Último mensaje del padre Hurtado

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 18 octubre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la carta dictada en la clínica de la Universidad Católica de Santiago de Chile, cuatro días antes de morir, en agosto de 1952.

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Al dar mi último saludo de Navidad, quisiera darles las gracias a todos los amigos conocidos y desconocidos que, de muy lejos a veces, han ayudado a esta obra de simple caridad de Evangelio, que es el Hogar de Cristo.

Al partir, volviendo a mi Padre Dios, me permito confiarles un último anhelo: el que se trabaje por crear un clima de verdadero amor y respeto al pobre, porque el pobre es Cristo. «Lo que hiciereis al más pequeñito, a mí me lo hacéis» (Mt 25,40).

El Hogar de Cristo, fiel a su ideal de buscar a los más pobres y abandonados para llenarlos de amor fraterno, ha continuado con sus Hospederías de hombres y mujeres, para que aquellos que no tienen donde acudir, encuentren una mano amiga que los reciba.

Los niños vagos, recogidos uno a uno en las frías noches de invierno, han llenado la capacidad del Hogar. 5.000 vagan por Santiago… ¡Si pudiéramos recogerlos a todos… y darles educación…! Para ello, un nuevo pabellón se está construyendo con capacidad para 150 niños, el cual les ofrecerá las comodidades necesarias para una labor educacional seria.

Los Talleres de carpintería, gasfitería, hojalatería, enseñan un oficio a estos hijos del Hogar de Cristo. Nuevos talleres, Dios mediante, de mecánica, imprenta, encuadernación, ampararán la labor de los actuales.

Las niñas vagas, ayer inexistentes, son hoy una triste realidad. 400 hay fichadas por Carabineros. ¡Cuántas más existen que, envueltas en miseria y dolor, van cayendo física y moralmente! Un hogar se abrirá en breve para ellas.

La Casa de Educación Familiar, del Hogar de Cristo, la cual está ya terminada, las capacitará para sus deberes de madre y esposa con sus cursos de cocina, lavado, costura, puericultura, etc., prestando esta misma Casa un servicio a todo el barrio.

Los ancianos tendrán también su Hogar, es decir, el afecto y cariño que no les puede brindar un asilo. Para ellos quisiéramos que la tarde de sus vidas sea menos dura y triste. ¿No habrá corazones generosos que nos ayuden a realizar este anhelo?

A medida que aparezcan las necesidades y dolores de los pobres, que el Hogar de Cristo, que es el conjunto anónimo de chilenos de corazón generoso, busquen cómo ayudarlos como se ayudaría al Maestro.

Al desearles a todos y a cada uno en particular una feliz Navidad, os confío en nombre de Dios, a los pobrecitos.

Alberto Hurtado Cruchaga, s.j., capellán.

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ZENIT Staff

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