Ucrania: Entre comunismo y modernidad, entre Rusia y Occidente

Desprenderse del pasado soviético cuesta más de lo que parecía

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KIEV, 22 junio 2001 (ZENIT.org).- Un país en plena transición. Esta es la mejor definición que se puede hacer hoy de la Ucrania que visitará Juan Pablo II del 23 al 27 de junio.

No es la primera vez que Karol Wojtyla pisa tierras ucranianas. Precisamente este jueves el diario italiano «Il Giornale» publicaba una fotografía de cuando tenía 19 años, mientras hacía su servicio militar, en julio de 1939, dos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, en la zona correspondiente a la actual Ucrania occidental, que entonces formaba parte de Polonia.

Según Anatoly Zlenko, presidente del Comité organizador de la visita papal, el viaje del Santo Padre es uno de los acontecimiento más importantes en la historia del país, y de hecho ha sido la que más atención ha provocado tanto dentro como fuera de Ucrania.

Al invitar al Papa, el presidente Leonid D. Kuchma (en el cargo desde el 19 de julio de 1994), quiere mostrar al mundo que su país, de 50 millones de habitantes, puede ofrecer algo más que casos de corrupción y el desastre nuclear de Chernobyl.

Constituye un gesto más de la política de este antiguo hombre del régimen comunista que ha buscado el diálogo con Occidente y Rusia para afianzar la independencia del país.

A pesar de su déficit energético, especialmente ahora que ha cerrado Chernobyl, Ucrania tendría todas las posibilidades para ser un país rico. En este territorio más grande que Francia, el suelo es fértil, los ríos numerosos, y los recursos minerales enormes. Cuenta, además, con una larga costa que se asoma a los mares Negro y Azov.

Las empresas industriales creadas por el régimen comunista constituyen hoy día un peso y un daño ecológico terrible. Sin embargo, al país le cuesta reciclarlas, pues el Partido Comunista es hoy el más influyente en el Parlamento y mantiene ciertas costumbres de antaño.

Además, la explosión de 1986 en Chernobyl –el peor accidente nuclear de la historia– sigue causando hoy casos de cáncer de tiroides y otras dolencias. Aproximadamente 2.800.000 personas viven actualmente en zonas contaminadas por la catástrofe de nuclear.

El ucraniano Bohdan Osadczuk, profesor emérito de la Universidad Libre de Berlín, considera que el futuro de Ucrania depende de su capacidad para liberarse de este pesado yugo. «Desde tiempos de Nikita Jruchov –explica– faltan inversiones indispensables y todas las estructuras industriales han sido descuidadas. Faltan también personas preparadas para realizar las reformas».

«La esperanza son los jóvenes que han comenzado a formarse en un ambiente diferente, de libertad», concluye el catedrático.

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ZENIT Staff

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