Un congreso para hacer «creíble» el anuncio del Evangelio

Unas 800 personas en el Congreso Nacional de Misiones de Burgos

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BURGOS, 19 septiembre 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Alrededor de 800 personas, muchas de ellas venidas de los cinco continentes, se han reunido desde el jueves y hasta el próximo domingo en Burgos en el Congreso Nacional de Misiones.

La Iglesia española ha venido insistiendo desde hace meses en la importancia de este encuentro, y la prueba de ello son los numerosos obispos, casi todos ellos españoles, presentes en la ciudad del Cid.

El arzobispo de Madrid, cardenal Antonio Rouco Varela; el Nuncio, el arzobispo Manuel Monteiro de Castro; el arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo; de Burgos, monseñor Francisco Gil Hellín; de Zaragoza, monseñor Elías Yanes, y así hasta 34 prelados, han acudido al encuentro que todos han coincidido en calificar de «necesario» para que «el anuncio del Evangelio sea creíble».

Este viernes, el encargado de la primera ponencia fue el arzobispo de Tunja (Colombia), monseñor Luis Augusto Castro Quiroga.

El prelado sudamericano hizo un repaso por las particularidades de la misión en cada continente, aunque hizo especial hincapié en el anuncio o «kerygma».

«El problema es que los nuevos cristianos corren el riesgo de ser cristianos sociológicos, pero sin la vida que les da la fe, el encuentro personal con Cristo –constató–. Ser cristiano en este caso es seguir una costumbre familiar, una tradición popular, una doctrina sana, pero no seguir a una persona viva llamada Jesucristo, quien te dice de muchas maneras: «Ven y sígueme»».

Monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Oviedo, afirmó en su ponencia que «hay algo especialmente importante en lo que se debe caer en la cuenta, como es que el mandato misionero de Cristo se concreta en el deber de la Iglesia de propagar la fe y la salvación de Cristo. Pero al mismo tiempo es una urgencia que proviene de la vida misma que a todos los miembros infunde Cristo».

El prelado asturiano ha destacado que en nuestra sociedad contemporánea se da «una existencia de un malestar de civilización», cuyas manifestaciones o «indiferencias» se encuentran en «el descuido por la vida inocente de los niños, por el destino de los pobres, por los sueños de generosidad que siempre anidan en el corazón del hombre y por la falta de reverencia por la vida».

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ZENIT Staff

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