Un anuncio preocupante: los bebés de diseño

La decisión de un tribunal británico aumenta el miedo por la explotación de embriones

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LONDRES, 3 mayo 2003 (ZENIT.org).- La Corte Británica de Apelación dio el visto bueno a una pareja para usar el examen embrional, de manera que puedan tener un bebé que provea médula ósea para un hermano, informó el 8 de abril la BBC. La técnica, conocida como diagnosis genética de preimplantación (PGD), examina el embrión concebido a través de fertilización in vitro, seleccionando para la implantación en la matriz el embrión, o embriones, con las características genéticas deseadas.

El hijo de 4 años de Raj y Shahana Hashmi, Zain, sufre de un desorden sanguíneo, talasemia. Puede ser tratado con transfusiones de sangre, pero un transplante de médula daría la esperanza de una curación a largo plazo.

Sobre la decisión del tribunal, Shahana Hashmi declaraba: «Hemos dicho a lo largo de todos esto que en el centro de este caso estaba nuestro hijo pequeño que sufre mucho». Y añadía: «Estamos encantados también porque este caso abre la puerta a otras familias que están sufriendo».

La decisión rechazaba un dictamen del tribunal supremo de diciembre que decía que la Autoridad de Fertilización Humana y Embriología no tenía poder para dar la licencia a esta técnica bajo la actual legislación. Aquel dictamen había tenido lugar tras una denuncia de Josephine Quintavalle, de la organización para el interés público Comment on Reproductive Ethics.

Tras la última decisión, Quintavalle comentaba: «Aquí hay temas serios en juego y, desde esta perspectiva, es una derrota para la sociedad en general y ciertamente una abrumadora derrota para la democracia parlamentaria».

La Society for the Protection of Unborn Children (SPUC) se mostró también crítica con la aprobación. En una nota de prensa hecha pública el mismo día, el secretario general del SPUC, Paul Tully afirmaba: «Este juicio anómalo es el fino filo de la cuña que permitirá que se creen y seleccionen embriones por razones no médicas. Son muchos ahora los embriones que se crean –y mueren- en esta búsqueda inmoral de niños genéticamente deseables».

También observaba que, según la Sociedad de Talasemia del Reino Unido, las condiciones que afectan a Zain no son terminales, a pesar de que los medios de comunicación vociferan lo contrario.

Tully expresó su condolencia a la familia, pero añadió: «Lo vemos como un deplorable uso del sufrimiento de las familias y de los niños como un medio de chantaje emocional al exigir que los embriones humanos puedan ser cortados en trozos, examinados y desechados como si fueran muestras inertes de un proceso químico industrial».

Hace dos semanas se publicó en el New England Journal of Medicine un caso similar sobre el uso del PGD. Según el Chicago Tribune del 10 de abril, el caso tiene que ver con un bebé que había sido seleccionado cuando era embrión para nacer libre del defecto conocido como holoprosencefalia, una anomalía por la que el cerebro no puede separarse en los distintos hemisferios derecho e izquierdo.

El estudio informaba sobre una pareja no identificada que había tenido dos hijos con este defecto. El hijo de 5 años presenta un caso más atenuado y se está desarrollando normalmente, mientras que su segundo hijo murió poco después de nacer.

Para el último nacimiento, el Dr. Yury Verlinsky implantó sólo aquellos embriones que no llevaban el defecto genético – aunque admitió que incluso pudo haber excluido embriones que podrían haber dado lugar a niños sanos.

Según el Chicago Tribune, más de 1000 bebés sanos han nacido en todo el mundo como resultado de los procedimientos del IVF-PGD, con más de 400 de ellos concebidos en la clínica de Verlinsky. El examen de preimplantación suma cerca de 2.000 dólares al coste de la fertilización in vitro, que alcanza entre los 6.000 y los 12.000 dólares por cada intento.

La decisión abre la puerta
Existe miedo de que la decisión de permitir a la familia Hashmi usar el PGD para seleccionar un bebé de diseño por motivos de tejidos pueda ser vista como una relajación de la política del Reino Unido en este tema. En un caso similar el año pasado, la Autoridad para la Fertilización Humana y la Embriología dictaminó que, mientras resulta aceptable examinar y seleccionar embriones para prevenir el nacimiento de un bebé con una enfermedad genética, no era éticamente aceptable seleccionarlos para ayudar a otro niño.

Como resultado, una pareja británica, Michelle y Jasón Whitaker, viajaron a Estados Unidos para que los doctores pudieran utilizar el PGD para implantar dos embriones para implantarlos en la matriz de la mujer, informó el 12 de noviembre la BBC. Su hijo de 4 años, Charlie, sufre de un tipo raro de anemia que aumenta las posibilidades de tener cáncer y otras complicaciones fatales.

Michelle Whitaker está ahora embarazada y la pareja espera que su hijo pueda ser curado por un transplante de células del cordón umbilical de su nuevo bebé. El PGD fue usado para asegurar que el tejido del bebé fuera compatible.

Mientras tanto, en Australia, una pareja de Melbourne obtuvo permiso recientemente para usar el PGD para tener un bebé de diseño, informaba el 12 de marzo el periódico Age. Se cree que la aprobación por el comité de ética del Hospital Epworth es la primera vez que en Australia dicho permiso se concede, de manera que se utilice el IVF en combinación con el examen genético para crear a un niño donante de tejido para un hermano enfermo.

Se cree que el hijo de la pareja tiene una enfermedad terminal. Su única oportunidad de sobrevivir es recibir una transfusión de sangre del cordón umbilical de su hermano perfectamente seleccionado.

Criterios morales clarificados
Juan Pablo II se ha expresado en algunas ocasiones advirtiendo del peligro de manipular embriones. El 3 de febrero de 2002, en un mensaje del Ángelus para conmemorar el día pro-vida en Italia, el Papa pedía que se diera garantías a cada vida humana para desarrollar su potencial «asegurando su inviolabilidad desde la concepción hasta la muerte natural».

«Nadie es el amo de la vida», añadía el Santo Padre. «Nadie tiene el derecho de manipular, oprimir o quitar la vida, ni la de otros ni la propia».

Con respecto a los embriones, Juan Pablo II observaba que la ciencia «ha demostrado ahora que es un ser humano individual quien posee su propia identidad desde el momento de la fertilización. Por lo tanto, es lógico pedir que esta identidad sea legalmente reconocida, sobre todo, en su fundamental derecho a la vida».

Después, el 2 de mayo del año pasado, el Papa advertía contra las «ambiciones prometeicas» en la investigación científica. En una alocución a los miembros del Pontificio Consejo para los Cuidados Médicos, observaba que se han abierto nuevas fronteras para el progreso en la ciencia – y lo que esto significa es que hay un enorme y poder y responsabilidad en manos de la humanidad.

«Si prevalece la cultura de la muerte, si en el campo de la medicina y de la investigación biomédica quienes llevan a cabo la investigación se dejan condicionar por ambiciones egoístas y prometeicas, es inevitable que la dignidad humana y la vida misma se vean amenazadas peligrosamente», continuaba el Papa. Lo que se necesita, añadía, es que el trabajo en este sector «se vea conformado por la cultura de la vida, bajo la guía de una conciencia recta».

El 24 de abril pasado, el Papa dio un discurso a los miembros de la Academia Polaca de las Ciencias sobre temas relacionados con la investigación médica. Mencionó que en su primera encíclica, Redemptor Hominis, se había ocupado del tema de lo que exige el dominio de la humanidad sobre el mundo creado. «Consiste en la prioridad de la ética sobre la tecnología, en la primacía de la persona sobre las cosa, y en la superioridad del espíritu sobre la materia». Por el momento, esta jerarquía parece estar al revés
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ZENIT Staff

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