Vitral de la Santísima Trinidad

Vitral de la Santísima Trinidad (Wiki commons)

Trinidad: familia amorosa

Fiesta de la Santísima Trinidad

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Proverbios 8, 22-31: “Antes de que existiera la tierra, la sabiduría ya había sido engendrada”
Salmo 8: “¡Qué admirable, Señor, es tu poder!”.
Romanos 5, 1-5: “Vayamos a Dios por Cristo mediante el amor que nos ha infundido el Espíritu Santo”
San Juan 16, 12-15: “Todo lo que tiene el Padre es mío.- El Espíritu recibirá de mí lo que les vaya comunicando a ustedes”
Sus ojos tienen un nuevo brillo… ha pasado ya más de un año que encontró “un nuevo hogar”. No fue fácil, ya había tenido tantas experiencias, ya había tenido tantos fracasos que ella misma se cerraba a una nueva posibilidad. Los hogares y familias por las que había pasado siempre terminaban en egoísmos y en individualismos que la herían y le cortaban sus aspiraciones. Cuando la llevaron a este nuevo sitio, fue como obligada y a más no poder… No es la familia ideal, pero en las “Aldeas Infantiles, SOS” ha tenido un poco de cariño, un mucho de comprensión y ha encontrado “una mamá” y “unas hermanas” que le han devuelto la fe. “Ahora puedo sonreír y mirar el futuro. He descubierto a Dios y hasta ya hice mi confirmación. Para mí ha sido como el paraíso. No recuerdo mi familia de sangre, pero ha de ser emocionante y maravilloso tener verdaderos papás… verdadera familia”, suspira con nostalgia.
¿Hemos perdido nosotros también nuestra “familia”? ¿Nos conformamos con apariencias de familia y retazos de amor que vienen a saciar nuestra sed de amor, de comunidad, de compartir? No me refiero a la familia de sangre, sino a nuestra “verdadera” familia. La misión de Jesús se puede resumir en el pequeño pasaje que hoy hemos escuchado: darnos a conocer todo el amor del Padre para que movidos por el Espíritu descubramos nuestra verdadera familia. Rescatarnos del más horrible de los destierros y de las orfandades para introducirnos en el amor seguro y cálido de la Trinidad. No, el hombre no es un ser huérfano, errante y solitario que vague sin sentido por los abismos. Tiene su fundamento en el amor Trinitario que se desborda en torrentes de vida y que da origen al ser humano como su imagen y semejanza. Tiene su meta final en la comunión con el Dios Trino y Uno que nos convoca a una vida plena y eterna.
Es el sueño del Padre y es la misión del Jesús: un Padre lleno de Misericordia no descansará hasta contemplar a todos sus hijos e hijas disfrutando del banquete final, de la fiesta sin límites. Fiel a este Padre y movido por el Espíritu, Jesús nos trae la gran noticia y abre los horizontes para hacernos participes de este gran amor: nadie está excluido, todos son llamados: pecadores, pobres, despreciados… son los invitados del Dios Trino. Jesús, con imágenes, con acciones, siempre nos habla del Padre y de su gran amor por nosotros, Jesús siempre nos busca y nos encamina a participar de este gran amor.
Este día, fiesta de la Santísima Trinidad, no debemos perdernos en elucubraciones teológicas que nos lleven a descubrir las relaciones de las tres personas en una misma esencia. El misterio más que teoría es vida: contemplemos a este Dios familia, trinidad, comunicación, y experimentemos su amor y su invitación a participar de la misma vida. Porque de la imagen y de la experiencia que tengamos de Dios, dependerá la valoración y la imagen que tengamos de nosotros mismos y de nuestros hermanos. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor; introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres Personas. La Trinidad es la hermosa relación interior del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cada uno persona distinta, cada uno persona diferente y sin embargo todos un solo Dios. Se dan mutuamente, se reciben mutuamente, y no se entiende el uno sin el otro.
Son bastantes los que llamándose “religiosos”, “cristianos”, o de cualquier denominación, viven una vida triste y sin sentido. Tienen una idea aburrida y lejana de Dios. Dios sería para ellos un dios nebuloso, gris, “sin rostro”, algo impersonal, frío e indiferente. Y si les queremos decir que Dios es “Trinidad”, harán un gesto de enfado, de un enredo sin sentido que no tiene nada que ver con su vida. Y sin embargo es, en toda su profundidad, sin querer dar explicaciones, la experiencia del Dios cercano que nos presenta Jesús. El misterio no es la oscuridad, sino el amor y la vida que nos manifiesta Jesús que hay en Dios.
Dios no es un ser solitario condenado a estar encerrado en sí mismo, sino comunión interpersonal, comunicación gozosa de vida. Dios es familia. Dios es vida compartida, amor comunitario, comunión de personas. Creer en la Trinidad es creer que el origen, el modelo y el destino último de toda vida es el amor compartido en fraternidad. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no descansaremos hasta que podamos disfrutar de ese amor compartido y encontrarnos todos en esa “familia”, en la que cada uno pueda ser él mismo en plenitud, feliz en la entrega y en la solidaridad total con el otro. Celebramos a la Trinidad cuando descubrimos con gozo que la fuente de nuestra vida es un Dios-familia, Dios-comunidad, y cuando nos sentimos llamados desde lo más íntimo de nuestro ser, a buscar nuestra verdadera felicidad en el compartir, en el amar, en la fraternidad.
Qué triste sería que este día de Trinidad, nos quedáramos solos y encadenados a nuestro egoísmo. Habrá que abrir el corazón y los ojos para experimentar y hacer experimentar este Dios amor. Ojalá vengan a cada uno de nosotros muchos cuestionamientos: ¿Cómo puedo hacer que se refleje mucho más claramente en mi vida cristiana el ser “comunitario” de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo? ¿En qué aspectos concretos de mi vida se manifiesta el misterio del Dios trinitario como amor y vida? ¿Cómo podría abrirme más a la acción del Espíritu de la Verdad en mi vida, para que me lleve a un conocimiento existencial y actualizado del Evangelio de Jesús?
Dios amor, comunidad, familia, Padre, Hijo y Espíritu Santo, concédenos participar plenamente de tu amor divino. Amén

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Enrique Díaz Díaz

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