Turquía: la situación de los cristianos de ayer y hoy

El Papa se encontrará con una Iglesia pequeña que ha sufrido una larga persecución

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Por su interés, difundimos este artículo del escritor francés Sébastien de Courtois, publicado en la página web de Ayuda a la Iglesia Necesitada y firmado en Estambul.

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La población turca es mayoritariamente musulmana, con casi un 65% de suníes y con una importante minoría aleví (una rama del Islam chií) de entre un 25 y un 35% de la población total. Los alevíes turcos se sitúan al margen del mundo musulmán: no frecuentan las mezquitas, sino los cem evi (traducción: casas de oración), no respetan el ayuno del Ramadán ni practican las cinco oraciones diarias. Aunque oficialmente sean considerados por la Administración turca como musulmanes, es evidente, a la luz de estos hechos, que se sitúan fuera del Islam tal como se le entiende comúnmente. Por ello, hay que prestar atención a la hora de hablar de las religiones en Turquía para no olvidarlos, pues, frecuentemente, los alevíes mismos se consideran como un grupo minoritario similar al de los judíos o los cristianos. Políticamente, no comulgan con el Gobierno islámico-conservador del Partido de Justicia y Desarrollo (AKP, Adalet ve Kalkinma Partisi) –en el poder desde 2002–, sino que profesan ideas republicanas, progresistas y laicas.

Habiendo sido víctimas de discriminación, los alevíes turcos reivindican un reconocimiento oficial de su especificidad por la Diyanet (Dirección General de Asuntos Religiosos de Turquía). Desde 2009 no es obligatorio indicar en la tarjeta de identidad la afiliación religiosa.

En Turquía, los cristianos no son más que unas 100.000 personas, lo cual no es mucho en una población total que ya supera los 75 millones de habitantes. Entre ellos están los armenios (unos 80.000); los siríacos (20.000-25.000); los greco-ortodoxos (menos de 2.000), llamados rum en turco, a saber, “romanos”; y algunos centenares de familias católicas de rito latino instaladas en las grandes ciudades (Esmirna y, sobre todo, Estambul). Estambul, que no es la capital de Turquía, es un auténtico mosaico del Cristianismo, pues allí están presentes todas las Iglesias orientales y occidentales, además de grandes corrientes como los caldeos del sureste (originarios de Hakkâri), los siro-ortodoxos de Tur Abdin, los búlgaros, los rusos (con sus iglesias construidas bajo los tejados de Karaköy), los polacos, los ucranianos, las Iglesias Protestantes y la Anglicana, y una serie de instituciones católicas que operan en el sistema educativo y social como, por ejemplo, la escuela de Don Bosco dirigida por las Salesianas o el hospicio de Bomonti, gestionado por las Hermanitas de los Pobres, presentes en Turquía desde 1892.

Debido a la explosión del número de refugiados provenientes del mundo entero, pero, principalmente, del África Negra, Siria e Iraq, las iglesias de Estambul vuelven a llenarse.

Por lo general y de forma continuada, las Iglesias se han encontrado, en el mejor de los casos, en una situación de minoría, y, en el peor, en una situación de gueto. La presencia cristiana no se limita a sucedáneos comunitarios, incluso aunque sean simbólicamente atractivos. Pienso en la figura del Patriarca ecuménico, Bartolomeo, que encarna el legado del antiguo Imperio Bizantino y que gobierna desde el barrio de Fener, ubicado en el Cuerno de Oro, los destinos del mundo ortodoxo. La comunidad rum se reduce a algunos centenares de personas, pero la importancia de la sede patriarcal es un símbolo que traspasa las fronteras. El pasado bizantino de Estambul y Anatolia no debe subestimarse: miles de iglesias y monasterios se esparcen por el paisaje, aunque muchos estén en ruinas y abandonados. La península histórica de Estambul no sería la misma sin la masiva silueta de Santa Sofía –Aya-Sofía–, que se remonta a la primera mitad del siglo VI, construida bajo el reinado del emperador Justiniano. 

Este monumento recuerda al visitante, por su talla y su gracia, que la sociedad turca también se ha construido sobre un pasado cristiano, y que es preciso no olvidar esta continuidad invisible de la gran Historia con el presente. Igualmente, en el sureste del país, en la región de Mardin, se encuentran los últimos monasterios activos en Turquía: son cinco y pertenecen a la Iglesia Siro-Ortodoxa (en total, una veintena de religiosos). Algunos monasterios producen pistachos, uvas y aceite de oliva. Esta región se llama Tur Abdin (“montaña de los siervos de Dios”) y es un antiguo lugar de presencia y espiritualidad siríacas. Los cristianos de la región utilizan una lengua de origen arameo llamada turoyo. En torno a estos monasterios hay unos veinte poblados cristianos, lo cual nos vuelve a mostrar la especificidad de esta región . Desde 1915 y la destrucción de la Primera Guerra Mundial, –y salvo escasas excepciones– la población armenia del este anatolio fue desplazada y masacrada por los Jóvenes Turcos de la época. El hecho de que Turquía siempre se haya negado a reconocer el genocidio de los armenios genera un malestar que constituye uno de los principales hándicaps para Turquía en el plano internacional. La normalización de las relaciones entre Grecia y Turquía, iniciada por la ayuda recíproca que cada uno de estos países prestó a su vecino a raíz del terremoto de 1999, se ha visto reforzada gracias a los esfuerzos conjuntos realizados en aras de solucionar el problema chipriota. 

Pero todavía no es suficiente, pues los cristianos turcos dependen demasiado de las relaciones internacionales entre países (Armenia y Grecia, principalmente), al tiempo que son plenos ciudadanos turcos. Además, a menudo, su presencia en el territorio de la república turca es más antigua que la de la población considerada como “turca”. Esta paradoja todavía existe. Así, los cristianos turcos a menudo son considerados como “extranjeros”, lo cual es lamentable. Pese a la libertad de culto, siempre tienen que justificar su lugar en la sociedad. En los últimos años se han registrado asesinatos muy inquietantes de religiosos católicos y protestantes, sin hablar de la muerte de Hrant Dink, el periodista turco de origen armenio. Una parte considerable de la población turca, incitada por el nacionalismo, acusa a los cristianos de querer desestabilizar la nación turca y de ser agentes extranjeros, lo cual es signo de una paranoia aguda.

Finalmente, muchas de las grandes ciudades mencionadas en los Evangelios, con el pasaje de los apóstoles Pedro y Pablo, se encuentran actualmente en Turquía: Antioquía, Éfeso, Cesarea o Sardes y la región de los Gálatas, que es el Ankara de nuestros días. Los judíos –principalmente sefardíes– constituyen con sus 25.000 fieles la tercera comunidad religiosa del país. Todas las minorías esperan con alegría la visita del Papa a finales de este mes de noviembre.

La masacre de los armenios y siríacos turcos
Las comunidades armenias y siríacas presentes en las provincias orientales del Imperio Otomano fueron, entre 1895 y 1915, víctimas de una serie de masacres. La suerte de las comunidades siríacas estuvo ligada con la más general de los armenios. Las siguientes provincias orientales, fuertemente cristianizadas, se vieron afectadas: Cilicia, Anatolia oriental, las provincias de Erzurum, de Van, de Bitlis y de Hakkâri, así como la provincia de Diyarbakir. Estambul tampoco se quedó atrás: también ahí los armenios fueron perseguidos, sobre todo, los personajes importantes. 

Las Iglesias siríacas

El mundo siríaco es el menos conocido, y constituye un ecumenismo oriental por sí solo. Este legado se remonta a Antioquía, la ciudad donde los cristianos fueron llamados por este nombre por primera vez. Esta familia se compone de cinco Iglesias distintas que comparten la lengua siríaca: La Iglesia Siro-Ortodoxa, la Iglesia Siro-Católica, la Iglesia de Oriente, la Iglesia Caldea y la Iglesia
Maronita de Líbano.

Aunque la población cristiana en Turquía apenas roza el 0’3%, Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) ha financiado 100 proyectos en Turquía en los últimos veinte años. 
Una cantidad significativa de la ayuda de AIN ha ido destinada a los refugiados iraquíes y sirios en la parte oriental del país. Desde 2010, AIN ha donado un total de 130.000€ a los refugiados iraquíes, principalmente a través de la Iglesia Caldea y los Padres Salesianos en Estambul. Los salesianos atienden a las familias y ponen un especial interés en asegurar que los niños sigan recibiendo una educación escolar. Desde que comenzó la crisis en Siria, AIN también ha ayudado a los refugiados sirios en el este de Turquía. De 2013 a 2014 AIN ha donado un total de 47.000€ destinados a cubrir sus necesidades.

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Sébastien de Courtois escribe para Ayuda a la Iglesia Necesitada, fundación de
la Santa Sede que ayuda pastoralmente a la Iglesia necesitada o que sufre
persecución en cualquier parte del mundo.

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ZENIT Staff

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