con medio millón de jóvenes, en la tarde de intensa lluvia del 26 de junio, en Lvov. «A ellos, que son la esperanza de la Iglesia y de la sociedad civil, les presenté a Cristo», recordó, y «la Ley divina de los diez mandamientos, como brújula indispensable para el camino, alertándole ante los ídolos de un falso bienestar material y de la evasión de las propias responsabilidades».

«¡Que Dios cure cada una de las heridas de ese gran pueblo y le guíe hacia un nuevo futuro de esperanza!», concluyó Juan Pablo II.

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ZENIT Staff

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