Un beato deportista, Pier Giorgio Frassati, habla a los jóvenes de hoy

El obispo Fisher reflexiona sobre uno de los patronos de la JMJ

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SYDNEY, lunes, 14 julio 2008 (ZENIT.org).- El beato Pier Giorgio Frassati, gran deportista, que vivió en la caridad y en la generosidad hace un siglo, tocará la vida de la nueva generación, considera el coordinador de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

El obispo auxiliar de Sydney, Anthony Fisher, lo declaró el 4 de julio en la iglesia de San Benito con motivo de la fiesta del beato en presencia de sus reliquias. El cardenal George Pell, arzobispo de Sydney, presidió la celebración eucarística.

El cuerpo del beato uno de los diez patronos de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney, fue trasladado desde Turín a Sydney para este encuentro mundial. Las reliquias no habían dejado la ciudad piamontesa desde la muerte de Frassati en 1925.

El cuerpo, encontrado incorrupto sesenta años después de su sepultura, será venerado en la catedral de St. Mary el 22 de julio.

«Pier Giorgio realizó en poco tiempo extraordinarios progresos en la fe, en la esperanza y en la caridad», afirmó el obispo Fisher.

El prelado recordó que cuando Juan Pablo II beatificó a Frassati, en 1990, lo definió como «el hombre de nuestro siglo, el hombre moderno, el hombre que amó mucho».

«Las fotografías en nuestra iglesia muestran a un joven guapo y robusto con ojos penetrantes y una sonrisa contagiosa -añadió el obispo–. Lleno de alegría y de energía, lleno de Dios y con la pasión de compartirlo con los demás: frente a esto, su muerte a los 24 años fue una trágica pérdida».

«Y sin embargo estamos aquí, en el otro lado del mundo, celebrándolo a causa de lo que todavía hoy nos dice. Ahora vive desde hace 107 años».

El obispo Fisher contó también cómo llegó a conocer al beato. «Lo encontré por primera vez en los carteles de las capellanías universitarias de Australia». «Los jóvenes se sentían atraídos por el modo en que hacía apostolado incluso yendo a caballo y escalando montañas, yendo a fiestas o jugando en la piscina. Las chicas parecían atraídas por su aspecto y su carácter».

«A los jóvenes católicos les gustaba la idea de que se pudiera ser santo también desde joven y que se pudiera unir la pasión por Dios y el servicio a los demás con el deseo normal de diversión de un joven. Sentía que tenía que conocerlo mejor».

El obispo contó brevemente la historia del santo, nacido en 1901 en una familia acomodada de Turín. El padre era agnóstico, la madre católica, aunque «no inclinada al nivel de devoción o de caridad [del hijo]», dijo el obispo Fisher.

«Disgusta que sus padres no comprendieran su piedad y tuvieran un matrimonio difícil –dijo el obispo–. Como muchos jóvenes hoy, tenía que encontrar dentro de sí aquellos dones del Espíritu Santo que lo llevarían a la madurez».

«Dió el dinero recibido por su licenciatura a los pobres –añadió el obispo Fisher–. Cuando sus amigos le preguntaban por qué viajaba en tercera clase en tren respondía con una sonrisa: ‘Porque no hay cuarta clase'». Daba a los pobres incluso sus abonos de viaje.

El obispo australiano contó que el padre Martin Stanislaus Gillet –futuro guía de la Orden Dominica– conoció a Frassati cuando éste era estudiante universitario. El dominico dijo que el joven le había impresionado «con su encanto especial. Parecía irradiar una fuerza de atracción […]. Todo en él brillaba de alegría, porque derivaba de su espléndida naturaleza el hecho de florecer a la luz de Dios».

«El padre Gillet pensó que Pier Giorgio fuera raro entre los universitarios en su anhelo del temperamento sobrenatural y verdadero de un apóstol. [… Dispuesto] a pensar, sentir, amar, ser generoso, con todo el ímpetu y los recursos de la naturaleza y de la gracia –dijo el obispo Fisher–. Quizá tras la Jornada Mundial de la Juventud esto no será tan raro entre nuestros universitarios».

Frassati murió el 4 de julio de 1925, seis días después de haber contraido la poliomielitis de uno de los enfermos a los que asistía.

El obispo auxiliar de Sydney dijo que a su funeral asistieron todas las personas más importantes de Turín, «pero para su sorpresa, cuando salieron de la iglesia, las calles estaban llenas no de personas de la élite sino de los pobres y de los necesitados a los que él había servido en su breve vida».

«Los pobres se quedaron también sorprendidos al ver que era de una familia rica –dijo el obispo–. Son ellos los que pidieron al arzobispo de Turín que iniciara su proceso de canonización».

«Ahora habla a una nueva generación –concluyó el prelado–, y honra nuestra Jornada Mundial de la Juventud con su patrocinio y su testimonio».

Traducido por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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